Cuando las patotas de la burocracia sindical atacan, golpean y matan a trabajadores combativos, como Mariano Ferreyra, se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Agustín Tosco, cuando se encontraba en la clandestinidad, porque el gobierno de Isabelita había decretado su detención, la Triple A lo había condenado a muerte y su gremio Luz y Fuerza había sido intervenido por el Ministerio de Trabajo.
Pensamos, que por la dimensión de su figura, merece que lo recordemos en distintos aspectos de su vida, y eso es lo que intentaremos.
Ejemplo de sindicalista
Tosco fue un dirigente sindical combativo, clasista, honesto, solidario, democrático, pluralista, trabajó codo a codo junto a compañeros de distintas posturas políticas y con los estudiantes universitarios.
Tosco en 1952 fue electo secretario del cuerpo de delegados de Luz y Fuerza de Córdoba, en 1953 ganó las elecciones para la conducción del gremio en la provincia, teniendo 23 años. Un año más tarde lo eligieron como Secretario Gremial del secretariado nacional de la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza (FATLYF). Al cese de las intervenciones militares, entre 1955 – 1957, bajo las cuales fue inhabilitado, formó parte del Congreso Normalizador y volvió a ser reelegido en los dos cargos antes mencionados. En 1972, mientras permanecía en prisión fue elegido como secretario adjunto de la CGT Regional Córdoba.
Tosco se pronunció por una sociedad sin explotadores ni explotados, con posiciones antiimperialistas, antidictatoriales e internacionalistas.
Tosco fue perseguido, varias veces detenido, pasó por distintas cárceles, y la Masacre de Trelew lo encontró encarcelado en Rawson.
Nada de lo humano le era ajeno
Tosco recordaba que hizo el secundario en calidad de interno, “el ciclo básico industrial, en la Escuela de Trabajo, donde fui elegido presidente del Centro de Alumnos. Mi militancia arrancó en esa época, cuando encabecé varias huelgas por condiciones en el internado y contra las autoridades de la casa. No es lo único: en el mismo lugar al terminar el ciclo, me designaron para hablar en el cierre del curso; desde allí critique el sistema vigente en la escuela y me negué a recibir el diploma de parte del Director, donde me ovacionaron todos los compañeros. A los 9 años decidí hacerme hincha de fútbol y en vez de optar por el campeón de la temporada (1939) Independiente, me hice hincha del único equipo que logró derrotarlo: Huracán. Años más tarde esas preferencias se volcaron por dos clubes cordobeses: Talleres y Alas Argentina, un modesto equipo de mi barrio. A los 18 años durante tres años fui a la Universidad Tecnológica, donde me recibí de electrotécnico, donde fui delegado de curso. Allí se discutía mucho y ese diálogo permanente me incitaba a profundizar la lectura.
Siempre me gustó leer. En mi propia casa con piso de tierra y sin luz eléctrica; me había construido una pequeña biblioteca, precaria pero accesible. De adolescente solía preferir a Ingenieros; aunque positivista, enseñaba cosas. Cuando a los 17 años salí a buscar una nueva ocupación, recibí enseñanzas de otra índole: me aceptaban como aprendiz y entonces no me pagaban o me pagaban poco. Corría la liebre. Tan solo al cumplir la mayoría de edad conseguí incorporarme a Luz y Fuerza como ayudante electricista en el taller electromecánico, donde ahora soy técnico especializado. Por aquella época ya había adquirido conciencia de los conflictos sociales, y había decidido también tomar partido por mi clase. A los 19 años fui elegido subdelegado, a los 20 ascendí a delegado. Mientras tanto, Perón subía al poder y yo miraba con simpatía al movimiento que levantaba un eslogan contra Braden.»
Consultado como era un día de su vida, comentó: “Bueno, me levanto a las cinco y media. Antes de las seis y media estoy fichando en la empresa. Trabajo hasta la una y media. Almuerzo en casa (a veces lo hago en el sindicato), duermo una pequeña siesta de dos horas, y desde las cinco de la tarde estoy en el sindicato, trabajando con los compañeros, con la gente que viene. Atiendo también en la CGT. En fin, terminamos siempre a la una o dos de la mañana, dormimos muy poco. Por las noches, íbamos a ver partidos de básquetbol; nos quedábamos a cenar, en fin, seguíamos hablando siempre de los problemas nuestros, pero no bajo el signo que nos obligó Ongania y la Revolución Argentina”.
Sus definiciones ideológicas
Se definía como “marxista-socialista, los fundamentos que tengo están elaborados en base al materialismo dialéctico, y en lo político estoy por la unidad de las fuerzas de la distintas tendencias, sin discriminaciones ideológicas, pero siempre que coincidan con el progreso y la liberación nacional de los argentinos”.
Ante la consulta de ¿Cuál revolución es la que propugnaba?, no vaciló en responder: “En realidad la única revolución posible es la que cambie la propiedad de los medios de producción y de cambio, ahora en manos de entes privados y privilegiados, para colocarlos en manos del pueblo. Es la revolución socialista, con sus características y su desarrollo histórico según las condiciones nacionales de cada país”.
Y para que no quedaran dudas de sus posturas declaró “nosotros queremos rescatar los medios de producción y de cambio que están en manos de los consorcios capitalistas ‑fundamentalmente de los monopolios- para el pueblo. Nuestro punto de vista es que deben desaparecer las clases y que debe existir una clase: la de quienes trabajan. Y no como ahora, que existen: la de los explotados que trabajan y la de los explotadores que sólo viven del esfuerzo de los demás”.
La unidad del campo popular y los revolucionarios
Fue un defensor de la unidad de los revolucionarios y de la izquierda. Compartió con los comunistas la construcción de la Comisión Nacional Intersindical y el Encuentro Nacional de los Argentinos, apoyó la candidatura peronista de Atilio López para la vicegobernación de Córdoba en 1973, impulsó y participó en los Plenarios Antiburocraticos, junto a numerosos gremialistas combativos, se sumó entusiastamente a los Congresos del Frente Antiimperialistas y por el Socialismo (FAS), que impulsaban entre otros el ERP-PRT, en tanto que su abogado y amigo era el radical Hipólito Solari Irigoyen.
Sus compañeros opinan de su personalidad
Felipe Alberti ‑secretario de Cultura de Luz y Fuerza Córdoba- sostuvo ante “Primera Plana” que “Tosco es uno de los pocos dirigentes que la Federación no logró corromper”. Otro compañero, Contreras, opino que “tanta austeridad, tamaña conducta, suele reflejarse en la ayuda que el dirigente sindical acepta para su esposa e hijos, mientras dure su prisión. Mensualmente y por limitación del propio Tosco, entregamos 60 mil pesos viejos a su esposa, fruto de la colaboración voluntaria de nuestros afiliados; cada uno se cotiza con lo que puede. Desde el más modesto hasta los que tiene cargos altos. Lo que sobra de esa suma, lo integramos en el fondo para ayuda de los presos….” La revista comentó que “Contreras y Alberti, junto a otros dirigentes sindicales lucifuercistas (Moro, Ditofino, Grigaitis), constituyen el anillo que rodea a Tosco. “El Gringo ‑refieren- tiene una gran personalidad; es honesto y correcto. Posee una capacidad de trabajo increíble. Se pasa 18 horas en el sindicato. A nosotros nos cuesta seguirlo. Le gusta hablar de noche. Por ahí ‑bromean- le decimos que en vez de haber sido encargado de sector, tendría que ser sereno”. Claro que no todas son rosas entre Tosco y sus amigos: “Por ahí nos peleamos, es que Tosco tiene todas las cosas que puede tener un hombre ‑dice Alberti‑, pero a poco de discutir, de calentarnos, vemos que la mayoría de las veces tiene razón”. Además dicen que “Desde la cárcel, el 17 de septiembre del año pasado, Tosco fue reelecto en su cargo por 1110 votos contra 653. Nadie duda sobre el respeto a su personalidad, una actitud de todos los sectores, incluso los de la propia oposición sindical. En ese terreno, algunos acuerdos pudieron lograrse más allá de las frías relaciones políticas”.
Tosco y sus convicciones
Sobre él se dijo: “Fue de esos hombres que militó la terquedad de la esperanza, un autodidacta, anduvo siempre en la búsqueda de ampliar el conocimiento, como una manera de ser cada más libre, buscó perfeccionarlo a través de la lectura y el estudio, éste, fue uno de las modalidades para ampliar el conocimiento, tanto humanísticos, políticos o técnicos; el otro, fue el de bucear en las aguas profundas de la práctica concreta, y combinaba la teoría con esa práctica, en un ejercicio permanente de comprobación”.
El otro aspecto de su personalidad, pero que tiene que ver con la integralidad del hombre, fue la de cumplir con los mandatos que le daban sus iguales: los compañeros, la de ser buen trabajador, la de tener una actitud correcta frente al trabajo, ante sus compañeros en la relación social diaria, ser solidario, una de las formas era la de transmitir sin egoísmos el conocimiento acumulado del oficio, cualidad de esa particularidad, que es ignorada en los mundos académicos cuando se trata de la descripción de un trabajador.
Una fuerte concepción fue la de obrar siempre en forma colectiva, lo demostraba en los hechos concretos, hablaba y actuaba en plural siempre rodeado de sus pares.
Desarrolló su pensamiento buscando otra realidad para el Movimiento Obrero Argentino, que se centraba en la rotura de las cadenas que lo oprimían.
Fue claro al señalar que el reclamo económico solamente, era una trampa tendida por los explotadores. Dijo que “el patrón, trataba de penetrar con esa concepción, la de pelear sólo por el salario y otras reivindicaciones parecidas. Era la ideología del economicismo que se inmiscuía en el seno de las luchas de los trabajadores para desviar el problema central, la lucha de clases en el marco de la lidia por la liberación nacional, para terminar con la explotación del hombre por el hombre”.
“Acabar, definitivamente, con explotados y explotadores, terminar con los sueños de los explotadores que quieren que los trabajadores trabajen de la cuna a la tumba”.
“Eso fue lo que intentaron en intentan en la actualidad los dirigentes obreros participacionistas o colaboracionistas, y los llamados burócratas en los tiempos contemporáneos, cuando buscaban y buscan artimañas para que la lucha sólo sea por el salario. Y que además, el Movimiento obrero fuera apolítico, tal como lo pretendían y pretenden las patronales, el Estado y las burocracias entregadas”.
Tosco y sus compañeros, expresaban distintas corrientes del pensamiento político local y nacional, tuvieron en claro que no se puede introducir ningún partido político en forma preeminente, ni darle un tinte partidario al sindicato. Entre los trabajadores, en el seno de la clase obrera conviven y existen distintas expresiones, identidades, creencias y pensamientos. Por eso sostenían que la política sindical es la forma política más importante y compleja a desarrollar.
Dos tipos de sindicalismo
Tosco, definió que existían, dos tipos, al menos de sindicalismo. “Uno el sindicalismo que denominamos participacionista o adaptacionista, que se mueve en forma dependiente y referencial al sistema. Es el que espera que crezca el costo del nivel de vida para pedir aumento de salarios y que termina conformándose en la práctica con el aumento de salarios que la Secretaría de Trabajo autoriza. El otro, es el sindicalismo de liberación, que ha comprendido que debe ser un factor en la lucha por la liberación nacional. Es el que atiende tanto a la defensa de los derechos y reivindicaciones de carácter inmediato de los compañeros y que plantea la lucha contra el imperialismo internacional del dinero, en su manifestación concreta de monopolios de la producción, de la distribución, de los servicios, de las finanzas internacionales. Es el sindicalismo que asume una misión y una responsabilidad global, social y nacional. Que plantea la transformación revolucionaria de las estructuras y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal ‑social y no privada-”.
“El sindicalismo de liberación lucha en estos momentos contra los tres grandes responsables de la injusticia y de la opresión: el imperialismo, la dictadura y el participacionismo. A su vez levanta tres banderas de unidad y lucha: justicia social, soberanía popular y liberación nacional, que particularmente pueden tener otras denominaciones, pero que en el fondo, deben unir a todos los que luchan por una vida mejor, sean del color que fueren. El sindicalismo de liberación debe actuar en todos los terrenos, institucionales o no. Depende de la relación de fuerzas y de las circunstancias para la preeminencia de su accionar en un terreno u otro. Los sindicatos en cuanto instrumentos de la clase trabajadora no son apéndices natos del sistema”.
“Este sí, quiere convertirlos en un apéndice morigerador. Pero la lucha de la clase trabajadora debe llevarse en todos los terrenos y no debe cejar su esfuerzo para que todos los sindicatos sean, en el ámbito sindical, sus canales reivindicativos, desde los cuales mucho se puede hacer para el cambio del sistema, al menos por ahora en Argentina y varios países del mundo dependiente. El sindicalismo de liberación asume su papel político general en su capacidad vanguardista, en unidad con los demás sectores populares, políticos, económicos y sociales…”.
“Ya sea en el terreno institucional, en el de la resistencia e incluso en la clandestinidad no hay otra relación posible que la democracia de bases. Es decir el contacto directo entre los trabajadores y sus representantes o dirigentes. La concienciación a nivel de bases. La reciprocidad del intercambio de opiniones. Las asambleas generales, las de sectores, las de unidades de trabajo. Claro que hay diferencias para una situación institucional, de resistencia o de clandestinidad. Pero en definitiva en el terreno del sindicalismo, nada es válido, sin la democracia de bases y la consecuente reciprocidad entre las bases y las direcciones”.
“En todos los casos de manera tal que las bases sean las que decidan como protagonista de la vida y de los objetivos de su organización”.
Carta a su compañera
Con su compañera Susana, delegada del gremio, pasó gran parte de su vida. Cuando fue detenido el 29 de abril de 1971, al declararse el estado de sitio, fue traslado a Villa Devoto, luego fue traslado en 1972 a Rawson, y fue liberado el 23 de septiembre de ese año. A los días de ser encarcelado, le envió esta carta:
“Querida Susana: Ni bien llegué fuí ubicado en la celda de aislamiento en el entrepiso N° 6. Este es muy reducido construido sobre el 3° y último piso de uno de los grandes edificios del penal. Esta cárcel aloja alrededor de 2.500 detenidos. El ascensor llega hasta el último piso y por una escalera se va hasta donde estamos nosotros. La celda del entrepiso tiene dos pequeños compartimientos de 2,30 m. de largo por 1,40 m. de ancho; de altura 2,10 m. Podemos apoyar las manos en el techo, con los brazos abiertos un codo da sobre una pared y la mano sobre la otra; allí está la cama y la puerta no puede abrirse del todo, porque topa con la cama. Así, con datos prácticos, es la dimensión de cada compartimiento. Son contiguos y por el frente los comunica un pasillo, que a su vez desemboca en el baño. En éste una ventana con rejas da al exterior”.
“Desde la misma se puede observar parte del penal y del barrio Villa Devoto. Estuve 17 días completamente solo, hasta que lo trajeron a Ongaro, acompañado de una radio a transistores y los diarios de la mañana que dejan entrar. Tantos días sin conversar resultaron cansadores. Veía fugazmente a los celadores, ya que no están en el entrepiso sino abajo en el pabellón, cuando traían la comida o procedían al recuento. Hizo mucho frío y lo combatía con un calentador a kerosene”.
“Comenzaron a llegar cartas y comunicaciones por intermedio del abogado Dr. Hipólito Solari Irigoyen y desde Córdoba mi abogado y compañero el Dr. Arnaldo Murúa, aliviaron la situación. De la correspondencia y de los saludos de mis familiares, de las compañeras y compañeros de Luz y Fuerza, de instituciones, abogados y amigos recibí una cálida solidaridad llena de fe, de firmeza y de combatividad. Fueron mi principal oxígeno espiritual y pasé y paso la mayor cantidad de horas contestándolas, reconociendo todo eso que viene de los que luchan, de los que combaten la arbitrariedad y la injusticia, las trampas y los engaños de un régimen usurpador y continuista. Todas las cartas son pedazo de una vida palpitante que está allí afuera y que llegan hasta mí con su carga generosa de sentimientos, de ideas, de sólidas afirmaciones. Y por mi cabeza pasan los recuerdos, vuela la imaginación, se ratifican todas las posiciones y se contempla toda la sociedad que todos queremos construir”.
La persecución, la cárcel y la condena a muerte no pudieron vencerlo, siguió luchando y hoy sus acciones e ideas siguen vigentes en cada conflicto obrero.
Leónidas Ceruti es historiador.
IMC Argentina /Semanario Alternativas