Hay pueblos cuyas luchas por liberarse de las cadenas que les impusieron sus conquistadores, generan gigantescas epopeyas. Allí está el ejemplo de varios países latinoamericanos, donde nuestra querida Cuba, que se apresta a festejar 52 años de su Revolución, brilla muy alto y con toda dignidad, desafiando al Imperio que sólo a 500 millas ha intentado en vano destruirla. También es sobresaliente la batalla en la que están empeñados los hombres, mujeres (y niños, porque su presencia en la primera línea de resistencia es notoria) en la Palestina ocupada por el Sionismo expansionista, cuya tarea criminal generalmente cuenta con la complicidad de numerosos gobiernos y casi todas las corporaciones económicas, incluidos, claro está, los mal llamados medios de comunicación.
Hay otras naciones sin Estado que no cejan por avanzar en la construcción de su presente y futuro, sacando fuerzas de la adversidad para demostrar que todo lo que han ido consiguiendo sus pueblos ha sido (y será) a punta de no doblegarse y seguir resistiendo. Euskal Herria, es decir la Nación Vasca, es un ejemplo constante de esto mismo. Han pasado cientos de años desde que la furia invasora y sangrienta de los reyes castellanos lanzara la primera ola de ataques contra los vascos y vascas, y estos, como los pueblos originarios de Abya Yala (a la que después bautizaron Latinoamérica) se negaron de todas maneras a que con la cruz y la espada arrasaran sus tierras. Desde aquellos años de colonización y resistencia, hasta hoy en que el Estado español y el Estado francés siguen intentando doblegar al pueblo vasco, ha corrido mucho dolor (nunca mejor dicho) bajo el puente pero siguen intactas las señas de identidad que demuestran qué valores y cuanta integridad tienen estas gentes para exigir la soberanía de su territorio.
Ejemplos cotidianos sobran para ilustrar las diferentes formas de reivindicación que se viven en Euskal Herria. Podrían parecer menores pero hablan de la esencia indoblegable de quienes las afrontan. Ya se sabe que la ofensiva represiva y la penetración cultural han hecho estragos en otros pueblos, pero en este territorio de siete provincias (cuatro bajo dominio español y tres invadidas por Francia) la asimilación no les ha resultado tan fácil. Vascos y vascas han recurrido a cuanto método de lucha se les puso a la mano para que no les dobleguen, y sus enemigos utilizan todas las estratagemas a fin de que estos testarudos pobladores se rindan sin condiciones. Sin embargo, no han servido de nada ni los GAL dirigidos por Felipe González y su ralea «sociolista», ni el fascismo de Aznar, ni la villanía de un juez como Garzón, ni la picana, el submarino y la bañera de la Guardia Civil, ni las drogas del Mossad israelí, o la desaparición y asesinato de jóvenes como «Naparra» o el reciente de Jon Anza.
Así como Asterix y Obelix enfrentaban a los romanos, los independentistas de Euskal Herria, convirtieron el empecinamiento (y su valentía a prueba de balas) en imaginación, y ayer y hoy no dejan pasar una ocasión para decirles a los poderosos que lo sienten, que no son españoles ni franceses, sino simplemento vascos y vascas de pleno derecho.
Pruebas al canto: en estos días festivos a nivel planetario, emociona observar cómo en el País Vasco decenas de personas (pueblo por pueblo) recorrían las calles y el territorio rural entonando canciones para el Olentzero (un viejito carbonero que reemplaza al gringo gordinflón cocacolizado de Santa Claus o a su colega afrancesado y consumista de apellido Noel), pero también cantan recordando a los que no pueden acompañarlos hoy en esa tarea, esos cientos de presos y presas vascas dispersos por toda la geografía española y francesa, por obra y gracia de gobiernos como el del PSOE-PP o sus similares de París. En ese recorrido por barrios y caseríos, realizado en esta ocasión bajo un diluvio de agua-nieve y con temperaturas extremas de menos 0 grado, privaba la emoción de estar cantando estrofas donde el Olentzero se hermana con la idea de que más tarde o más temprano, la Independencia se hará realidad en este pueblo y las prisiones fascistas dejarán paso a la construcción de un país soberano.
La misma energía se pudo ver el día posterior a Navidad cuando cientos de vascos y vascas marcharon para abrazar simbólicamente dos cárceles que se encuentran en su propio territorio, demostrando de esta manera no sólo la solidaridad con los pocos presos políticos que allí se encuentran (la mayoría han sido enviados a los puntos más distantes de sus ciudades natales para intentar quebrar de esta manera su resistencia) sino también reivindicar de esta forma la consigna histórica de «presos y presas a casa» (Euskal presoak, etxera). Una inmensa caravana de coches portando banderas y haciendo sonar sus bocinas pasaron una y otra vez frente a la cárcel de Basauri y de Martutene e hicieron así oir sus voces de aliento a quienes desde detrás de las rejas aguantan a pie firme las continuas represalias del imperio español. Precisamente en Basauri se halla enfermo de cáncer y sometido a la represión carcelaria, el preso político vasco José Ramón Foruria, que en 2003 fuera extraditado desde Venezuela, lo que demuestra que los gobiernos revolucionarios deberían ser menos solícitos con las dictaduras democráticas (la del Borbón Juan Carlos y Rodríguez Zapatero, por ejemplo) y enterarse que cuando conceden una extradición de un militante vasco lo están entregando a la tortura, a la prisión con aislamiento o directamente a la muerte.
Este mismo clima reinvindicativo del que hablamos se vive año tras año en las calles de Bilbao, donde se concentran miles de personas que con la excusa del partido de fútbol que disputa la selección vasca (este año el rival es Venezuela), gritan consignas exigiendo la «oficialización» del nombre de Euskal Herria para todas las actividades deportivas en las que esta Nación participe. ¿A qué se refieren? A la necesidad de terminar de una vez con la humillación de que los deportistas vascos tengan que pasar por el aro de vestir la camiseta del invasor español. Como todos los años, esta movida masiva mostrará a miles de jóvenes y a otros que ya no lo son, participando en una gran marcha donde la oficialización, la libertad a los presos y la independencia más socialismo se aunarán en una misma exigencia, y que concluirá luego en el estadio del Atletic de Bilbao, cuando miles de personas participen de una gigantesca «ola verde» organizada por la red Independentistak.
Por último, para concluir una quincena de gran actividad reivindicativa, el 8 de enero Bilbao será otra vez cita de una manifestación que amenaza con ser una de las más importantes de la historia de este pueblo. Ese día, miles de personas ‑algunos llegados desde Latinoamérica y otros sitios del mundo- nos uniremos en un solo grito de solidaridad activa con los más de 760 presos y presas vascas, cuya libertad se ha convertido en bandera imprescindible a efectos de que, al igual que se coreaba en el Chile sojuzgado, puedan participar activamente de la vida política cuando se «abran las anchas alamedas» y la tierra vasca recupere su libertad con justicia, y sea una nacion independiente. Un sitio con memoria fértil donde se homenajee a quienes sacrificaron todo para lograrlo, a aquellos que entregaron su vida y también su libertad, a los torturados, a los deportados, y por supuesto, a todos y todas que posibilitaron que el euskera (la lengua más antigua de esta Europa convulsionada y arruinada económicamente) sea hablado sin censuras ni bloqueos de ningún tipo. Todo ello se podrá conseguir, como siempre, luchando, resistiendo enconadamente a los cantos de sirena de los Imperios y no cediendo paso al escepticismo, pero también evitando atajos triunfalistas o desmovilizadores. Si hay conciencia de ello, y en Euskal Herria ya se han dado pruebas irrefutables en ese sentido, el futuro será luminoso, como lo presagiara ese gran patriota vasco llamado Santi Brouard.