Amedida que se acerca el fin del segundo período de gobierno de Álvaro Uribe, se hace más visible el nerviosismo del presidente y sus colaboradores. Si Uribe pensó que emprendiéndola contra el presidente venezolano sería inmune a cualquier acusación, todo indica que se equivocó.
El presidente, que dejará de serlo el próximo sábado, hizo saber a través de su arrogante canciller que haber llevado a la Organización de Estados Americanos, OEA, su querella con el gobierno de Venezuela «era una responsabilidad política y constitucional» y que así «al próximo gobierno le queda más fácil, cuando nosotros asumimos este coste político público y no al revés».
Lo cierto es que las cosas no le quedan más fáciles a Juan Manuel Santos por varios motivos. Él fue ministro de Defensa de Uribe hasta que se convirtió en candidato presidencial y si existía una situación de la gravedad que pretende Uribe, a Santos le caería parte de la responsabilidad de que habla el canciller. Cada país cuida sus fronteras, no se las cuida el vecino.
Pero, además, resulta que las «pruebas» exhibidas en la OEA ya han sido cuestionadas. Cuando se planteó el tema, dentro de Colombia se señaló, tanto por políticos como en notas de prensa, que todo ese material tenía años y no revelaba mayor cosa, talvez por eso el embajador de Uribe en la OEA se tardó dos horas tratando de impresionar con una perorata que no causó mayor impacto.
Y no pasó más de otro par de horas antes de que las pruebas fueran desmentidas. Narciso Issa Conde, un conocido y respetado político dominicano, entregó una contundente declaración diciendo que las fotos en que él aparece en un frente guerrillero fueron tomadas en el año 2006 en territorio colombiano y entregadas por él mismo a la prensa. Corresponden, dijo, a una visita política, invitado a un frente guerrillero donde le hicieron varias entrevistas sobre la realidad latinoamericana y caribeña.
Issa Conde agregó que antes se había entrevistado con altos dirigente de las FARC, en el marco de los Diálogos de Paz que promoviera el ex presidente colombiano Andrés Pastrana. La política de Uribe es totalmente opuesta, se niega a la búsqueda de una solución con participación de la comunidad internacional y antes de irse llamó a las fuerzas armadas a rechazar esa opción, mientras otros funcionarios planteaban llevar el asunto a la Corte Penal Internacional.
Diferencias y advertencias. A medida que pasaban los días y en vísperas de que se iniciara la reunión de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, fueron apareciendo diferencias entre Uribe y Santos, entre ellas la diferencia de lenguaje entre los dos, así como una percepción distinta de la importancia de la política exterior, sobre todo cuando la actitud de Uribe hacia Venezuela le ha significado a Colombia la pérdida de miles de millones de dólares en el comercio bilateral.
Aunque se diga que las diferencias entre ambos son de forma más que de fondo, lo concreto es que existen, como también existen algunas advertencias elegantemente hechas al aún mandatario en el periódico de la familia de su sucesor. El asunto se refiere a lo que en un artículo del lunes pasado se denomina «La política del para-estado».
En el texto se califica de «muy graves» los hechos revelados por el ex director de Inteligencia del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, quien «vincula a la Presidencia de la República con los seguimientos y las interceptaciones ilegales contra la Corte Suprema, opositores políticos y periodistas, realizados por el organismo de seguridad».
Y se agrega que «más grave todavía resulta que, además de ilegales, tenían el propósito expreso de interrumpir o alterar la acción de la justicia, especialmente en los asuntos que afectaban directa o indirectamente al Presidente o a uno de sus familiares». Como se sabe, hay parientes de Uribe en la parapolítica.
La nota de «El Tiempo» termina diciendo que «No hay duda de que uno de los desafíos que tendrá el nuevo gobierno está en apoyar la acción de la justicia, que es la única capaz de desmantelar ese para-Estado. Si quiere gobernar, claro está». Y más claro no puede ser el sentido del artículo, Santos quiere gobernar a su estilo y Uribe quiere dejarle obstáculos en el camino, mismos que el futuro presidente se propone remover.
Santos ya dio muestras de su audacia cuando fue ministro de Defensa en el Gobierno uribista y ha nombrado ministros que desafían las expectativas de su antecesor, al que el resto de la prensa colombiana ahora empieza a dejar en evidencia. Un editorial del diario «El Espectador» titulado «El loco con el palo», analizó lo relativo a la supuesta presencia de las FARC en Venezuela y señaló:
«Lo que realmente resulta grave de toda esta información que soltó el locuaz ministro de Defensa es que queda demostrado que Colombia está espiando en territorio extranjero, como lo hizo en su momento para secuestrar a Rodrigo Granda, a quien después Uribe soltó a cambio de nada. Uribe está literalmente jugando con candela».
El editorial de éste, que es el segundo diario colombiano en importancia, termina diciendo: «Así las cosas, mientras Uribe esté en el camino, a Santos y a su estupenda canciller les costará mucho trabajo arreglar las relaciones con los vecinos, porque el loco está desaforado y sigue rompiendo los vidrios con el palo».
No le pinta muy bien el futuro al todavía presidente, que no parece gozar de muchas simpatías y de quien el politólogo argentino Atilio Borón dice que tiene miedo de verse en «el espejo de Noriega», en alusión al general panameño Manuel Antonio Noriega y a su historia de vida. La biografía de Uribe se encontraba en la página de la Universidad de Georgetown, cuya dirección de Internet proporcionó Borón, pero ya fue borrada.
La amenaza a Venezuela. En este episodio, lo que ha quedado en claro es que la acusación hecha por Uribe debía impactar en Venezuela y servir al fin permanente de Estados Unidos que es derrocar al presidente Chávez o, a lo menos, crearle una situación que lo haga perder la mayoría en el congreso en las elecciones presidenciales de septiembre próximo, con el mismo fin.
Washington está repitiendo una maniobra que hizo en Chile en marzo de 1973, cuando con sus cuantiosos recursos económicos unificó a la oposición al gobierno del presidente Allende, en la perspectiva de que obtuvieran el 60 por ciento de los congresistas y pudieran así destituir al mandatario.
Al no lograrlo promovieron el golpe de Estado, que es lo mismo que buscarán en Venezuela. De ahí la importancia de lo dicho por el canciller ecuatoriano cuando señaló que le había planteado a José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, que postergara la reunión de ese organismo para evitar la ruptura de relaciones entre Colombia y Venezuela.
Más allá de lo que haya resultado de la reunión de Unasur realizada el pasado jueves en Buenos Aires, Argentina, el tema de Venezuela queda pendiente para la próxima semana, porque la intervención estadounidense y de políticos sudamericanos es abierta.
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