Se celebra el «día de la raza», 12 de octubre. Por más que le doy vueltas en la cabeza al título en sí, por qué el día de la raza en algunos países de América latina, no encuentro la razón. ¿Cómo podemos celebrar esa fecha, cuando lo que se está festejando es el día de la desgracia no sólo de un país, sino de todo un continente?
Todos sabemos que detrás de esa fecha se esconden miles y miles de historias de masacres, torturas, asesinatos, exterminios colectivos de niña y niños, mujeres, ancianos… y lo que he dado en llamar las primeras guerras químicas o bacteriológicas, pues, como sabemos, muchos de los pueblos originarios latinoamericanos murieron de un sinfín de enfermedades que llevaron los españoles. Podemos argumentar, sin embargo, que al principio ‑los españoles– no sabían que la gripe, la varicela, el sarampión, entre otras enfermedades, podían estar matando a miles. Puede ser. Cuando se dieron cuenta de que esas enfermedades era la causa del exterminio, ésta se aplicó con vehemencia y con una fuerte carga ideológica de racismo, para acabar con los millones de indígenas que había en el continente. Se rasgarán las vestiduras muchos «españolitos de pura cepa» con lo que estoy diciendo; otros muchos reconocerán que lo que se hizo en aquellas tierras y con su gente es imperdonable y no tiene nombre.
Para hacer tantas barbaridades contaban con la Iglesia, que les daba empuje teológico y espiritual. Esos «españolitos de pura cepa» me acusarán de ignorante tercermundista y argumentarán sus archi-dichas historias sobre cómo vivían nuestros antepasados, lo salvajes que eran y cómo vivían, luchando y guerreando, y que sólo eso sabían hacer, etc. Sí, ya sabemos que la historia siempre la escriben los vencedores, y adornan las historias de tal manera que siempre terminan diciendo lo mismo, pero más suave. Donde deberían poner mil ponen cien, donde pondrían cien ponen diez… Ya se sabe, los vencedores, que son los que han causado el daño, nunca tienen ni un atisbo de responsabilidad.
Por poner en un ejemplo de tales atrocidades, «el proyecto colonial ibérico, en 80 años, de 1519 a 1595, redujo la población de México de 25.200,000 habitantes a 1.375.000», y continúa Boff: «fue el mayor genocidio de la historia, en la proporción de 25 por uno». Entonces, ¿qué es lo que celebramos en esta fecha? ¿El día de la raza o el día de la desgracia? Para quien escribe queda claro, celebramos el día de la desgracia. Así como los palestinos celebran la Nakba, los pueblos de América Latina deberíamos de celebrar este día como el día «de la desgracia o día del genocidio español» sobre los pueblos originarios de aquél continente, que ellos llamaban, Abya Yala.
Y los que desfilan por las calles de Madrid, sí, el Ejército español, ¿qué celebran? Pues es su día, y lo celebran con aviones, tanques, y cientos de soldaditos, militares latinoamericanos que se prestan para recordar la barbarie. Ya sabemos que ellos celebran no el «día de la raza», sino haber masacrado y exterminado a millones de indígenas de Abya Yala.
La migración se está convirtiendo en uno de los fenómenos sociales de este siglo. Si antes los europeos viajaban al continente americano, ahora son miles y miles de latinoamericanos que están viniendo y ya se está convirtiendo en una de las comunidades más grandes en el Estado español. De los miles de latinoamericanos, habrá algunos a los que también les duela la historia y que se celebre ese día como «el día de las Fuerzas Armadas». Cual imperio mediocre de novena categoría, se jactan y se pasean por las calles como asesino que se pasea por las masacres de la historia. Deberían, los latinoamericanos que llegan, hacer una contramanifestación recordando, eso sí, los miles, los millones de víctimas inocentes que murieron bajo la espada y con venia y la bendición de la cruz.
Y termino con una reflexión de L. Boff: «¿Cómo podemos celebrar una masacre? El 12 de Octubre no es para celebrar el “día de la raza”, sino “el día de la desgracia continental”. No podemos celebrar el descubrimiento de América, ésa es la visión de los que están en las carabelas, sino que se lamenta la invasión, ésta es la visión de los que están en la playa, que continúan despreciados hasta hoy por la dependencia económica». Leonardo Boff. «Con la libertad del evangelio».
América Latina se independizó, sí, pero cayó en las garras yanquis; sin embargo, hay una nueva invasión, y ésta se produjo en los noventa con la llegada de las empresas españolas. Si antes eran sus herederos los criollos quienes al servicio del imperio permitían el saqueo, hoy llegan las transnacionales españolas y quieren seguir, con la ayuda de los criollos lacayos, esquilmando las riquezas naturales que algunos gobiernos lábiles les entregan sin ningún re