Siguiendo la estela de análisis anteriores, insistimos en que son tres las claves o fuerzas históricas determinantes en la historia del Euskal Herria y en su proceso de liberación:
1. El desarrollo del modo productivo capitalista, en su doble vertiente exterior e interior.
2. La estructura represiva de los Estados imperialistas, tanto español como el francés.
3. La lucha de clases entre vascos, es decir, el choque entre proyectos nacionales y sociales antagónicos.
Las tres claves mencionadas se relacionan de formas específicas en las distintas épocas y ciclos. Históricamente responden ante dos intereses enfrentados:
1. De un lado, el conjunto de fuerzas burguesas, con su bloque social y humano de apoyo, sus Estados e instrumentos de poder.
2. De otro lado, el conjunto de fuerzas populares que luchan por la liberación nacional y social.
Sus evoluciones, fuerzas respectivas, alianzas internas e internacionales y demás, son inseparables de la evolución global del conflicto en Euskal Herria y en el mundo. A grandes rasgos y de una manera somera se puede afirmar que los cambios adoptados en la Izquierda Abertzale responden a la necesidad de fortalecer al Pueblo trabajador vasco y al conjunto de fuerzas populares que abarcan desde la socialdemocracia hasta los comunistas. La decisión de crear la Muralla Popular no es un capricho. De lo que se trata es de parar la ofensiva del capital (en transición y por lo tanto más agresivo) y a su vez avanzar en el proyecto histórico de “independentzia ta sozialismoa”. Quien no sea capaz de concebir el proceso de liberación nacional y social de Euskal Herria como las dos patas de una misma construcción, difícilmente entenderá qué sucede en el solar vasco y en qué punto histórico se encuentra la lucha del MLNV.
Afirman los políticos profesionales del sistema que la política es “el arte de lo posible”. Nosotros y nosotras, desde EHK, negamos la mayor y nos abrazamos a esa maravillosa afirmación del Che que, con rotundidad, expresaba todo el conjunto del pensamiento y sentimiento revolucionario: “la política es el arte de hacer posible lo imposible”. Sabemos que la profundización en lo imposible para hacerlo posible, en las actuales circunstancias, topa con una realidad dominada por una crisis que se agudizará aún más y que responde a la necesidad del sistema capitalista por perpetuarse y buscarse una salida victoriosa de nuevo. Una crisis en la que predominan la desideologización y los intereses individuales. Cualquier fundamento que pretenda incidir en la realidad desde un criterio revolucionario es tachado de obsoleto y finiquitado.
Toda crisis se nos presenta como un parto, un período de “transición”. Lo viejo que no acaba de morir y lo nuevo que no acaba de nacer. Todo parto suele ser doloroso y el MLNV ha llegado a la conclusión de que debe prepararse. Y hablamos del MLNV en su conjunto y no sólo de una de sus facetas o instrumento de lucha. Quien centre su mirada y realice una lectura reduccionista y sesgada sobre la cuestión (exclusivamente) armada de este proceso histórico o no entiende o no conoce la dialéctica.
Porque la garantía de mantenimiento de la Ruptura en un proceso político frente a la Reforma no depende de un solo factor, sino de un conjunto de variables interconectadas.
Miremos por un instante al pasado de nuestro País, Euskal Herria. La experiencia histórica como fuente de aprendizaje, como origen de nuestra sabiduría. Invariablemente, lo que somos actualmente es la acumulación de nuestras experiencias vitales, individuales y colectivas, como pueblo y como clase emancipadora. La historia nos retrotrae a fijarnos en dos hechos que deben de servirnos como referencia de lo que se puede pero no se debe hacer:
1. Una es la legalización del PCE-EPK.
2. Otra, la integración en la reforma de Euskadiko Ezkerra y la fracción “Zazpiki” de la organización armada ETA (pm). El Bloque político-militar.
Dos organizaciones, un mismo destino. Dos organizaciones “totalmente distintas” pero a las que les fueron aplicadas las mismas recetas para su neutralización. Con su “ingreso” en la Reforma se advirtió un debilitamiento evidente del Bloque de fuerzas populares y del Pueblo trabajador vasco que se enfrentaban, en ese momento, al conjunto de fuerzas burguesas tanto imperiales como regionalistas.
Ambas fuerzas (PCE-EPK y EE), teóricamente marxistas-leninistas no supieron o no quisieron, visualizar la trampa a las que fueron empujadas. Una trampa que disponía de cuatro mecanismos muy bien entrelazados en los distintos frentes de lucha coordinados todos ellos por la represión del Estado:
- En el ideológico no se renuncia, en un principio, a lo que se es, pero sí se exige y se incide en un desarme intelectual progresivo y en una desactivación del capital político conseguido por años de lucha. Se incentiva el fraccionamiento y las escisiones. Se renuncia y se denuncia el pasado. Se destruye de facto, la fuerza moral que los ha llevado a ser quienes son. En ese contexto lo que se es se va dejando de lado, comienza el viaje al abandono y al olvido progresivo, el viaje a la nada. Es el paso inevitable de la revolución a la socialdemocracia. Es la incapacidad de análisis.
- En el frente institucional, se pone todo el énfasis del accionar político en el electoralismo. Las elecciones burguesas pasan de ser una referencia, un medio, a convertirse en el fin, en objetivo final. Ganar una confrontación electoral burguesa y gestionarla se confunde con la toma de poder. Lo pragmático es lo correcto, lo imposible y la utopía se marginan. El miedo al aislamiento político juega a favor del Estado.
- En el frente de masas, se procura la desactivación de toda reivindicación. La movilización social es contraproducente, puede cuestionar la política institucional (la política se realiza en los parlamentos y no en las calles). Se neutralizan fórmulas de contrapoder que cuestionen el orden social. La lucha en la calle se aísla y se reprime por distintos medios. La lucha de clases se ignora, ahora es la existencia de la ciudadanía la nueva fórmula mágica que desplaza a las clases en liza.
- El movimiento obrero se instala en el Pacto social, las reivindicaciones de las mejoras sociales y salariales son atendidas. El sindicalismo reformista se hace con las riendas del mundo laboral ante las “victorias” logradas frente a la patronal.
Durante muchos años, los Estados español y francés han premiado la traición, los sobornos, compras y regalos acompañados por la imposición violenta y el miedo. Lo sabemos. Pero por contradictorio que pueda resultar, el mismo Estado español y francés, su represión, y sus burguesías tanto imperiales como regionalistas, han puesto los medios y las condiciones para iniciar la siguiente fase en el proceso de liberación nacional y social de este pueblo. Un nuevo proceso de procesos.
La decisión política de la Izquierda Abertzale de iniciar la construcción nacional a comienzos de los 90, abandonando posturas de resistencia que dieron resultados exitosos años atrás, va a obligar a los Estados español y francés a rediseñar su estrategia represiva. El resultado del choque son las ilegalizaciones políticas en Euskal Herria que siguieron pasos calculados y metódicos. El orden del guión establecido es llevado milimétricamente a la práctica. Con el lema: “todo es ETA”, los Estados (sobre todo el español) inician su asalto final ante la insurgencia vasca.
En el frente ideológico la represión se ceba en el diario EGIN, después Egunkaria. Tras los medios de opinión vino la intervención en las organizaciones que actuaban en la lucha de masas, Jarrai y Gestoras pro-amnistia, prohibición de manifestaciones, criminalización de organismos populares como el movimiento anti-TAV, (ahora Askapena, las comparsas de Kaskagorri y Txoribarrote…) para poco después centrarse en la Unidad Popular denominada Batasuna, con ello se neutralizan las luchas institucionales y políticas en los distintos parlamentos y lo que es más importante, la gestión de ayuntamientos por parte de la Izquierda Abertzale. Quizás sea una cuestión de tiempo que los Estados actúen en el frente sindical.
Pero este proceso de ilegalizaciones lleva consigo el germen del desplazamiento de la burguesía regionalista del frente institucional y de la “mayoría social vasca”. El PNV y UPN pierden gestión a favor del centralismo autoritario español, ya no son necesarias para la estabilización de la Reforma. Las ilegalizaciones salpican ya a todo el entramado social de Euskal Herria. Hay una cuestión añadida en todo este panorama pero muy importante, el retroceso y fraccionamiento del mundo abertzale socialdemócrata (EA, Aralar, NABAI…) que no se re-sitúa ante los nuevos acontecimientos económico-sociales y políticos que, progresivamente, les van colocando en situaciones de verdadera dificultad para el avance de sus posiciones. Sin duda, todos ellos esperaban el desmoronamiento de una Izquierda Abertzale “acorralada” por la acción policial y militar para beneficiarse de ello. Las previsiones de estos partidos no se cumplen, la clave: la resistencia inesperada del Pueblo trabajador vasco y sus clases populares.
En el panorama sindical, el fortalecimiento de la concepción de un marco laboral propio hace que, en torno a él, giren las posiciones de ELA y LAB, que verifican con la crisis, que el pacto social, heredado de los Pactos de la Moncloa, ha cerrado su ciclo. Juntos pero no revueltos, ELA y LAB avanzan en acuerdos que puedan traducirse en una lucha conjunta contra el desmantelamiento del estado del bienestar.
Las condiciones económico-sociales, políticas y sobretodo ideológicas, tanto a nivel internacional como en Euskal Herria, que llevaron a la neutralización o posterior desaparición del PCE-EPK y EE no son en ningún caso comparables a la actualidad.
El resultado del choque entre la estrategia de la Izquierda abertzale y los Estados no ha conseguido, precisamente, la desaparición del proyecto “independentzia ta sozialismoa”. Observemos ahora los frentes y actuemos en consecuencia.
EUSKAL HERRIKO KOMUNISTAK (EHK)