«Los toros los inventamos los vascos», terciaba estos días el que fuera alcalde de Gasteiz y ahora diputado en Madrid por el PP, Alfonso Alonso, como si la tradición fuera significado de inmovilidad. También muchos pueblos africanos mantienen la ablación genital de las niñas por razones ancestrales, responden desde el otro lado del burladero. Argumentos a favor y en contra de los toros recorren las plazas vascas.
Joseba VIVANCO I
En la Aste Nagusia donostiarra coincidieron ayer la primera de abono en la plaza de Illunbe y el correspondiente envite antitaurino con manifestación incluida; así, los animalistas prosiguen con su iniciativa de recogida de firmas que llevar después al Parlamento de Gasteiz.
En la capital alavesa ya se vio que las habituales protestas de estos colectivos van a más y en la Aste Nagusia bilbaina se espera que ocurra otro tanto, ya que los actos de denuncia suelen ser aquí más ruidosos y concurridos. En Nafarroa, esa tentativa de llevar una Iniciativa Legislativa Popular similar a la catalana hasta el Parlamento foral ha comenzado ya.
«Esto es un virus que va a extenderse y hacer mucho daño», reflexionaba días atrás el presidente de la comisión taurina de Azpeitia, Joxin Iriarte, a pesar de las palabras de tranquilidad que prefieren esgrimir desde el sector. Sin embargo, este aficionado guipuzcoano ‑nacido a la hora de la sokamuturra, como él destaca- lo tiene claro: «La gente viene a Azpeitia a ver los toros. Tampoco me imagino San Fermín sin toros».
En Euskal Herria, el reparto geográfico de las plazas estables es muy desigual. Destacan la de Baiona, la bilbaina de Vista Alegre y la citada Illunbe, de primera categoría; las de Gasteiz y Tolosa, de segundo nivel; o las de Azpeitia, Karrantza, Sopuerta o Urduña. La de Eibar echó el cierre el pasado año y está a la espera de su derribo definitivo. Además, están las localidades que en sus fiestas echan mano de cosos portátiles para novilladas, como estos días ocurre en Laudio o Amurrio.
En Nafarroa la afición es mucho mayor. Además de la arena de Iruñea, están las de Tutera ‑con lidias durante estos días‑, Lizarra, Corella, Cascante, Fitero, Erriberri, Zangotza… Por no hablar de la arraigada tradición de la sueltas de vaquillas o del peculiar encierro del Pilón en Faltzes.
En Ipar Euskal Herria, la histórica afición por los astados está también muy extendida. Además de las ferias de la capital labortana, lo que proliferan son otro tipo de juegos, como los recortadores, especialmente en verano dirigidos sobretodo a los turistas de la costa. En Erromardi (Donibane Lohizune), dos veces a la semana suelen organizarse juegos con vaquillas en los que pueden participar los espectadores.
Un total de 272 toros y novillos fueron lidiados el pasado año en los cerca de medio centenar de festejos celebrados en la CAV. En Bizkaia fueron sacrificados 132 animales, 80 en Gipuzkoa y 60 en Araba, según datos aportados estos días por el Ministerio español de Interior. Hubo 38 festejos mayores, un 5,5% más que en el año 2008, de los que 25 fueron corridas. Destaca el hecho de que la centenaria plaza de Tolosa se ha quedado este año sin toros; la falta de público y el desacuerdo económico son los responsables. En Nafarroa se organizaron 44 festejos, llamativamente un 22,8% menos que el año precedente, y sólo 19 fueron corridas de toros, la segunda cifra más baja en la última década.
Como dato comparativo, en el Estado español se organizaron 1.848 festejos mayores, lo que supuso un descenso respecto a 2008 del 16,6%.
La cuestión toma tintes políticos
En «el país de los vascos», que diría el historiador donostiarra Iñaki Egaña, la llamada «fiesta de los toros» está ciertamente arraigada a lo largo de los últimos siglos. El primer festejo taurino del que se tiene noticia se dice que se celebró en Barea (Logroño), el año 1135 con motivo de la coronación de Alfonso VII. En aquella época, Barea quedaba dentro de territorio euskaldun.
Una raigambre que no es óbice para que el siempre sano debate llegue a la opinión pública y a los propios representantes políticos. Que eso se traduzca en una toma de decisión contraria a las corridas, hoy por hoy parece mucho más complicado que en Catalunya, a tenor de las posturas expresadas por portavoces de partidos o de colectivos ligados al sector de la tauromaquia.
Está claro que ésta no va a ser una faena fácil. Más factible puede ser, en cambio, obligar a que las formaciones políticas se retraten. El coordinador general de EB, Mikel Arana, anunció hace unos días que promoverá en setiembre un debate en el Parlamento de Gasteiz sobre la continuidad de las corridas de toros, adelantando que en su grupo son «favorables a la prohibición», aunque matizara que no es una discusión de «blanco o negro».
Y es que la opción de la Iniciativa Legislativa Popular adoptada en Catalunya puede no ser la vía óptima, como reconocía estos días el presidente de una de las asociaciones animalistas, Kepa Tamames, de ATEA. Este debate no es como un toro chaqueteado, ya toreado. Cada caso es distinto.
Empresa difícil, aunque este conocido activista tiene claro que «el 28 de julio decidimos que la cuenta atrás para la abolición de las corridas de toros en Euskadi había comenzado y yo creo que, incluso, los propios taurinos saben que esto tiene los días contados. Nuestro papel aquí va a ser de mero catalizador, es decir, que vamos a intentar que ese proceso sea lo más corto posible. Estamos convencidos de que es cuestión de tiempo». En las fiestas de Bilbo estarán apoyados por la World Society for the Protection of Animals, una de las mayores organizaciones animalistas a nivel mundial.
Convicción y objetivos firmes, como los planteados en Nafarroa por una plataforma denominada «Iniciativa Legislativa Popular. Aquí también», que promueve la recogida de firmas on-line y a pie de calle. Aun reconociendo lo «complicado» de su empeño, insisten en alcanzar una «comunidad foral más sana». Necesitan de al menos 7.000 apoyos para someter una propuesta al Parlamento, frente a los nada menos que 30.000 requeridos en la CAV.
Tanto en uno como en otro caso, la meta es llevar miles de firmas antitaurinas hasta las respectivas cámaras legislativas. En Facebook ya hay una iniciativa titulada «Para que en Euskal Herria también se prohíban las corridas de toros», con más de 6.100 agregados. Sin embargo, los pronunciamientos políticos habidos hasta el momento no parecen augurar, a día de hoy, un respaldo parlamentario suficiente.
El presidente del EBB del PNV, Iñigo Urkullu, ya ha aclarado que su formación no tiene ningún interés en lidiar con un toro tan áspero, que para nada facilita el lucimiento. «En nuestro entorno más directo hay gente a la que le gustan los toros y hay gente a la que no», ha terciado, puntualizando que «no me van los espectáculos que, en recinto cerrado, supongan una conclusión de matar a un animal».
Por parte del PP, su presidente en la CAV, Antonio Basagoiti, metía su puya aludiendo a que ni se imagina «Euskadi sin la existencia de la tradición vasca y española de los toros», calificando a los detractores de las corridas como de «personas con un concepto talibán». Un capote que será de gran ayuda al Ejecutivo de Patxi López si la discusión llega al Parlamento.
El propio lehendakari dejó claro ya en mayo pasado que el interés de su gabinete pasa por «garantizar» la continuidad de esta «fiesta» en las plazas de la CAV, para que los aficionados puedan seguir disfrutando de la misma «con normalidad». A su juicio, es lógico que haya vascos que no compartan o que rechacen el sentido de este espectáculo, pero cree que no dan lugar «a un sentir mayoritario como puede suceder en Cataluña».
En el resto de formaciones políticas no han brillado los pronunciamientos. Quizá el más significativo sea el del presidente de EA, Pello Urizar, quien dijo que su partido primará «la defensa de los animales».
Unos posicionamientos que también han tenido sus particulares derrotes en Nafarroa. El Gobierno de UPN anunció hace unos días que ha decidido crear la distinción «Fiesta de Interés Turístico de Navarra», que bien pudiera ser un subterfugio para proteger los espectáculos taurinos en toda su extensión. En cualquier caso, el 15 de marzo , el Parlamento ya aprobó una declaración que reconocía «el valor» de los «festejos taurinos tradicionales» como «patrimonio cultural inmaterial». Propuesta por CDN, recibió el apoyo de UPN y PSN.
Por tanto, ha quedado de manifiesto que, de momento, en la agenda de los partidos no ha buscado hueco para este debate. Pero en resumen, UPN está a favor de «la fiesta nacional», el PSN está «en contra de la supresión», CDN dice que «no hay fiestas patronales sin ellos», el PP habla de «ataque a la libertad», IUN ni se lo plantea de momento y NaBai, también desde la barrera, al menos ve un debate legítimo. Posturas que ponen muy en solfa cualquier cambio de legislación, ni siquiera dejando los partidos libertad de voto a los 50 parlamentarios.
¿Y qué sucede en Ipar Euskal Herria? Allí, el diputado de la UMP y alcalde de Baiona, Jean Grenet, preside nada menos que la comisión taurina de la Asamblea Nacional francesa, lo que ya es un influyente tanto a favor de la tauromaquia en esta parte de Euskal Herria. Curiosamente, en el Estado francés, las corridas no están autorizadas; lo que existen son derogaciones especiales para 74 ciudades de 11 departamentos.
Grenet, al hilo de la decisión en Catalunya, ya ha dejado claro que ningún partido político está pensando allí en una propuesta similar. «El presidente de la República considera que el statu quo actual es una buena solución», ha argumentado. «Cuando voy a una corrida no tengo mala conciencia», ha sentenciado por si cabía alguna duda.
Malos tiempos para los promotores
Tradición, defensa política de los toros, ¿y la afición? Baiona acaba de cerrar su feria de agosto ‑la siguiente será en setiembre- y parece que la respuesta del público no ha sido la deseada por los promotores. El presidente del coso, Olivier Bratchart, confesaba estos días al diario «Sud-Ouest» su decepción «ante los asientos vacíos», con tardes en que apenas la mitad de la plaza se ha ocupado.
Una imagen decepcionante que es achacada, en cualquier caso, a la crisis económica general. El propio presupuesto dedicado a la feria ha bajado de 1,8 a 1,6 millones de euros. No obstante, confían en que el atractivo cartel de setiembre equilibre pérdidas ‑ya hay 6.000 entradas reservadas- y sus regidores se consuelan con el aval de los 1.500 abonados logrados, frente a los 700 de hace un par de años. Aun así, reconocen el camino resbaladizo de este negocio, con figuras del toreo con «contratos que no conocen la crisis», la presión de los antitaurinos y el contribuyente asumiendo las pérdidas.
En la última feria de La Blanca, por ejemplo, la asistencia de aficionados ha sido discreta y las corridas propiamente dichas ‑sin vaquillas ni rejones- son deficitarias cada año para las arcas municipales de Gasteiz. De cara a la feria de Donostia, sus promotores reconocen también que la respuesta del público no va a ser la deseada, achacándolo también a la crisis.
Quizá en Bilbo se respire otro ambiente. No en vano, la mitad del aforo de Vista Alegre está reservado a los socios y la venta de entradas va viento en popa ‑llevan 70.000 de las 100.000 que se ofertan al público para toda la feria-. El presidente de esta plaza, Matías González, espera que «Euskadi no entre en esa dinámica y no nos dejemos arrastrar por estos grupos minoritarios». Y enarbola también el mensaje de que «aquí han nacido las raíces del toreo a pie».