En muchos países latinoamericanos se están celebrando este año el bicentenario de la independencia de España. Cada vez que aparecen en la noticias la imagen de un presidente de aquellas lindes pregonar a grito pelao “Viva la independencia de la república de…” suena bien, y quienes vivimos en este país que algunos llaman España lo sabemos muy bien, a nosotros digo, latinoamericanos que vivimos aquí, se nos ponen los pelos de punta. Imaginamos a los vascos, catalanes, gallegos etc. y comprendemos de inmediato la envidia sana que sienten estas naciones hermanas en sentimientos y en solidaridad republicana…, que por cierto, van por el mismo camino. Seguimos pensando, no obstante, que nos hace falta la segunda independencia, pero en ello estamos.
En América latina hubo durante muchos años movimientos populares y movimientos revolucionarios, los dos fueron sujetos activos, en primer orden, para hacer posible la segunda independencia. En aquellas luchas, muchos que viven en el norte llegaron para solidarizarse con los pueblos en lucha de Centroamérica: Nicaragua dio el pistoletazo de salida al nuevo internacionalismo, y fue ahí precisamente donde el sufrimiento de los pobres fue también el sufrimiento de los que en cualquier parte del mundo se conmueven con la muerte silente de millones que languidecen por culpa del capitalismo voraz, rapaz y destructor.
El internacionalismo es parte esencial de todo revolucionario. No se puede hablar de solidaridad si no va acompañada de una dosis de internacionalismo. Y es este el compromiso que hace hermanar a los pueblos que luchan. La década de los ochenta fue una década de los países centroamericanos que libraron una dura batalla contra el imperio norteamericano, y ahí estaba Askapena; la de los noventa fue la de México en Chiapas y ahí estaba Askapena…, ahora, sin embargo, en estos primeros años del siglo XXI les ha tocado a los países del Sur de la América nativa; Venezuela, Bolivia, Ecuador, el pueblo Mapuche en Chile, etc. ahora por otras vías, pero siguen siendo válidas para llevar a la praxis esa solidaridad entre pueblos. Y ahí está askapena,
El internacionalismo vasco jamás ha escondido su compromiso solidario por aquellos países. Jamás ha dejado de acompañar a los países latinoamericanos que luchan por su segunda independencia. De aquí, del pueblo Vasco, han salido miles en todos estos años para acompañar – en sus luchas – a esos pueblos. Askapena ha estado ahí, compartiendo vicisitudes con los pueblos del Sur. Nunca han escondido su internacionalismo porque en Askapena se sabe que para ser revolucionario, el internacionalismo, es la base primera y fundamental para construir férulas permanentes entre los pueblos, vasos comunicantes de una solidaridad, que ahora, puede, es y debe de ser reciproca.
Eso es lo que le pone nervioso a los imperios, que el internacionalismo y la solidaridad se irradien. Oír en boca de presidentes latinoamericanos, sea del color político que sea, pero oírles gritar ¡viva la independencia de…! Les pone nerviosos. Sabe el imperio que está construido en arenas movedizas. Sabe el imperio que el grito de independencia es contagioso. Sabe el imperio que ese grito hace que los otros pueblos se solidaricen, porque quienes luchan por la independencia de su nación, el internacionalismo, es parte esencial para gritar a una sola voz, independencia o/edo Independentzia, como dice el poeta, “una gota con ser gota, con otra se hace aguacero”. A eso le tiene miedo el imperio a la independencia. Y pondrá todas las excusas posibles, aunque, éstas no tengan ni un atisbo de coherenci