Entre­vis­tan­do ima­gi­na­ria­men­te a Marx sobre lo tra­ta­do en – El capí­tu­lo VIII del Tomo II de “El Capi­tal” (III)

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Es sabi­do que el mis­mo valor de uso que sur­ge como pro­duc­to de un pro­ce­so de tra­ba­jo entra en otro pro­ce­so de tra­ba­jo como medio de pro­duc­ción. Es la fun­ción de un pro­duc­to como medio de tra­ba­jo den­tro del pro­ce­so de pro­duc­ción la que lo con­vier­te en capi­tal fijo. En cam­bio, no tie­ne nada de capi­tal fijo si ese pro­duc­to sur­ge, a su vez, de un pro­ce­so de pro­duc­ción. Así por ejem­plo, una máqui­na, con­si­de­ra­da como pro­duc­to o como mer­can­cía del fabri­can­te de maqui­na­ria, for­ma par­te de su capi­tal-mer­can­cías. Sólo se con­vier­te en capi­tal fijo en manos de su com­pra­dor, del capi­ta­lis­ta que la emplea productivamente.

En igual­dad de cir­cuns­tan­cias» el gra­do de fije­za de un capi­tal aumen­ta a medi­da que aumen­ta el gra­do de dura­ción del medio de tra­ba­jo. De este gra­do de dura­ción depen­de, en efec­to, la mag­ni­tud de la dife­ren­cia entre el valor-capi­tal plas­ma­do en medios de tra­ba­jo y la par­te de esta mag­ni­tud de valor que en los repe­ti­dos pro­ce­sos de tra­ba­jo trans­fie­re el pro­duc­to. Cuan­to más len­ta sea esta trans­fe­ren­cia de valor —y los medios de tra­ba­jo trans­fie­ren valor cada vez que se repi­te el mis­mo pro­ce­so de tra­ba­jo — , mayor será la dife­ren­cia entre el capi­tal inver­ti­do en el pro­ce­so de pro­duc­ción y el capi­tal con­su­mi­do en él. Una vez que esta dife­ren­cia des­apa­re­ce, el medio de tra­ba­jo se ago­ta y, al per­der su valor de uso, pier­de tam­bién su valor. Deja de ser un agen­te de valor. Y como los medios de tra­ba­jo, al igual que todos los demás agen­tes mate­ria­les del capi­tal cons­tan­te, sólo trans­fie­ren valor al pro­duc­to en la medi­da en que pier­den, con su valor de uso, su valor, es evi­den­te que cuan­to más len­ta­men­te pier­dan su valor de uso, cuan­to más tiem­po per­ma­nez­can fun­cio­nan­do en el pro­ce­so de pro­duc­ción, más se pro­lon­ga­rá el perío­do en que que­de plas­ma­do en él valor-capi­tal constante.

Si un medio de pro­duc­ción que no cons­ti­tu­ye un medio de tra­ba­jo en sen­ti­do estric­to, por ejem­plo las mate­rias auxi­lia­res, las mate­rias pri­mas, los artícu­los a medio fabri­car, etc., se com­por­ta con res­pec­to a la trans­fe­ren­cia de valor y, por tan­to, con res­pec­to al modo de cir­cu­la­ción de su valor, como los medios de tra­ba­jo, será tam­bién agen­te mate­rial, moda­li­dad de exis­ten­cia del capi­tal fijo. Es lo que ocu­rre con aque­llas mejo­ras de la tie­rra a que nos refe­ría­mos más arri­ba y que aña­den al sue­lo cier­tos ele­men­tos quí­mi­cos cuyos efec­tos se extien­den a varios años o perío­dos de pro­duc­ción. En estos casos, una par­te del valor sigue exis­tien­do al lado del pro­duc­to en su for­ma inde­pen­dien­te o en for­ma de capi­tal fijo, mien­tras que otra par­te de valor se trans­fie­re al pro­duc­to y cir­cu­la, por tan­to, con él. En tales con­di­cio­nes, no se trans­fie­re al pro­duc­to sola­men­te una par­te de valor del capi­tal fijo, sino tam­bién el valor de uso, la sus­tan­cia en que exis­te esta par­te de valor.

Vene­zue­la, 26 de noviem­bre de 2010

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