No por conocida deja de sorprender. La anunciada visita del líder del integrismo católico mundial a nuestra capital es defendida y posibilitada por las fuerzas más reaccionárias de la sociedad pos-franquista en que aún vivimos. Las que realmente mandan.
Felizmente, el pueblo que aún mantiene encendida a llama de la resistencia contra las arbitrariedades e imposiciones de ese poder no há dejado de hacer visible la oposición a la visita, exhibiendo banderas que aclaran que somos muchos y muchas las que no esperamos al ex-militante de las juventudes nacional-socialistas alemanas y actual líder católico, Joseph Ratzinger.
La visita, como se sabe, supone un gasto millonario sin nenguna justificación, sobretodo en tiempos de crisis y recortes sociales para el pueblo trabajador. Por eso representa la verdadera naturaleza del Estado y de sus instituiciones, colocadas al servicio de una confisión contra lo que establece incluso la infumável constituición española actual.
Pero no sólo eso. Las banderas que muestran, en Compostela, la oposición de una parte de la población al macro-espectáculo pro-vaticanista, han servido las últimas semanas de «indicio criminal» a los más de 6.000 policías españoles que, por tierra, aire y sobsuelo ocupan Compostela y provocan a vecinos y vecinas con su ameazante y armada presencia. La misma cantidad de euros que, por minuto, serán derrochados en la visita del día 6, sin que ni siquiera la escusa del reclamo turístico pueda ser alegada: la ocupación hotelera se há quedado en la mitad de lo previsto.
Según han denunciado algumhas entidades sociales y confirmado vecinos afectados, policías vestidos de paisano están violando ilegalmente domicilios compostelanos que exhiben la bandera anti-ratzinger en las ventanas. Sin orden judicial ni, en alguns casos, cualquier identificación, entran en viviendas y presionan a sus habitantes para que retiren las banderas, haciendo de la libre expresión un crimen perseguible. Hablamos, no se olvide, de las mismas instituiciones que en el pasado verano organizáron el circo de la selección española, extendiendo los colores rojigualdas en las ventanas de las vivendas como supuesta prueba de la españolidad de Galiza. Aquellas eran, por lo visto, las banderas de la virtud, estas las del pecado.
A todo eso se suma una nueva actuación violenta: la protagonizada ayer en las calles de Compostela por docenas y docenas de uniformados que impidieron la libre manifestación de centenas de vecinos y vecinas de Compostela contra la visita papal. Amenazas a manifestantes e informadores de medios alternativos fueron el preámbulo de una nueva carga nocturna -¡una más!- contra compostelanos y compostelanas que simplemente circulaban por las calles de su ciudad. Las cabezas abiertas a porrazos fueron, una vez más, el principal argumento de las llamadas fuerzas de seguridad del Estado.
Esta campaña nacional-católica deja otras perlas dignas de ser tenidas en cuenta: es el caso de la respuesta del coordinador general vaticano de la visita, a quienes pretendían «galeguizar» la presencia de Ratzinger en Compostela. El dirigente católico, un tal Salvador Domato Búa, respondió con una provocación que un país digno no soportaría: «la polémica por el gallego en la liturgia me aburre mucho».
Sin embargo, y mientras el pueblo digno es tratado a porrazos por la policía española, sus supuestos representantes «legítimos» limpian el culo con sus leyes y principios aconfesionales. Ahí tenemos las fotos del ex-comunista alcalde de Compostela, gobernada por fuerzas supuestamente «progresistas» (PSOE-BNG), inaugurando un monumento al máximo representante de la iglesia pederasta, homófoba y misógina.
Hay que reconocer que la realidad que vivimos estos días es bastante tenebrosa, tanto como esa iglesia del dios repressor y machista, que gobernó coaligado con Franco durante 40 años y, por lo que se ve, sigue gobernando en la sombra del actual régimen. Sin embargo, la historia no se detiene y ojalá la luz de la Galiza digna que estos días se muestra en las ventanas de compostela se imponga finalmente sobre las tinieblas de tanta basura reaccionária.
Ratzinger: eu nom te espero.
A insuportável impunidade policial-clerical-institucional
Maurício Castro
Nom por conhecida deixa de surpreender. A anunciada visita do líder do integrismo católico mundial à nossa capital é defendida e possibilitada polas forças mais reaccionárias da sociedade pós-franquista em que ainda vivemos. As que realmente mandam.
Felizmente, o povo que ainda mantém acesa a chama da resistência contra as arbitrariedades e imposiçons desse poder nom deixou de tornar visivel a oposiçom à visita, exibindo bandeiras que esclarecem que somos muitos e muitas as que nom esperamos o ex-militante das juventudes nacional-socialistas alemás e actual líder católico, Joseph Ratzinger.
A visita, como se sabe, supom um gasto milionário sem nengumha justificaçom, sobretodo em tempos de crise e cortes sociais para o povo trabalhador. Por isso representa a verdadeira natureza do Estado e das suas instituiçons, colocadas ao serviço de umha confissom contra o que estabelece inclusive a infumável constituiçom espanhola actual.
Mas nom só isso. As tais bandeiras que mostram, em Compostela, a oposiçom de umha parte da populaçom ao macro-espectáculo pró-vaticanista, tenhem servido nas últimas semanas de “indício criminoso” aos mais de 6.000 polícias espanhóis que, por terra, ar e sobsolo ocupam Compostela e provocam a vizinhança com a sua ameaçadora e armada presença. A mesma quantidade de euros que, por minuto, serám malbaratados na visita do dia 6, sem que nem sequer a escusa do reclamo turístico poda ser alegada: a ocupaçom hoteleira ficou na metade do previsto.
Segundo denunciárom algumhas entidades sociais e confirmárom moradoras e moradores afectados, polícias vestidos à paisana estám a violar ilegalmente domicílios compostelanos que exibem a bandeira anti-ratzinger nas janelas. Sem ordem judicial nem, nalguns casos, qualquer identificaçom, entram em vivendas e pressionam moradores e moradoras para retirarem as bandeiras, fazendo da livre expressom um crime perseguível. Falamos, nom se esqueça, das mesmas instituiçons que no passado Verao organizárom o circo da selecçom espanhola, estendendo as cores rojigualdas nas janelas das vivendas como suposta prova da espanholidade da Galiza. Aquelas eram, polos visto, as bandeiras da virtude, estas as do pecado.
A todo isso soma-se umha nova actuaçom violenta: a protagonizada ontem nas ruas de Compostela por dúzias e dúzias de fardados que impedírom a livre manifestaçom de centenas de vizinhos e vizinhas de Compostela contra a visita papal. Ameaças a manifestantes e informadores de meios alternativos fôrom o preámbulo de umha nova carga nocturna ‑mais umha!- contra compostelanos e compostelanas que simplesmente circulavam polas ruas da sua cidade. As cabeças abertas às porradas fôrom, mais umha vez, o principal argumento das chamadas forças de segurança do Estado.
Esta campanha nacional-católica deixa outras pérolas dignas de serem tidas em conta: é o caso da resposta do coordenador geral vaticano da visita, a quem pretendia “galeguizar” a presença de Ratzinger em Compostela. O dirigente católico, um tal Salvador Domato Búa, respondeu com umha provocaçom que um país digno nom suportaria: “la polémica por el gallego en la liturgia me aburre mucho”.
Entretanto, e enquanto o povo digno é tratado a porradas pola polícia espanhola, os seus supostos representantes “legítimos” limpam o cu com as suas leis e princípios aconfissionais. Aí temos as fotos do ex-comunista presidente da Cámara de Compostela, governada por forças ditas “progressistas”, inaugurando um monumento ao máximo representante da igreja pederasta, homófoba e misógina.
Há que reconhecer que a realidade que vivemos nestes dias é bem tenebrosa, tanto como essa igreja do deus repressor e machista, que governou coligado com Franco durante 40 anos e, ao que se vê, continua a governar na sombra do actual regime. No entanto, a história nom se detém e oxalá a luz da Galiza digna que nestes dias se mostra nas janelas de compostela se imponha finalmente sobre as tebras de tanto lixo reaccionário.
Ratzinger: eu nom te espero.