Una realidad vieja como la humanidad misma, que hoy tiene la particularidad de que se habla de ella, se hacen estadísticas, se investigan sus causas y se buscan alternativas. No es poco.
Sin embargo, el patriarcado está más consolidado que nunca. Como bien dice Alicia Puleo, “en las sociedades occidentales hemos pasado del “patriarcado coercitivo” a un modelo de “patriarcado de consentimiento”, donde la mujer busca cumplir el mandato de un rol impuesto de forma voluntaria.” (2) No así el capitalismo, que hace aguas por todos lados, y en su caída está llevando a las prósperas clases trabajadoras europeas a situaciones imprevisibles.
La aceptación del patriarcado de consentimiento se expresa, por ejemplo, en la falta de crítica y la adaptación de las mujeres militantes a las estructuras androcéntricas de partidos, sindicatos y colectivos que conscientemente o no miran con lupa a cualquier mujer que aspire a elaborar política y más aun si es feminista. El feminismo se sigue viendo con desconfianza, tanto en la derecha como en la izquierda, porque las críticas al género hegemónico no gustan nada a muchos hombres y muchas mujeres, como tampoco gustan nada las denuncias a las clases dominantes. Pero hoy en el estado español, no nos queda más remedio que denunciar ambas cosas, porque la excusa de la crisis económica está dejando en evidencia la profunda misoginia de los políticos y el poder de los sectores de clase más reaccionarios. Dos contradicciones, la de clase y la de género que determinan el presente y el futuro de las mujeres.
El 25⁄11 suele ser un día de baile de cifras. El deseo de relacionar crisis económica con violencia de género y en consecuencia, desvirtuar los estudios feministas, lleva a periódicos como El Mundo a arrimar el ascua a su sardina y atribuir el asesinato de mujeres al fracaso político del Ministerio de Igualdad (3). Sin embargo, las cifras del Instituto de la Mujer y las publicadas por Mujeres en Red, indican que los índices de los últimos 10 años, se mantienen estables (4). No podía ser de otra manera porque para que un hombre maltrate a una mujer no hace falta estar en el paro ni estar deprimido. Es suficiente con estar convencido de que se es superior, de que las mujeres debemos estar a su disposición, que los trabajos que hacemos tienen menos valor, menos utilidad, menos capacidad. Y es que las mujeres hacemos el trabajo que sólo se ve cuando no se hace: el trabajo doméstico y el cuidado de mayores, niñas y niños. Sin embargo, estos trabajos fundamentales para la sostenibildad de la vida humana, ni se pagan ni se valoran por un único motivo: en su mayoría, los hacemos las mujeres.
Las mujeres socialdemócratas han creído que, con la presencia de algunas feministas en el gobierno de Zapatero, se conseguirían políticas que nos beneficien. Sin embargo, no tuvieron en cuenta que al integrarse en un partido capitalista y patriarcal como el PSOE, con un funcionamiento verticalista y antidemocrático, estas antiguas militantes se iban a convertir en tecnócratas de género, claudicando en sus principios y conformándose con proponer reformas que, como no podía ser menos, difícilmente se llevarían a la práctica. Así, las leyes de dependencia, de violencia de género y de igualdad se han quedado en meras declaraciones de principios. Nacieron sin presupuesto en una época de vacas gordas y ahora están prácticamente desaparecidas con la excusa de la crisis. No sólo eso, son tremendamente restringidas y aunque se aplicaran, no alcanzan ni remotamente a atender las demandas de los sectores a los que están dirigidos.
Esta realidad deja en evidencia que al poder no le interesan proyectos que debiliten al patriarcado, aunque en sí mismos podrían ser muy rentables. (5) Los servicios públicos y la atención a la dependencia crean muchos empleos y responden a la demanda de la mayoría de la población. El permiso de paternidad intransferible y remunerado al 100%, además de contribuir a la igualdad de género en el mercado laboral, sería de gran apoyo a la hora de favorecer el vínculo entre padres e hijos, cuya debilidad está en la base de los abusos y el maltrato.
La tecnocracia de género, desarrollada también por la mayoría de partidos políticos y sindicatos, está teniendo creciente incidencia en los colectivos de los movimientos sociales. Cada vez es más habitual escuchar a jóvenes varones que hablan de “género”, algo positivo pero que al no estar ‑en la mayoría de los casos- sujeto a ninguna dinámica concreta de implicación en la lucha pro feminista, ocurre que en la práctica quita inevitablemente a este concepto revolucionario acuñado en los años 60 todo contenido político, diseminando la relación jerárquica y de poder que ejerce un género sobre otro. En este sentido, Victoria Aldunate, militante del feminismo autónomo comunitario de Bolivia, al hablar de la implicación de la tecnocracia de género en la vida de las mujeres, nos dice que “sirve ante todo, a los intereses de la ideología patriarcal, la blanquea,la humaniza, despoja al feminismo de sus ideas, reflexiones y propuestas para presentarlas como otra cosas despolitizada y atomizada. Desmoviliza a los movimientos feministas y de mujeres, únicos capaces de ser una amenaza medular para el patriarcado” (5)
Las mujeres feministas tenemos un largo camino en la lucha contra todas las formas de opresión, incluida la violencia de género. La resistencia de los movimientos populares a asumir las propuestas feministas, poniendo siempre por delante lo relativo a bancos, multinacionales o el paro masculino, nos marca la necesidad de organizarnos entre nosotras para detectar dependencias y servidumbres y poder asumir plenamente la gestión política de nuestros intereses.
Solamente de esta forma podremos poner en la agenda política las cuestiones relativas al empleo femenino, la sexualidad, las bajas de paternidad y maternidad iguales en duración y en obligaciones, la reorganización de la jornada laboral en torno al trabajo no remunerado, la corresponsabilidad en el trabajo doméstico o la abolición del régimen especial de las trabajadoras del hogar. Así podremos transmitir a la sociedad la necesidad de una economía que subordine la lógica del beneficio económico a la sostenibilidad de la vida de las personas. Una tarea enorme que, visto lo visto, solamente podemos encarar nosotras.
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Notas:
1. [Todo pasa por] «La economía, estúpido» (the economy, stupid), fue una frase muy utilizada en la durante la campaña electoral de Clinton en 1992 contra Bush (padre). Luego la frase se popularizó como «es la economía, estúpido» y la estructura de la misma ha sido utilizada para remarcar los más diversos aspectos que se consideran esenciales.
2. Véase articulo de Alicia Puleo, “El patriarcado: ¿una organización social superada?”
4. Datos de violencia machista en 2010
http://www.redfeminista.org/searchnoticias.asp?id=muertas2010
5. Véase artículo http://www.elpais.com/articulo/opinion/quien/afecta/recorte/gasto/elpepuopi/20101028elpepiopi_10/Tes
6. Véase artículo de Victoria Aldunate ¿Género? ¿Qué es género? El feminismo no muerde. http://www.lahaine.org/index.php?p=35977
Publicado en La Haine