Filipe Bidart es el fundador y líder de Iparetarrak (IK), organización armada que finalizó su actividad armada después del proceso de Lizarra-Garazi. Tras 19 años en prisión, lleva casi cuatro en libertad condicional en Béziers a la espera de que en 2012 pueda volver a su tierra natal de Baigorri
BEZIERS. Filipe Bidart es una leyenda entre las paredes de la izquierda abertzale tradicional. Estudió en un seminario aunque no llegó a ordenarse, y luego fue profesor de ikastola antes de fundar IK en 1973, organización ahora disuelta, y que fue ilegalizada en 1987. Desde su forzado exilio en Béziers, en la costa mediterránea francesa, el histórico líder de Iparretarrak mira con atención los acontecimientos que se suceden en Euskal Herria.
¿Cómo está viendo los últimos movimientos de ETA y la izquierda abertzale ilegalizada?
Creo que se están dando los pasos adecuados y que se está transitando por el buen camino. Se están dando pasos en el camino de superar la estrategia de la lucha armada, y soy optimista ante este devenir de los acontecimientos.
A la luz de los fracasos anteriores, ¿se puede ser optimista?
Es cierto que los anteriores procesos han terminado de aquella manera pero, a diferencia de aquéllos, esta vez ETA ha decidido la tregua de forma unilateral, sin condiciones y sin una negociación previa. Con ello pretende impulsar el proceso iniciado por la izquierda abertzale en su conjunto, dejando todo el protagonismo al movimiento político. Esa es la gran novedad y es precisamente eso lo que me permite estar convencido de que ETA llevará el proceso hasta el final de sus consecuencias. Por parte de la organización armada hay una intención de dejar a un lado la lucha armada y de alcanzar una solución política, a través de la negociación y de un debate democrático.
Parece que esta vez van a colocar los bueyes delante del carro. Están en ello, pero tampoco es algo novedoso, porque es la consecuencia de una dinámica de varios años que ahora va tomando forma. ETA no ha negociado nada con el Gobierno español. La negociación y el acuerdo han sido con elmovimiento político de la izquierda abertzale.
¿El hecho de que su decisión sea incondicional es un síntoma de debilidad?
Tanto en Lizarra como en el proceso de Loiola de 2006 se ha visto con claridad que el Gobierno español no ha querido negociar ni va a negociar. Por un momento parecía que estaba dispuesto a hacer algo, y abrió una puerta a la salida política. Pero luego se ha visto que no tiene ningún interés y que utiliza la lucha armada como excusa para no dar nada a Euskal Herria, tampoco el derecho de autodeterminación. Ante esa evidencia, nos adentramos en una nueva estrategia.
¿Y qué lugar ocupa la violencia en esa estrategia?
En mi opinión, no hay lugar para la violencia en esa nueva estrategia. Ahora mismo, para doblegar a los estados español y francés, es necesaria otra estrategia en la que no tiene cabida la violencia. Si la sociedad vasca se moviliza, y ese ha de ser el objetivo, Madrid y París terminarán cediendo y tendrán que aceptar que Euskal Herria es un pueblo con todas sus consecuencias y, por tanto, habrá que reconocerle sus derechos democráticos, entre ellos la autodeterminación. En Iparralde hemos transitado por un proceso de ese tipo de la mano de IK.
En Iparralde tomaron la delantera a la hora de arrinconar la estrategia armada.
Llegado un momento pensamos que “El debate ha sido fuerte. No creo que los más radicales actúen por su cuenta” “Si la sociedad vasca se moviliza, Madrid y París terminarán cediendo” había que dejar la violencia en un segundo plano y priorizar la construcción de un movimiento político plural. Dimos ese paso hace diez años, después de que en los noventa comenzamos a labrar un movimiento de izquierdas, Abertzaleen Batasuna, para aglutinar a todas las fuerzas de la izquierda abertzale, aunque luego en 2001 se produjo la división que propició la salida de Batasuna. Esa unión es lo que está ocurriendo ahora en Hegoalde. La lucha armada en Hegoalde, en parte, ha obstaculizado estos años el proceso en Iparralde.
¿Tomaron la delantera a Hegoalde?
Vimos que la estrategia armada bloqueaba la posibilidad de cambiar el escenario y que, si continuábamos con la lucha armada, hipotecábamos la causa de Euskal Herria en Iparralde. Fuimos conscientes de que fruto de nuestra lucha, primero armada y luego política, cambiaron las condiciones, se crearon algunas estructuras, se extendieron las ideas abertzales… por lo que se concluyó que no era necesaria la lucha armada. En Hegoalde todavía no se ha llegado a ese estadio porque, cada vez que ETA ha ofrecido una tregua, el Estado español ha apostado por más represión, en vez de dar pasos o gestos, por ejemplo, en materia de presos.
Pero ETA aún no ha anunciado una tregua definitiva.
No es fácil después de tantos años de estrategia armada dar ese paso. El debate en el seno de la izquierda abertzale está siendo muy intenso, pero la mayoría ve con buenos ojos el cambio de estrategia. Aunque algunos ven con temor el hecho de abandonar la lucha armada, ya que creen que no se va a conseguir nada y que todo lo hecho hasta ahora no ha servido para nada.
¿Es demasiado pronto para que ETA pueda dar el paso en un plazo breve?
Si se dan las condiciones necesarias por parte del Estado y las fuerzas políticas, ETA estaría dispuesta a dejar las armas. En mi opinión, el proceso no marcha tan rápido. En la izquierda abertzale hay acuerdo suficiente, pero el apoyo entre el resto de los abertzales no es tan claro. Por parte del PNV hay una especie de tibieza, no saben si en esta ocasión el alto el fuego se va a romper de nuevo.
¿No le parecen normales esos recelos, vistas las experiencias anteriores?
No sé si son normales. En todo caso, ahí están. Para mí no lo son, ya que la apuesta de la izquierda abertzale es sincera. Y creo, además, que necesita del acompañamiento y la confianza del resto de los abertzales. Es comprensible esa pérdida de confianza pero, en este último año, se han dado pasos muy importantes para poder fiarnos de ella.
¿Qué espera del Estado español?
Debería ofrecer algunos gestos. Ha habido algunas declaraciones últimamente que dan la impresión de que el PSOE aporta algo, pero son simplemente palabras. Otegi sigue encarcelado, podrían ponerlo en libertad. No se puede obrar una negociación desde una celda. ¿La legalización sería un gesto? Sí lo sería, pero un gesto de mínimos. No entiendo cómo los que se tienen por abertzales aceptan esto y participan en las elecciones viendo que otro partido está ilegalizado. Si son demócratas, no deberían tomar parte de ese juego.
¿Ve riesgo de escisión en ETA o la izquierda abertzale?
No lo creo. El debate ha sido grande e intenso, y no creo que los más radicales vayan por su cuenta, a pesar de que estoy convencido de que algunos no creen en el proceso. En Irlanda sí ha habido escisiones. Sí, las ha habido. Pero, si aquí las hubiera –yo no creo que eso vaya a producirse aquí – , serían hechos aislados, sin continuidad. El proceso es irreversible, el proceso seguirá adelante y la sociedad vasca empezará a moverse, lo que provocará nuevos movimientos.
¿Qué papel debe jugar el Estado francés?
París afronta este asunto como una cuestión interna del Estado español. No entiende que hay un problema vasco. Es más, hasta ahora, la lucha en Hegoalde ha sido utilizada como pretexto para no tomar ninguna medida respecto de Iparralde, y así no molestar y poner obstáculos al Estado español en su lucha contra ETA.
¿Quiere decir que, si se moviera el Estado español, el francés también lo haría?
Al menos no tendría la excusa. De todas formas, será necesaria la movilización de Iparralde y, para eso, hay que unir a las fuerzas políticas, no sólo a los abertzales, para avanzar en el reconocimiento político e institucional que ahora no tiene Iparralde. Eso supone la creación de una institución especial que supera al ya agotado Departamento Vasco y que, aunque hay mucho debate sobre su nombre, nosotros denominamos a esa institución como autonomía.