Miguel Her­nán­dez, la poe­sía sur­gi­da de la tie­rra- Kepa Arbizu

Muchos son los poe­tas que han dedi­ca­do bue­na par­te de su crea­ción a temas socia­les o polí­ti­cos y a alzar la voz con­tra un mun­do injus­to. La dife­ren­cia, y en cier­to modo lo pecu­liar, que exis­te entre Miguel Her­nán­dez y casi todos los demás, es que él sur­ge de un entorno muy humil­de, sien­do su desa­rro­llo cul­tu­ral total­men­te auto­di­dac­ta(“Me lla­mo barro aun­que Miguel me lla­me”). Esta­mos ante lo que estric­ta­men­te se pue­de lla­mar un ver­da­de­ro “poe­ta del pueblo”.

Naci­do en Orihue­la hace 100 años su infan­cia y juven­tud está mar­ca­da por su tra­ba­jo en la tie­rra lle­gan­do inclu­so a inte­rrum­pir sus estu­dios bási­cos. Su pasión por la lec­tu­ra le lle­va a conec­tar con jóve­nes de la zona con los que mon­ta algu­nos talle­res lite­ra­rios. Esos serán sus pri­me­ros con­tac­tos con la lite­ra­tu­ra, a la que le dedi­ca muchas horas de su vida sien­do un ávi­do lec­tor. En esos círcu­los cono­ce a uno de los per­so­na­jes cla­ves en su bio­gra­fía, Ramón Sijé. Es él quien aden­tra al joven Miguel Her­nán­dez en los clá­si­cos, Cer­van­tes, Cal­de­rón de la Bar­ca y por enci­ma de todos Gón­go­ra mar­ca­rá su ten­den­cia en un inicio.

Sus pri­me­ros poe­mas los escri­be a los 20 años de edad. Como muchas de las per­so­nas de la épo­ca se va a Madrid en bus­ca de éxi­to. No con­si­gue resul­ta­dos satis­fac­to­rios y se ve obli­ga­do a vol­ver a su pue­blo natal. En nin­gún momen­to deja­rá de lado su pasión, la escri­tu­ra. Será duran­te su tra­ba­jo en una nota­ria cuan­do cono­ce al amor de su vida, Jose­fi­na Man­re­sa, e ins­pi­ra­ción de muchos de sus poe­mas más conocidos.

De esta épo­ca es el poe­ma­rio “Peri­to en lunas”. En él se abor­dan temas cos­tum­bris­tas jun­to a decla­ra­cio­nes de amor. El influ­jo de Luis de Gón­go­ra se nota en su for­ma cur­ti­da y algo her­mé­ti­ca que disi­mu­la lo popu­lar de la temá­ti­ca. Cons­trui­do con muchas imá­ge­nes y sono­ri­dad, el tono dra­má­ti­co que se vis­lum­bra­rá en toda su obra ya hace acto de apa­ri­ción. Estos deta­lles son los que hacen que sea con­si­de­ra­do par­te de la Gene­ra­ción del 27, aun­que por épo­ca no debe­ría ser así, su escri­tu­ra e ideo­lo­gía le lle­van a ser encua­dra­do en dicho grupo.

De su segun­do inten­to en la capi­tal saca­rá más par­ti­do que en el ante­rior. Por fin con­si­gue ir hacién­do­se hue­co en la vida lite­ra­ria. Son muchos los escri­to­res con los que enta­bla amis­tad (Rafael Alber­ti, Vicen­te Alei­xan­dre, Manuel Alto­la­gui­rre…). Uno de ellos, José Ber­ga­mín, es el que le cede un espa­cio para sus poe­mas en la revis­ta que por aquel enton­ces diri­ge, “Cruz y raya”. Otro de los nom­bres que será cla­ve en su desa­rro­llo crea­ti­vo es Pablo Neru­da. De él toma su for­ma de enten­der el arte de una mane­ra com­ba­ti­va, dejan­do atrás su poso más cos­tum­bris­ta y religioso.

De todas esas influen­cias sur­ge «El rayo que no cesa», uno de los libros esen­cia­les del valen­ciano. Como anti­ci­po a dicha obra escri­bió una serie de poe­mas reco­pi­la­dos bajo el nom­bre de “El sil­bo vul­ne­ra­do”. La vida, el amor y la muer­te son los tres ele­men­tos que diri­gen su crea­ción en ese momen­to. La mayo­ría de com­po­si­cio­nes son sone­tos y pier­den algo del “barro­quis­mo” que has­ta enton­ces había sido habi­tual. Por aquel enton­ces se des­ata la gue­rra civil. Miguel Her­nán­dez, que ya por esos momen­tos se ha acer­ca­do a las tesis mar­xis­tas no duda en alis­tar­se volun­ta­ria­men­te al ejér­ci­to repu­bli­cano. Duran­te esos años nacen sus dos hijos, el pri­me­ro de ellos falle­ci­do a los pocos meses. Este hecho, jun­to a la pro­pia cruel­dad de la gue­rra hace que sus siguien­tes crea­cio­nes estén mar­ca­dos por estos hechos pun­tua­les y por una sen­sa­ción trá­gi­ca de la vida.

Duran­te la con­tien­da béli­ca escri­be dos obras, “Vien­to del pue­blo” y “El hom­bre que ace­cha”. La pri­me­ra de ellas de alto con­te­ni­do polí­ti­co com­pren­de alguno de sus poe­mas más cono­ci­dos y con mayor carác­ter rei­vin­di­ca­ti­vo (“Vien­tos del pue­blo me lle­van” y “El niño yun­te­ro”). Todos ellos recla­man, de mane­ra más o menos direc­ta, la nece­si­dad de luchar por la liber­tad. “El hom­bre ace­cha” recrea una mez­cla de sen­ti­mien­tos, por una par­te el tono com­ba­ti­vo sigue pre­sen­te pero tam­bién apa­re­ce un ambien­te nos­tál­gi­co. La gue­rra que­da refle­ja­da des­de un pun­to más intimista.

Es a fina­les de los años 30, aca­ba­da la gue­rra, cuan­do vien­do el ries­go de con­ti­nuar en su pue­blo deci­de ini­ciar la hui­da hacia Por­tu­gal, lugar en el que es dete­ni­do y tras­la­da­do a las cár­ce­les fran­quis­tas. Inclu­so duran­te esa situa­ción sigue escri­bien­do, es entre rejas cuan­do aca­ba “Can­cio­ne­ro y Roman­ce­ro de ausen­cias”, don­de se reco­gen poe­mas de los últi­mos años. La temá­ti­ca hace honor a su títu­lo y con una for­ma más popu­lar man­tie­ne un tono dra­má­ti­co y nos­tál­gi­co como que­da en evi­den­cia en el home­na­je a su hijo “Nanas de cebolla”.

Tras pasar por dife­ren­tes pena­les es el 28 de mar­zo de 1942 cuan­do falle­ce en uno de ellos a cau­sa de tubercu­losis. Ese día des­apa­re­ció uno de los repre­sen­tan­tes más impor­tan­tes de las letras espa­ño­las. El mejor ejem­plo de cómo des­de la humil­dad se pue­de lle­gar a tener un dis­cur­so pro­pio, reple­to de sen­ti­mien­to y lucha.

Fuen­te: http://​www​.ter​ce​rain​for​ma​cion​.es/​s​p​i​p​.​p​h​p​?​a​r​t​i​c​l​e​1​9​675

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