El 8 de octubre Radio Euskadi cedió el micrófono a monseñor Munilla. Experto en esas lides comunicativas, el obispo pronunció una frase sustanciosa: «Forma parte de un camino de sanación y de normalización la despolitización [de la Iglesia]; esa excesiva mirada unilateral de la realidad».
¡Menudo papelón! Si don José Ignacio quiere despolitizar su Iglesia tiene tajo para rato. En sus manos queda la Adoración Nocturna, asociación secular que se define como «española» y que vela al Santísimo enarbolando un estandarte engalanado con la rojigualda. Revise los muchos templos que siguen exhibiendo placas conmemorativas de la heroica «cruzada», rótulos en los que sólo constan los caídos franquistas sin que aún hayan encontrado un hueco los republicanos. Repudie las multitudinarias y crispadas manifestaciones de Madrid que el propio Munilla suele promover; en ellas se confunden los integristas del Papa con los del PP; unos apelan a la moral y otros recogen los votos. Corrija fraternalmente a su hermano el arzobispo de Iruñea. Fuentes bien informadas aseguran que la misa del día de La Pilarica fue más una parada militar de la Guardia Civil que una celebración religiosa: la Virgen mereció menos atención que la bandera, los galones y los parabienes («Os conozco de cerca y sois estupendos… cuando sé que habéis salido por la noche a detener malhechores duermo tranquilo»). Lo que Munilla ocultó en la radio fue el verdadero significado de su «camino de sanación»: dinamizar a los sectores integristas e inmovilizar a los progresistas; concederles a los primeros un papel protagónico y marginar a los segundos para que no tengan cabida ni en la sociedad ni en la Iglesia. Convencer a unos de que son la fuerza salvífica y a los otros de que su presencia y su trabajo son maléficos. A decir verdad, Munilla es parte de un ejército sanatorio bastante amplio. Gentes que miran al mundo como desierto plomizo y tratan de maquillarlo con el colorismo de sus vivencias místicas. Rechazan analizar las contradicciones de la sociedad y así se evitan la engorrosa y mal vista tarea de enfrentarlas. Grupos que, en nombre de una fe purista, consideran equivocados a quienes luchan en la arena social y política tratando de transformarla.
Casi en los mismos días en que Munilla nos invitaba a despolitizarnos, pude escuchar el mensaje de dos personas venerables invitando a la acción. Uno, monseñor Proaño, obispo ecuatoriano que se identificó con los pueblos originarios y defendió sus derechos, murió hace años, pero una persona cercana nos recordaba su mensaje: «Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde, antes de que la ambición y codicia de unos pocos convierta a nuestro planeta en una luna muerta». El otro, José Luis Elkoro ‑laico y comprometido con Euskal Herria- nos recomendaba antes de abandonar la cárcel: «Que la sociedad vasca se active y emprenda una lucha política contundente y firme con Madrid para superar esta situación». Participar en la dura y esperanzada marcha de los oprimidos es uno de los mejores «caminos de sanación».
fuente: Gara