I
Gracias a Dios los cielos han menguado en su inclemencia. Y con el paso de los días hemos podido ponderar con mayor precisión los alcances del desastre que las lluvias han dejado a su paso. Gran parte del país permanece bajo las aguas, aún vemos los desgarrones en los cerros y puentes; vías y represas tienen las huellas de los estragos.
En esta semana hemos multiplicado los traslados, la habilitación de refugios, la atención y el abastecimiento a más de 133 mil compatriotas. Y seguimos desplegados y en batalla: “no daremos descanso a nuestros brazos ni reposo a nuestras almas” hasta convertir la tragedia en victoria popular.
Voluntad infinita es la que se ha evidenciado en todos los niveles de Gobierno junto a nuestro incansable pueblo heroico: un pueblo organizado y que hoy se asume como Poder Popular.
II
Vuelvo a un lúcido planteamiento de Reinaldo Iturriza, del que me hice eco tras las elecciones del 26 de septiembre, para verlo a la luz del presente inmediato: creo que estamos logrando repolitizar efectivamente la gestión. Ciertamente, la política revolucionaria, si quiere ser digna de tal nombre, se hace en la calle, junto al pueblo.
En lo personal yo he sido sacudido por la interpelación popular. Durante toda esta semana he vuelto a sentir su estremecedora fuerza histórica, en Puerto Santa Rosa, en el Chivo, en Fuerte Tiuna, en la Casa Amarilla, en el Palacio Blanco, en Playa Grande. Y creo estar cumpliendo con el deber que la misma me exige: promoverla y abrirle cauces para que se exprese sin ninguna clase de cortapisas. Nada sustituye al contacto directo con el pueblo.
Quiero reiterar el llamado que hice durante la reunión de trabajo que sostuve con los diputados y las diputadas de la Revolución con motivo del XI Aniversario del referéndum constitucional de 1999: debemos retomar con fuerza las raíces de este proceso.
Debemos recordar de dónde venimos, por qué y para qué estamos aquí. Debemos recordar que venimos del Caracazo, de la rebelión popular de 1989. Debemos recordar que esta Revolución nació el 4 de febrero, aquel día que partió en dos la historia venezolana. De allá es que nosotros venimos: ¡De una gran Rebelión Popular! Una rebelión popular que no ha terminado y que se ha estado expresando, de muchas formas, en esta dura y difícil coyuntura. Y, por eso mismo, nosotros estamos aquí no para apoltronarnos ni para aburguesarnos: nosotros estamos aquí para hacer una Revolución verdadera.
Hoy más que nunca el pueblo interpelante, desde sus angustias acumuladas por infinitos atropellos, es la piedra angular de nuestra Revolución. Insisto en un punto: necesario es que el pueblo nos interpele, nos exija, nos desafíe. El ejercicio del poder obediencial comienza precisamente por allí.
Somos Gobierno gracias a la sagrada confianza que el pueblo ha tenido en este proceso, y nada nos puede eximir de semejante compromiso. Sobre nuestros hombros descansa la dura e insoslayable misión de hacer realidad los principios que nos rigen: que la justicia ajuste todos los despropósitos humanos, que la libertad libere y nos haga crecer, que la igualdad iguale sin distingos, que la independencia nos dispare hacia el porvenir.
Tenemos que radicalizar la Revolución democrática, y ello implica un verdadero y socialista atrevimiento. Por allí van los tiros del nuevo mapa estratégico que estamos elaborando.
José Martí nos señala el camino: “A mayor atrevimiento, mayor honra”. Honremos, pues, a quien merece honra.
III
El martes 14 de diciembre –sexto aniversario, por cierto, de la constitución del Alba- estuvo entre nosotros el presidente Rafael Correa. Con él vino todo el amor del hermano pueblo bolivariano del Ecuador; un amor que se ha puesto de manifiesto con las 41 toneladas de ayuda que, hasta el momento, nos han sido enviadas desde esta Patria hermana.
Tanto en Fuerte Tiuna como en el refugio Antonio José de Sucre, de la Casa Amarilla, volví a sentir la inmensa calidad humana de este compañero, de este hermano; la profundidad de su bolivarianismo. Su convicción, cabalmente expresada, de que los problemas de Venezuela son los problemas del Ecuador.
Rafael se encargó de recordar que 150 familias ecuatorianas están siendo atendidas en los refugios. Toda nuestra solidaridad y nuestro apoyo para estos hermanos y hermanas.
De corazón, Rafael, toda nuestra gratitud para ti y para tu pueblo.
IV
El viernes 17 de diciembre se cumplieron 180 años de la desaparición física de nuestro Padre Libertador. Durante la clase inaugural del Instituto Superior de Estudios Políticos del PSUV –una clase dirigida a nuestros diputados y diputadas de la nueva Asamblea Nacional– hice énfasis en su luminoso ejemplo, poniendo de relieve la condición sacrificial de su vida, que no tiene parangón en la historia patria.
En Bolívar se concentra el sacrificio mayor que nos otorga rostro para poder reconocernos. Seguir sus pasos es desprenderse: abandonarlo todo por la felicidad de la Patria.
Igualmente, inspirándome en Bolívar, pedí a nuestros diputados y diputadas mantenerse como un bloque unido y sólido, en lo ideológico y en lo moral, para cerrarle el paso a los pitiyanquis dentro de la Asamblea Nacional.
Tengamos presente que van a incrementarse las agresiones del imperio y que debemos impedir, a toda costa, los escenarios de violencia y la desestabilización generalizada que pretende generar la contrarrevolución. Por eso mismo debemos seguir fielmente la orientación bolivariana: ¡En todo debemos tener la más perfecta unidad!
No olvidemos que Bolívar es, también, una profunda pasión por la justicia y la igualdad: no había mejor forma de honrar su memoria que con la toma, este 17 de diciembre, de 47 latifundios en el Sur del Lago; 47 latifundios que demuestran la desigualdad extrema en la distribución de la tierra, que todavía existe y que las aguas hicieron que aflorara en toda su injusticia. Hacer política bolivariana y revolucionar es acabar definitivamente con esta monstruosidad.
Por cierto, y para cerrar este apartado, me llegó, justo en este 180º aniversario, un informe de los especialistas que han estado estudiando los restos del Libertador desde su exhumación el pasado mes de julio. Los datos que ofrece el informe, en mi criterio, son reveladores. Basta con señalar que los restos corresponden a un hombre de 47 años y que anduvo mucho a caballo. No tengo la más mínima duda: es nuestro Padre. Parece decirnos con Neruda: “Sí, soy yo. Pero despierto cada cien años, cuando despierta el pueblo”.
V
El mismo viernes la Asamblea Nacional aprobó, en segunda discusión, la Ley Habilitante que este servidor le había solicitado. En la clase inaugural a la que ya hice referencia, la promulgué de una vez: no hay tiempo que perder.
Su lapso de duración ha sido fijado en 18 meses. Y me habilita, como jefe de Estado, para legislar en nueve ámbitos: atención sistematizada y continua a las necesidades humanas, vitales y urgentes, derivadas de la pobreza y de las lluvias; infraestructura, transporte y servicios públicos; vivienda y hábitat; reordenación territorial, desarrollo integral y uso de la tierra urbana y rural; financiero y tributario; seguridad ciudadana y jurídica; seguridad y defensa integral de la nación; cooperación internacional, y sistema socioeconómico.
La Habilitante es un instrumento necesario en función de los retos y compromisos que hemos asumido: no se trata sólo de enfrentar las calamitosas consecuencias de esta prolongada temporada de lluvias, sino de darle respuesta a los problemas estructurales, intrínsecos al modelo capitalista, que se han agravado con la crisis actual.
En estas circunstancias de apremio se evidencian de nuevo dos visiones: de este lado, el afán insobornable de la solidaridad y el bienestar colectivo; y del otro lado, los apetitos mezquinos de quienes por generaciones han querido repartirse al país como un botín.
Los pitiyanquis persisten en velar por su confort y sus privilegios, mientras un pueblo clama desesperadamente por nuestro auxilio. No estamos para detenernos en las bajezas humanas de unos pocos. Entendemos que el dolor y la esperanza de un pueblo están hoy en las calles, en los barrios y en los campos. Ese pueblo nos interpela, señalándonos el camino. Tras él seguiremos avanzando.
Debemos hacer el mayor esfuerzo comunicacional e informativo para explicar y clarificar los alcances de la Ley Habilitante a nuestro pueblo, refutando cada una de las mentiras que se vienen difundiendo desde las cloacas mediáticas. En las próximas ediciones de estas Líneas estaremos contribuyendo con este trascendente cometido.
Hoy seguiremos fortaleciendo refugios, atendiendo con esmero a nuestro pueblo, rescatando y ocupando terrenos, entregando el bono navideño, entregando viviendas, construyendo, reconstruyendo, abriendo caminos…
En fin, haciendo Patria.
Digámoslo con el padre Simón Bolívar: “El que lo abandona todo por ser útil a su país no pierde nada y gana cuanto le consagra”.
¡Viva Bolívar! ¡Bolívar Vive!