Obviemos por un instante, sólo por un instante, la cuestión nacional en Euskal Herrria, esa que tanto gusta a UGT y CCOO esgrimir para ir contra los sindicatos abertzales. Vayamos entonces a su terreno y veremos qué tipo de sindicalismo practican. Los dos principales sindicatos del Estado español, CC.OO. Y UGT, convocan a una huelga general para el próximo día 29 de setiembre, con motivo de la enésima reforma laboral regresiva para los intereses de los trabajadores perpetrada por un gobierno que, sin embargo, se intitula “socialista” y “ de izquierdas”.
A la más que aparente contradicción en lo que hace al programa del partido del señor Zapatero se añade la de unos representantes sindicales que, desde la transición-trampa de 1977 y los primeros Pactos de la Moncloa, no han hecho otra cosa que rubricar acuerdos a cambio de sustento económico para sus gigantescos aparatos burocráticos. Al año, ambas centrales sindicales perciben subvenciones públicas por importe de 30.000 millones de las antiguas pesetas.
Los datos muestran que UGT recibirá durante este ejercicio 17.000 millones de subvenciones para la formación continua de Trabajo y CC OO otros 11.000 millones de pesetas. En total, 28.000 millones. Sólo estas ayudas oficiales representan más de lo que los dos sindicatos declaran que perciben de las cuotas de sus afiliados. Estos sindicatos mayoritarios reciben también más de 2.000 millones anuales (1.010 millones UGT y 1.050 millones CC OO) en concepto de fomento del empleo. Otros 300 millones de pesetas largos para la formación ocupacional y casi 1.300 millones de pesetas como un complemento reconocido así por el Ministerio de Trabajo bajo el epígrafe de «actividades sindicales». Por otra parte tienen un verdadero ejército de “liberados”- 103.000 UGT y cerca de 100.000 CC.OO., entre instituciones públicas y empresas privadas- parasitando las estructuras sindicales, lo que las convierte en unas de las mayores “empresas” del Estado. De ahí el comportamiento sumiso y la praxis sindical descafeinada que demuestran.
El sindicalismo amarillo nace en Francia en 1899 a fin de promover la colaboración entre la patronal y los obreros con el propósito de formar la “gran familia del trabajo” unida por una “inseparable comunidad de intereses” y esta perniciosa praxis sindical, prohibida por el convenio 98 de la OIT, es la que han llevado tales sindicatos a cabo en los sucesivos acuerdos habidos desde aquellos primeros Pactos de la Moncloa, dirigidos a promover el despido libre y la contención salarial y así, uno tras otro hasta esta, por ahora, última reforma laboral cuyo objetivo sigue siendo el mismo de siempre: abaratar los despidos y restar en suma derechos laborales y sociales a la clase trabajadora en su conjunto.
Y sin embargo, estos adalides de la lucha sindical de moqueta, persisten aún hoy en seguir acordando con este mismo gobierno antiobrero la reforma de la negociación colectiva o del sistema de pensiones. No pretenden otra cosa sino asegurarse capacidad de gestión incluso en aquellos marcos en los que son minoritarias, como ocurre en Euskal Herria, desoyendo los acuerdos provinciales o de Comunidad autónoma en favor de una negociación colectiva centralizada en la villa y corte, donde poder pastelear a gusto y siempre a cambio de nuevas regalías.
Pues bien, ahora resulta que nos convocan a esa escenificada protesta de cartón-piedra en forma de huelga general, pero sin otro fin que no sea el de perpetuar su estatus de partenaire insustituible en la mesa de negociación y precisamente mientras sigue negociando con el mismo gobierno autor de la fechoría antiobrera que se pretende combatir mediante la huelga. ¿ Cabe mayor cinismo?. Solo habría que recordar que esas centrales sindicales aceptaron que el Estado español ocupe el dudoso honor de encabezar la mayor tasa de temporalidad de la Unión europea, con índices de temporalidad del empleo juvenil verdaderamente escandalosos, y ello a cambio, claro está, de generosas aportaciones a sus Comités de empresa.
Se vendió a la juventud a cambio de mantener a una privilegiada casta de empleados, la aristocracia obrera, parapetada tras esa ingente burocracia sindical. Ese fue el precio de las sucesivas reconversiones laborales de los años 80 y 90. Y ahora el capital, de natural insaciable, y con la excusa de la crisis que él mismo ha creado, vuelve sobre sus pasos para desmantelar el resto del tejido laboral que se creía inmune a sus garras: los fijos con despido de 45 días por año. Sucesivas reformas que no han hecho otra cosa que horadar derechos a la clase trabajadora. Y todo gracias al permanente entreguismo de estos sindicatos aparateros.
Euskal Herria es una nación con un marco autónomo de lucha de clases. La combatividad de la clase obrera vasca es la que ha generado mejores condiciones en salarios y pensiones con respecto a la adocenada clase obrera española, pastoreada por este sindicalismo amarillo de CC.OO. Y UGT, que la ha conducido a la anestesia en la lucha y al subsidio permanente. Y pretenden ahora uncir al carro del españolismo claudicante a la clase obrera vasca. Vano intento. Son ritmos muy distintos para Pueblos y clases de distinta naturaleza como tuvo ocasión de demostrarse en las huelgas generales de Mayo de de 2009 y el 29 de Junio pasado. La clase obrera vasca simplemente no va a retroceder en su lucha por mejor servir de acompañamiento al permanente sesteo del sindicalismo amarillo español.