Cuánto pesar en el corazón por esta mala hora! ¡Cuán difícil es escribir estas palabras para que expresen, fiel y verdaderamente, un sentimiento tan hondo de aflicción, de pérdida! Digo tu nombre, Willian, con una lágrima cruzándome el alma y perpetuándose en la memoria por ti. Una lágrima que son muchas lágrimas compartidas con todos tus seres queridos, con los compañeros y compañeras del Partido Socialista Unido de Venezuela y con todo un pueblo.
La Patria amaneció con su bandera a media asta y atravesada de dolor. La mayor de todas las paradojas nos asalta de nuevo: Willian parte para quedarse sembrado para siempre entre nosotros, como sembrado está en su tierra guariqueña a la que tanto amó. Willian vive en el horizonte luminoso de la batalla cotidiana por, lo digo con Bolívar, la suprema felicidad social; en la misma batalla en que nos enseñó la firmeza de su talante: dignidad y valentía hechas compromiso lúcido y riguroso.
Desaparece de entre nosotros un gran forjador de la vía venezolana hacia el socialismo y uno de los mejores cuadros de la Revolución Bolivariana y del Partido Socialista Unido de Venezuela: un patriota ejemplar y un guariqueño de excepción. Desaparece físicamente, sí, pero no se ha ido: nunca te irás, compañero y camarada; continúas en nosotros y con nosotros, forjando la Patria socialista y liberada por la que luchaste sin tregua y con el mayor de los desprendimientos.
Digo tu nombre, Willian, y digo lealtad: lealtad probada, una y otra vez, y agigantada en abril de 2002. Oigo la voz serena y altiva del Presidente de la Asamblea Nacional que no reconoce a la tiranía: la voz del hombre que, a todo riesgo, se mantiene firme e irreductible en su puesto. Y vuelvo a abrazarte, con gratitud y reconocimiento, como en aquella madrugada del 14 de abril, tras aquel 13 de gloria, de victoria del pueblo y sus verdaderos soldados; aquella luminosa e imperecedera jornada estará, para siempre, asociada a tu querida presencia.
Cuando un hombre grandioso desaparece de la tierra deja detrás de sí claridad pura, nos recuerda el Apóstol Martí, y hoy, tratando de entendernos en el ciego arrebato, lo reiteramos ante el pueblo venezolano que halló en Willian Lara a uno de sus hijos más ejemplares. Willian encarnaba una pasión militante, una vocación de servicio y una entrega a la causa de los humildes que nos honran y honrarán eternamente.
Si alguno de vosotros quisiera ser el primero, sea siervo de todos, pues tampoco el hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida para redención de muchos, nos enseña el Santo Evangelio. Sé que el pueblo de Guárico siente como propia, en alma y carne, la verdad de tales palabras: Willian Lara, en el tiempo que duró su mandato sirvió a los guariqueños y guariqueñas con devoción y entereza. Willian, hijo del pueblo, no vino para ser servido sino a darlo todo, hasta la vida misma, para la redención de muchos. De ahora en adelante la historia de esta tierra de centauros se escribe a partir de este paradigmático gobernador quien enfrentó resueltamente, como nunca antes, a los latifundistas y se consagró, por entero, al ejercicio de gobernar obedeciendo a su pueblo.
Por tanto camino en compañía, digo, en esta hora, tu nombre en presente, Willian, porque sé que seguirás obrando por amor al pueblo. Allá, en el llano infinito, queda tu limpio y luminoso legado, al igual que en toda Venezuela. Honrarte será para nosotros, las revolucionarias y los revolucionarios, un compromiso eterno.
¡¡Hasta la vida siempre!!
¡¡Venceremos!!