El trabajo en los yacimientos no es sólo para hombres. Desde hace tiempo, en la Mina San José, en Oruro, los caminos oscuros que conducen a los minerales no son recorridos exclusivamente por hombres. Diariamente, decenas de mujeres buscan ganarse el respeto de sus compañeros realizando a la par sus obligaciones.
«Nosotras podemos hacer las mismas cosas, sin quejarnos. Sé que las condiciones en una mina no son las mejores pero es un trabajo como cualquier otro, al que te acostumbras, aprendes y en un futuro incluso te vuelves más experta», explica Gabriela Urquidi, mientras recorre pasadizos estrechos para llegar a su lugar de trabajo en la Mina San José, en Oruro. En este yacimiento boliviano, se realiza un trabajo a pequeña escala de plata cuyo precio está pasando los 23 dólares por Onza Troy. Para vender el metal que recién encontró el grupo de trabajo independiente, hay que pasar por suelos inestables hasta llegar unos 200 metros bajo tierra.
Antes de empezar la jornada, los mineros saludan al «Tío», un diablo de barro que está dentro de la mina, al que le dan de fumar cigarrillos y le invitan coca y alcohol para continuar con una costumbre netamente minera a nivel nacional que data desde la época colonial. La hoja de coca —considerada una planta sagrada y usada con fines medicinales— es fundamental para aguantar el trabajo pesado. Urquidi comentó que les ayuda incluso a sentir menos el fuerte olor de arsénico en el interior.