A «Burgalés», con respeto
La decisión del Parlament de abolir las corridas de toros ha estimulado a los antitaurinos vascos y, como consecuencia, este verano sus movilizaciones han sido más nutridas que nunca, y, por supuesto, han contado con una cobertura mediática hasta ahora desconocida. Además, por la crisis o por lo que sea, han sido muchos los «festejos» en los que no se ha registrado ni media entrada, evidenciando que si no fuera por las ayudas públicas las matanzas de toros tendrían los días contados. Con la temporada ya cerrada, querríamos hacer una pequeña aportación a un debate que creemos necesario, para evitar que lo que hemos vivido este verano sea flor de un día.
La espoleta de esta efervescencia antitaurina ha sido, como queda dicho, la ejemplar decisión catalana. Ejemplar ha sido la labor del colectivo PROU!, que ha sabido trabajar unitariamente, aglutinando las diferentes sensibilidades en contra de la «fiesta»; ha sabido concitar el apoyo de intelectuales, artistas, deportistas… que han dado la cara, y ha sabido articular un ejército desarmado de ciudadanos voluntarios, que han aportado su esfuerzo, su tiempo y su imaginación para recabar las 180.000 firmas que han respaldado la Iniciativa Legislativa Popular. Ejemplares, también, los partidos que han sabido escuchar a la ciudadanía y han terminado rechazando un espectáculo que consiste en torturar toros hasta la muerte. Esto nos lleva a una primera constatación: cuán lejos estamos los vascos, sobre todo los políticos, de Catalunya. ¿Alguien se acuerda de la suerte que corrió la ILP por una Ley Vasca de Residuos sin incineración que, respaldada con la firma de 35.000 ciudadanos, se presentó en el Parlamento de Gasteiz? Ni siquiera se llegó, no ya a votar, sino a debatir, porque PSOE, PNV y PP así lo decidieron en un trámite que apenas duró cinco minutos.
Esto enlaza con otro «hecho diferencial» particularmente grave. Ante la decisión del Parlament los taurinos han cerrado filas, pero es que, en nuestro caso, han recibido el apoyo del lehendakari, que quiso hacerlo explícito con su presencia en Vista Alegre. El PSE, que no es el PSC, está claro, alza la bandera de la «libertad» para seguir permitiendo las corridas y dice que «nunca ha sido partidario de las prohibiciones». Lo dice un partido que ha demostrado una querencia compulsiva por ellas, hasta el punto de convertirlas en una de sus señas de identidad. Total, que la apuesta por la «libertad» de matar toros del lehendakari se ha traducido en algo tan transversal como introducir resúmenes de las corridas, con crítica incluida, en los teleberris. Gracias a ETB, hemos podido tomar diariamente el postre con media docena de toros desangrados. Claro que, si no te gusta tanta libertad, te queda el derecho de cambiar de canal. Lo confesamos: lo hemos ejercido.
Esta es nuestra realidad y debemos tenerla en cuenta si queremos avanzar. Es verdad que cada vez es mayor la parte de la ciudadanía que se opone a las corridas y mayor aún la que, simplemente, les da la espalda. Pero los que mandan, y en esto sí que hay transversalidad, continúan apoyándolas y aportan dinero público para que continúe el espectáculo. No estamos en Catalunya, y ese debería ser el punto de partida para elaborar una estrategia compartida. Porque creemos que estamos en un momento en el que no basta con que cada colectivo multiplique sus iniciativas. Iniciativas que, además, corren el riesgo de duplicarse y, al final, despistar a la ciudadanía, e incluso de convertirse en parte del folklore que acompaña a la «fiesta» (decimos esto pensando en nuestro propio colectivoy como llamamiento a la reflexión, no para echar en cara nada a nadie, y menos aún a nadie que haya movido un dedo por la abolición). Si de verdad queremos avanzar, es necesario aprender de Catalunya y crear un movimiento lo más unitario posible, capaz de aglutinar las diferentes sensibilidades. Un movimiento con un mensaje claro, asumible por el conjunto de los antitaurinos y comprensible para la mayoría de la población. Un movimiento compuesto por personas que ya trabajan en colectivos, pero abierto a ciudadanos sin adscripción. Un movimiento que se aleje de los intereses de los partidos, pero que tenga la suficiente cintura para recabar su apoyo. Un movimiento, en definitiva, que defina una estrategia que, a medio plazo, pueda desembocar en la abolición.
Creemos que ha llegado el momento de dar un salto cualitativo, de engarzar las protestas más o menos efectistas en una estrategia efectiva. Hemos visto movimientos en ese sentido y nos alegraría muchísimo que cuajaran. No hay prisa para cerrar este debate, pero sí conviene abrirlo cuanto antes.