¿Tenemos que pedir permiso para venir al cementerio a visitar a nuestro hermano?». Familiares y allegados de Jon Paredes Manot, Txiki, se encontraron de nuevo con la Ertzaintza en el cementerio de Zarautz, cuando iban a celebrar el homenaje habitual en el 35 aniversario de su fusilamiento. El juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, había ordenado vigilar el homenaje «para evitar actuaciones que pudieran enmarcarse en el enaltecimiento o apoyo a personas o grupos terroristas o a asociaciones declaradas ilegales». Los agentes se excusaron por su presencia con que «tenían que elaborar un informe».
«No estamos homenajeando a ningún terrorista, sino a un antifascista fusilado por Franco», señaló Martxelo Álvarez. El portavoz de Ahaztuak 1936 – 1977 defendió, ante la veintena de personas que se acercaron al cementerio, que «es necesaria la implicación de la gente para hacer frente a este tipo de acosos». En referencia al veto impuesto hace un año, Álvarez recordó «la respuesta que dio el pueblo de Zarautz» en un acto posterior donde se reunió medio millar de personas o la moción aprobada en el Ayuntamiento en denuncia a la actuación tanto de la Audiencia Nacional como de la Ertzaintza.
El hermano de Txiki, Diego Paredes, por su parte, dijo que resulta «inaguantable» la presencia de la Policía autonómica en este tipo de actos. «No hay derecho. Después de 35 años vienen a tocarnos las narices», decía Paredes en declaraciones a GARA. Txiki y Angel Otaegi fueron ejecutados en 1975 por órdenes de Franco, por sendos pelotones de fusilamiento junto a tres militantes del FRAP.
En el muro de Santa Isabel
Por la tarde, un acto similar organizado por Ahaztuak tuvo lugar en el cementerio de Gasteiz. Unas 150 personas se reunieron frente al muro trasero del camposanto, lugar convertido en paredón por los franquistas, donde murieron ejecutadas decenas de personas. Tras el aurresku y ofrenda de flores, cantaron la canción «Mendigoixaliarena» de Lauaxeta, que fue fusilado en ese mismo lugar. También en el cementerio de Derio se convirtió en escenario de homenaje a estas víctimas del franquismo.
Para Ahaztuak la presencia de fuerzas policiales demuestra «la pretensión de criminalizar una parte importante de luchadores antifascistas». Además, denuncian que también «es la expresión de un modelo de impunidad para los crímenes del franquismo que, lejos de ir llegando a su final, parece tender a reforzarse con hechos como estos». En este sentido, desde Aralar exigieron que los fusilados por orden del régimen franquista, Txiki y Otaegi, sean reconocidos como «víctimas».
Ayer, en otros muchos lugares de Euskal Herria también se celebraron actos con motivo del Gudari Eguna. En Altza, recordaron a Imanol Gómez, en el quinto aniversario de su fallecimiento con una marcha montañera a Txoritokieta, donde celebraron un sencillo acto en su memoria y plantaron un árbol. Asimismo, en tres centros escolares de Azpeitia colocaron ikurriñas con crespones negros y fotografías de militantes fallecidos y 150 estudiantes participaron en una concentración. En Errenteria-Orereta se concentraron 250 estudiantes.
Por la tarde, en Getaria 25 personas se reunieron en la concentración convocada con motivo del Gudari Eguna, otras 14 se juntaron en Mallabia, 16 en Plentzia y 150 en Donostia, donde realizaron una manifestación que culminó en el Boulevard con un pequeño acto, en Zaldibia se concentraron 80 personas, en Barakaldo 230 y en San Pedro-Trintxerpe 40. En Algorta colocaron una placa en memoria de Eustakio Mendizabal, Txikia, en el mismo lugar donde falleció; después, unas 63 personas celebraron otro acto de homenaje a los fallecidos en la plaza Txiki eta Otaegi.
De la misma forma, en Deba se reunieron 35 personas, 200 en el acto de por la tarde en Zarautz, 300 en Iruñea, 50 en Erromo, 60 en Leioa y en Sodupe, 150 personas se manifestaron en Azpeitia y 500 en Orereta.
Durante el fin de semana
En Baiona y Sestao colocaron pancartas por las calles en memoria de los fallecidos y se renombraron las calles en recuerdo a militantes muertos. En la localidad vizcaína, además, expusieron paneles informativos sobre el fusilamiento de Txiki y Otaegi, aunque la Ertzaintza no tardó en retirarlos movilizando para ello varias dotaciones de agentes. Un preso político de Almería, por su parte, llevó a cabo ayer un ayuno en homenaje al recién fallecido exiliado político vasco, José Mari Zaldua.
También durante el fin de semana se celebraron múltiples actos entorno al Gudari Eguna. En Nuarbe, rindieron homenaje a Dionisio Aizpuru, Kurro; Pedro Mari Isart, Pelitxo, y Angel Otaegi, frente a la vivienda de éste último. Entre txalapartaris y aurresku de honor, entregaron ramos de flores a familiares de los fallecidos. 17 años después de su muerte, en Zumaia recordaron a Xabier Kalparsoro y en Ezkerraldea, Meatzaldea y en Enkarterriak celebraron un acto donde asistieron unas 60 personas.
Asimismo en el homenaje a los militantes fallecidos que se celebró en Ittun Harri de Sara, recordaron especialmente a José Mari Zaldua.
Vetos de Lakua y mandatos para vigilar de la Audiencia Nacional
Interior de Lakua notificó ayer su decisión de prohibir la marcha convocada para la tarde en Eibar. A pesar de los vetos, media hora más tarde, a las 20.00, unas 60 personas se concentraron en recuerdo a los militantes fallecidos. Según informaron testigos a GARA, la Policía autonómica se personó en el lugar y exigió retirar la pancarta, amenazando con imputar a los convocantes de la movilización un delito de «enaltecimiento del terrorismo». Al final, llevaron a cabo la protesta sin más complicaciones. No fue éste el único acto en el que se fijaron vetos, ya que Lakua también prohibió las marchas de Durango y Alonsotegi.
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EL MURO DE LA VERGUENZA
El muro trasero del cementerio de Santa Isabel se convirtió de 1936 a 1977 en testigo mudo de la injusticia, que vio caer ante los pelotones de fusilamiento franquistas a dirigentes políticos democráticamente elegidos, personalidades republicanas o cargos del Gobierno Vasco.
De hecho, el mapa de la represión contabiliza entre 350 y 400 alaveses y vecinos de otras provincias aniquilados en Álava durante la Guerra Civil y durante los primeros años de la dictadura, tanto en la provincia como fuera, muchos de ellos fusilados en el muro trasero del cementerio Santa Isabel, un tétrico lugar convertido en paredón a partir de 1936, donde murieron ejecutadas decenas de personas por orden de las autoridades franquistas. Por ello, un año más, la asociación Ahaztuak ha querido rendir tributo a las víctimas de la represión franquista. El emotivo homenaje tuvo lugar ayer a las 18.15 horas frente al citado muro de la vergüenza y reunió a un nutrido grupo de personas que guardaron un riguroso silencio ante los sones de txalaparta que dieron inicio al acto. Tras las reivindicaciones del colectivo, un aurresku de honor daba por concluido el homenaje.
La asociación reivindicó como lugar de la Memoria de Vitoria el muro trasero de Santa Isabel, espacio que, según el colectivo, «debe servir para honrar la memoria de todas las personas allí asesinadas», cuya historia «es desconocida por la mayoría de vitorianos y está totalmente olvidada por las instituciones».
Por otro lado, denunciaron el estado de abandono en el que se encuentra la placa en memoria de Lauaxeta colocada en el citado paredón en 2005. Por ello, reclamaron al Ayuntamiento que señalice debidamente este lugar donde fueron asesinadas decenas de personas para que se convierta en un espacio permanente de transmisión de la memoria histórica democrática y antifascista de la ciudad, con la colocación de un panel informativo o cualquier otro elemento de señalización que explique la historia de este paredón, acompañado de una estela, monolito u otro tipo de recordatorio.
Lo cierto es que en este muro de la vergüenza gasteiztarra fueron fusiladas figuras tan señaladas como Estepan Urkiaga Lauaxeta periodista, poeta euskaldun y comandante del Euzko Gudaroztea; Alfredo Espinosa, fundador de Unión Republicana y consejero de Sanidad del primer Gobierno Vasco o José Placer militante de ANV, vocal de su Comité Nacional, miembro de la Comisión Gestora de Álava y comandante del Batallón Euzko Indarra, entre otros, sin olvidar a todas aquellas víctimas que no aparecen en los registros.