Esta mañana saltó la noticia de que Corea del Norte había bombardeado una isla de Corea del Sur, con pérdida de la vida de un soldado y daño en bienes civiles. La alarma de la noticia no se correspondía con la tibieza de la respuesta del país agredido y de sus países aliados, entre los que se encuentra EEUU.
El relato de los hechos es el siguiente, según fuentes de la propia Corea del Sur. El ejército surcoreano lleva a cabo maniobras anuales durante nueve días en la frontera con su vecino del norte, en aguas cuya soberanía es disputada y donde ya hubo incidentes similares anteriores. Hoy Corea del Sur realizó ejercicios militares con fuego real en la frontera en disputa de ambos territorios.
Corea del Norte envió un fax advirtiendo de que no iba a permitir esas maniobras militares por considerarlas un riesgo para su nación. A pesar del aviso recibido, las tropas de Corea del Sur iniciaron las maniobras e iniciaron los disparos artilleros con fuego real, lo que se se tomó como una amenaza por parte del ejército de Corea del Norte que contestó con fuego artillero contra las tropas sucoreanas. Éstas a su vez, lanzaron un contraataque con misiles contra territorio norcoreano.
Como consecuencia de la refriega un soldado ha muerto y al menos 14 resultaron heridos, cuatro de ellos de gravedad, según informa la agencia Reuters. Pero no se informa de daños de civiles, probablemente debido a que las autoridades de Corea del Sur, previendo las consecuencias de las maniobras, procedieron a evacuar a la población civil. Tampoco se conocen los daños o víctimas que pudiera haber en Corea del Norte.
En este contexto se entiende las declaraciones del presidente surcoreano, Lee Myung-Bak, ha llamado a la calma : «Debemos manejar con cuidado la situación para prevenir la escalada de violencia».
Sin duda alguna, para prevenir la escalada de violencia lo más efectivo habría sido la suspensión de las maniobras militares que han desencadenado el suceso.