¿Quiere usted “ser” de las FARC o del ELN, las guerrillas colombianas? ¿Quiere “pertenecer” a ellas sin pedir militancia, y sin que ningún mando de ellas lo sepa? No deberá tratar de “compañero” o “camarada” a nadie, ni asistir a reuniones políticas. No es necesario saber utilizar ni un cuchillo, menos una escopeta de caza, tampoco marchar por selvas repletas de mosquitos y serpientes. Le aseguro que es facilísimo “ser” reconocido como guerrillero, y según la motivación que ponga puede colgarse el título de “terrorista”. No necesita ni vivir en Colombia: quédese en Washington o Tokio.
Doy fe de que “ser” guerrillero colombiano es simple. La clave: por algún medio informativo exprésese objetivamente sobre el gobierno o algún otro ente estatal. Demuestre que los servicios de seguridad, fuerzas armadas y sus paramilitares torturan, asesinan y hacen desaparecer a indefensos ciudadanos por miles, haciéndolos pasar por guerrilleros. Insista en mostrar las tantísimas pruebas que hacen de muchísimos representantes de ese Estado honorables narcos paramilitares. También sirve que exprese sus deseos de una paz con dignidad para todos los colombianos, o la necesidad de un diálogo con la guerrilla. Ya con esto es más que suficiente. Aunque no será tan reconocido públicamente, también sirve que haga esos comentarios ante un grupo de amigos del gobierno.
Usted sabrá cuándo “ingresó” a la guerrilla, porque sin que lo perciba empezará a emanar un insoportable olor que hasta los zorrillos cruzarán la calle para no saludarlo. Muchos que se decían amigos ya no le contestarán la llamada, y su dirección mail la clasificarán como “spam”, o sea correo basura. ¡Vaya y los pongan en la lista de sospechosos! Lo bueno de ello es que ya serán menos los que le pidan dinero prestado o lleguen a su casa a buscar un trago o cena. Esa especie de soledad o tranquilidad, según como tome la situación, puede sucederle viviendo en Londres o en Sídney.
Otra “prueba” de “su” militancia son los insultos que se empiezan a recibir en las páginas web donde escribe. Ahí la agarrarán contra la dignidad de su mamá, su papá, su mujer, sus hijos, sin que falten el perro y el gato. Nunca tratarán de discutir, de exponer sus puntos de vista. No, porque no pueden defender lo indefendible. Porque su nivel de educación, coeficiente intelectual y de sensibilidad humana están por debajo del piso. Para ellos usted es la peor calaña de la tierra porque sí, porque usted no está de acuerdo con el gobierno y sus crímenes. Porque “eso” que escribe “sólo” sirve al reforzamiento de las guerrillas, le dicen. Cuando usted compara los 20 o 160 mensajes insultantes se da cuenta de algo curioso: casi todos dicen las mismas barbaridades, así sea en 33 páginas web diferentes. Parecen una computadora que sólo sabe sinónimos de improperios, injurias, epítetos. (Ah, pero le aconsejo: pida que no publiquen los comentarios a sus textos, y se dará cuenta que los insultos casi desaparecerán. Es que si sus bajezas no ven la luz no logran el orgasmo. O no les pagan).
Las emanaciones que usted va expulsando con olor a guerrillero o terrorista, o ambas, pues desde el año 2002 en Washington se decidió que era lo mismo, es lo delicado del asunto. Todos aquéllos que perciben sus efluvios saben que desde ese momento se ha ganado el “derecho” a que le pase cualquier cosa, pero ninguna buena.
Y entre los derechos ganados está el que un día cualquiera se entere por la prensa de que en una, dos o tres computadoras capturadas a la guerrilla después de violentos bombardeos, se dice que usted mantiene estrechas relaciones con la dirigencia de las FARC o el ELN, con las cuales acordó macabros planes criminales. También se enterará de que un juez antiterrorista le dictó orden de detención internacional, porque, además, en una, dos o tres memorias USB capturadas a cualquier comandante “terrorista” de la guerrilla su nombre, con tres o cuatro alias, aparece ligado al tráfico de armas o cocaína.
Usted podrá patalear, gritar, jurar por todos los dioses que quiera, pero los jueces dicen que esos computadores y las memorias no mienten. Y para que no existan dudas, los servicios de seguridad, en particular el DAS, lo certifican.
Entonces la cárcel es uno de los primeros “derechos” que usted gana, con la gran posibilidad de que pase un buen tiempo encerrado mientras se comprueba que ese no era usted. Otro, el peor, y siendo colombiano sabe que es así, puede ser asesinado en cualquier esquina, andén o cama por “desconocidos”.
Esos dos “derechos” se los gana después de que lo aprueben como terrorista y guerrillero, y sin que las FARC o el ELN lo reivindiquen. Porque usted no es guerrillero de armas, pero tampoco de tribuna u oficina y ni de papel. Porque quizás nunca ha querido serlo, así entienda sus luchas. O lo que es el colmo: así esté en contra de ellas. Sólo porque usted cree en la democracia, pero no en esa que han armado los que deciden quienes “somos” guerrilleros o terroristas.
El autor es periodista y escritor colombiano residente en Francia. Colaborador de Le Monde Diplomatique.