El último informe Pisa, que evalúa el grado de conocimientos de los alumnos les está dando a los de la fachenda.
Ayer leía en «Euskadi Información Global» un jugoso artículo de su director, Raúl González Zorrilla, en el que explicaba con claridad los males que provoca el euskara.
Constataba que los alumnos vascos andan mejor en letras y matemáticas y planteaba la cuestión: «Adivinar a qué se debe este retroceso es una cuestión clave, ya que una formación científica adecuada de los ciudadanos más jóvenes es trascendental para el futuro de cualquier sociedad y, sobre todo, resulta fundamental para eliminar las muchas falsas creencias y mitos extraños con los que desde múltiples frentes se ataca al pensamiento moderno e ilustrado».
A partir de ahí se desparramaba: «De hecho, el País Vasco es una de las comunidades españoles más azotada por los más variados movimientos irracionalistas, maquinistas y acientíficos que, en algunos casos avalados por la banda terrorista ETA, han conseguido que poner en marcha en esta región cualquier iniciativa de progreso y desarrollo sea una auténtica tarea de héroes».
Y ¿de quién es la culpa? Pues del euskara, claro: «el menor tiempo que los chicos y chicas del País Vasco dedican al estudio de las ciencias, como consecuencia de la presión ejercida por la imposición de una educación bilingüe». O sea que aprender la lengua propia del país donde se vive es un retroceso. Curioso, ¿verdad?
Y propone su propia solución: «la única solución que hay para paliar esta ignorancia científica de los estudiantes vascos, consecuencia de la exigencia nacionalista de educar en euskera: la libre elección de los padres del idioma en el que van a formarse sus hijos. Solamente de esta manera, con los niños formándose en su idioma materno, se conseguirá tiempo suficiente para la mejora de la formación en ciencias de los más jóvenes, para potenciar otras competencias también coartadas por la imposición bilingüe y para poner en marcha un programa serio y sólido de enseñanza de inglés en las aulas de Euskadi».
¡Ah, el inglés no resta tiempo!