Bra­sil, la eco­no­mía hace pre­si­den­te – Hedel­ber­to López Blanch

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Los ocho años de pre­si­den­cia de Luíz Inácio Lula da Sil­va han impul­sa­do a la loco­mo­to­ra bra­si­le­ña del déci­mo al octa­vo lugar de la eco­no­mía mun­dial y con sus inne­ga­bles resul­ta­dos posi­bi­li­tó la lle­ga­da, al pala­cio de Ita­ma­ra­ti, de la pri­me­ra mujer man­da­ta­ria en la his­to­ria de esa nación sud­ame­ri­ca­na: Dil­ma Rousseff.

La eco­nó­mi­ca bra­si­le­ña tie­ne un Pro­duc­to Interno Bru­to de 1.571.979 millo­nes de dóla­res según el Ban­co Mun­dial; una exten­sión terri­to­rial que repre­sen­ta la mitad de toda Amé­ri­ca del Sur y una pobla­ción de 192.000.000 de habi­tan­tes que hacen que esté con­si­de­ra­da una poten­cia mundial.

El triun­fo de Rous­seff sig­ni­fi­ca, como ella mis­ma ha decla­ra­do, una pro­lon­ga­ción de las polí­ti­cas eco­nó­mi­cas y socia­les enca­mi­na­das duran­te los ocho años pre­si­den­cia­les de Lula y, ade­más, el for­ta­le­ci­mien­to de la inte­gra­ción lati­no­ame­ri­ca­na, que ha ido incre­men­tán­do­se con el ejem­plo de resis­ten­cia dado en los últi­mos 50 años por Cuba y la lle­ga­da de gobier­nos nacio­na­lis­tas y pro­gre­sis­tas en Vene­zue­la, Boli­via, Argen­ti­na, Ecua­dor, Bra­sil, Nica­ra­gua, Uru­guay, Para­guay, Gua­te­ma­la, El Sal­va­dor y otros del Caribe.

La admi­nis­tra­ción de Lula enca­mi­nó sus pasos a la rea­li­za­ción de varios pro­yec­tos socia­les como Ham­bre Cero, Bol­sa Fami­lia (brin­da asis­ten­cia a núcleos pobres) y Pri­mer Empleo, que faci­li­ta a los jóve­nes el acce­so al mer­ca­do labo­ral, ade­más de los sub­si­dios dis­tri­bui­dos y el aumen­to de 53% del sala­rio míni­mo des­de 2003.

Como con­se­cuen­cia direc­ta, estos pro­gra­mas han per­mi­ti­do que las capas de la socie­dad menos favo­re­ci­das, duran­te la lar­ga lis­ta de gobier­nos neo­li­be­ra­les ante­rio­res, hayan aumen­ta­do sus ingre­sos y los con­su­mos men­sua­les, que impul­san a la vez el desa­rro­llo de la economía.

Las ayu­das guber­na­men­ta­les tam­bién se enca­mi­na­ron a la finan­cia­ción de la esco­la­ri­dad infan­til y el cre­ci­mien­to de los pues­tos de tra­ba­jo, que jun­to con los pro­gra­mas enun­cia­dos, han logra­do sacar de la mise­ria extre­ma a más de 20 millo­nes de bra­si­le­ños y dis­mi­nuir los altos nive­les de cri­mi­na­li­dad que exis­tían en esa sociedad.

Un dato muy hala­güe­ño es que en el pri­mer semes­tre de 2010, la eco­no­mía gene­ró más de 1.400.000 empleos for­ma­les y se espe­ra que a fines de año se alcan­cen en total 2.500.000.

En este enor­me esfuer­zo pro­duc­ti­vo-social, Bra­sil cerra­rá el año, con la cifra de des­em­pleo más baja de su his­to­ria: 7,3%.

Si estos datos se com­pa­ran con los de varias nacio­nes desa­rro­lla­das como Espa­ña que tie­ne 20,5% de des­em­pleo, Gran Bre­ta­ña, 8,5%, Esta­dos Uni­dos, 9,7% y otras, se com­pren­de con qué volun­tad y des­tre­za ha labo­ra­do el gobierno de Bra­si­lia para esqui­var y salir airo­so de la cri­sis eco­nó­mi­ca mundial.

Para este año, se esti­ma que el Pro­duc­to Interno Bru­to bra­si­le­ño cre­ce­rá 7,3% des­pués que el pri­mer semes­tre cerró con 9%. Este índi­ce, entre los más ele­va­dos del pla­ne­ta, jun­to a una balan­za comer­cial favo­ra­ble con paí­ses den­tro y fue­ra de la región, y la cons­tan­te lle­ga­da de inver­sio­nes que suman en los últi­mos tres años 93.488 millo­nes de dóla­res garan­ti­zan, de cier­ta for­ma, la esta­bi­li­dad actual de la nación.

Resul­ta inne­ga­ble que la vic­to­ria elec­to­ral de Rous­seff está ínti­ma­men­te liga­da a la ges­tión de Lula, quien ade­más, duran­te su man­da­to logró bajar la pobre­za de alre­de­dor de 42% en 2002 a 22% en 2009, es decir, 20% en solo sie­te años.

La cla­ve del éxi­to de Lula ha sido la de desa­rro­llar un plan eco­nó­mi­co de cre­ci­mien­to sos­te­ni­do, a la par de com­ba­tir los pro­ble­mas socia­les, al brin­dar opor­tu­ni­da­des a los sec­to­res más des­fa­vo­re­ci­dos para que se incor­po­ren a labo­res pro­duc­ti­vas y de servicios.

De esa for­ma se comen­zó a dis­mi­nuir la asi­me­tría eco­nó­mi­ca entre las dife­ren­tes capas pobla­cio­na­les, un mal que ha per­se­gui­do des­de hace años a la socie­dad bra­si­le­ña. Según el índi­ce Gini, que mide las des­igual­da­des en una esca­la de 0 a 1, Bra­sil se colo­ca en 0,493 que aún deno­ta las dife­ren­cias exis­ten­tes entre los sec­to­res ricos y los pobres.

Entre los pro­yec­tos futu­ros enu­me­ra­dos por la actual jefa del Esta­do se encuen­tra el de con­ver­tir a Bra­sil en la quin­ta eco­no­mía del mun­do en la pró­xi­ma déca­da, para lo cual se cuen­ta con el poten­cial indus­trial ins­ta­la­do, gran­des reser­vas petro­le­ras des­cu­bier­tas en los últi­mos años y nume­ro­sa fuer­za laboral.

Con el impul­so eco­nó­mi­co que ha teni­do en estos años el gigan­te sud­ame­ri­cano, podría en unos años situar­se des­pués de Esta­dos Uni­dos, Japón, Chi­na y Ale­ma­nia y supe­rar en esa esca­la a Fran­cia (2.634.817), Gran Bre­ta­ña (2.198.163) e Ita­lia (2.089.555).

Bra­sil tam­bién ha tra­ba­ja­do ardua­men­te para incre­men­tar la inte­gra­ción, la coope­ra­ción y el comer­cio regional.

En esa polí­ti­ca «lati­no­ame­ri­ca­nis­ta», el gobierno de Ita­ma­ra­ti, jun­to con Argen­ti­na y Vene­zue­la, die­ron en 2005 en la reu­nión de Mar del Pla­ta, el tiro de gra­cia a la Alian­za de Libre Comer­cio para las Amé­ri­cas (ALCA) que pro­yec­ta­ba el gobierno esta­dou­ni­den­se para con­tro­lar a la región como una neocolonia.

Muchos han sido los logros alcan­za­dos pese a tener en con­tra a los gran­des medios de comu­ni­ca­ción que están en manos de la oli­gar­quía y las trans­na­cio­na­les capi­ta­lis­tas y han sido hos­ti­les en todo momen­to al gobierno de Lula.

Aho­ra corres­pon­de a Dil­ma Rous­seff con­ti­nuar el tra­ba­jo desa­rro­lla­do por la ante­rior admi­nis­tra­ción: incre­men­tar el poten­cial eco­nó­mi­co, dis­mi­nuir la pobre­za y las asi­me­trías, mejo­rar las con­di­cio­nes de vida de las capas más des­fa­vo­re­ci­das y tra­ba­jar por la for­ta­le­za de la inte­gra­ción lati­no­ame­ri­ca­na. Para lograr­lo, cuen­ta con su capa­ci­dad y con el apo­yo del Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res, de Lula y de la mayo­ría de su pueblo.

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