A hora, justo cuando comienza el veraneo agosteño, la tranquilidad de las playas vascas se ha visto alterada por la invasión de un bicho ponzoñoso, la Physalia physalis, conocida a través de los medios de comunicación como la «Carabela portuguesa». En realidad no se trata de una medusa, sino de un sifonóforo, que vaya a usted a saber qué demontre es, pero que si le pica le hace a uno la pascua.
Cuentan los que han sufrido su ataque que los efectos de la picadura en la piel son similares a los de la quemadura de un cigarrillo, y que entre sus consecuencias se cuentan arritmias, pérdidas de conocimiento y sofocos. También dicen que hay quien ha fallecido tras un ataque especialmente virulento del sifonóforo en cuestión, del bicho repulsivo.
Comparto la preocupación de los científicos, socorristas y hasta de los hosteleros de nuestro litoral, pero no puedo por menos que protestar por el engañoso nombre que han adjudicado a la dañina criatura. «Carabela portuguesa» no es un alias afortunado.
A los vascos los portugueses no nos han hecho daño alguno. Tampoco las carabelas han sembrado nunca el pánico en nuestras costas. Bastante tenían con hacer daño en América y transportar los frutos de la rapiña a las arcas de la Corona española. Por eso, además de gratuito, el seudónimo que han endilgado al sifonóforo venenoso me parece injusto.
El que sí sembró el miedo y el dolor frente a la costa vasca fue el crucero «Canarias», que en mano de los fascistas españoles cañoneó nuestros puertos, libró desigual combate con la exigua Marina Auxiliar de Euzkadi y hundió el bou «Nabarra» en la batalla de Matxitxako.
Y qué decir de las consecuencias del ataque de la mal llamada «Carabela portuguesa». Repasemos: Dolores similares a la quemadura de un cigarrillo, arritmias, pérdidas de conocimiento, sofocos y, en algún caso, la muerte.
El más detallista de los narradores no lograría describir con más acierto las consecuencias que han padecido miles de vascos por la aplicación de los electrodos, la bolsa, la bañera, las palizas interminables… en comisarías y cuartelillos españoles.
Disiento, pues, de quienes han malbautizado a la Psysalia physalis, aunque comparta la necesidad de ponerle nombre más común que el del latín científico.
Y así, a la vista de nuestra historia, mejor si le hubieran llamado «Crucero español». También podría ser «La Roja», pero resulta que el bicho es de color azulado.