Hay algunas ‑pocas- cosas más peligrosas que un fascista. Por ejemplo, un fascista ignorante (aunque a más de uno eso le pueda sonar a redundancia).
Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP se cuenta entre estos elementos.
Repite la cantinela de que, al final de la lucha armada de ETA tiene que haber vencedores y vencidos. Y se imagina, laureado, entre los vencedores y con Franco mirándole sonriente desde el Olimpo de los fachas.
Para recalcar la contundencia de la declaración, decía González Pons que es precisa la derrota militar de ETA y no un Abrazo de Bergara que, a modo de acuerdo, sitúe la conclusión de la campaña armada en términos de negociación y no de rendición.
González Pons, a quien atribuyo fe fascista por militar donde milita y ostentar, además, cargo tan relevante, ignora qué fue el Abrazo de Bergara y, en consecuencia, desconoce que aquello sí fue una rendición en toda regla, acompañada además por la traición de los españolistas comandados por Espartero, a quien la reina de España premiaría la felonía nombrándole Príncipe de Vergara, todo un baldón para mi pueblo. Ignora también González Pons el batallador que después de la firma de aquel ignominioso convenio con el que se puso fin a la Primera Guerra Carlista y la mutilación de los fueros vascos, hizo falta muy poco tiempo para que prendiera la Segunda Guerra Carlista, que concluyó en derrota militar y la total abolición foral. Luego el fuerismo daría paso al nacionalismo, Franco declararía provincias traidoras a Gipuzkoa y Bizkaia y en 1959 nació ETA.
Es sólo un repaso muy somero a algunas cosas que nos han traído hasta el punto en que nos encontramos, pero suficiente para que, si González Pons supiera memorizarlas y reflexionar sobre ellas, alcanzara a entender que no va a presenciar la rendición de nadie en estos pagos y que tampoco valen abrazos y convenios falsarios que sean incumplidos luego con la naturalidad con que acostumbran los sucesivos mandatarios españoles.
A González Pons alguien le debería instruir sobre las mil y una victorias de sus tropas que dieron como fruto la independencia de todas sus colonias de ultramar. Y si alcanzara a reflexionar, llegaría a la conclusión de que los aplastamientos y las traiciones son el germen de nuevos alzamientos. No, definitivamente, aquí no necesitamos vencedores y vencidos ni abrazos cargados de mala intención. Aquí sólo necesitamos respeto a la voluntad del pueblo.