Apenas unos días después de la significante victoria de CiU en los comicios catalanes, se empieza a vislumbrar cuál será el escenario durante los próximos meses, y el camino a seguir, según sus resultados, por cada una de las formaciones.
Ante la crisis económica, y tras su victoria electoral, CiU priorizará medidas para buscar frenarla; y por otro lado, en clave nacional, encontramos la defensa del concierto económico (en clave catalana, es decir, dando por hecho que desde el país se seguirá haciendo una aportación para mantener las estructuras del Estado español) así como hacer frente a la ofensiva judicial que emana de la sentencia del Tribunal Constitucional.
Los dirigentes de la coalición son conscientes que muchos de los votos que ha recibido tienen una caracterización soberanista, y deberán saber conjugar sus históricos pactos con Madrid con las demandas catalanistas de esos sectores. Evidentemente CiU va a jugar con la gobernabilidad del Estado español, y puede garantizar la misma a cambio de pasos hacia el concierto económico. Desde CiU se ha avalado el derecho a decidir sin límites, aunque en unas condiciones determinadas.
El gran derrotado ha sido el PSC, que ha recogido una derrota histórica que puede obligarle a iniciar un proceso de refundación sobre las bases de sus orígenes o volverse hacia Madrid. Las tensiones internas entre ambos sectores son evidentes, el españolismo de Corbacho y el catalanismo de Castell deberán mostrar sus cartas, y si son capaces de cerrar filas en torno a un proyecto común tal vez salven el futuro del propio partido. Los sectores más catalanistas van a intentar reforzar el discurso propio para las generales del 2012, pero hasta las municipales del próximo año será muy difícil que las grietas derrumben al partido. Si los resultados actuales se repiten en las municipales, el PSC corre un grave riesgo de perder la alcaldía de Barcelona y de otras grandes ciudades e incluso de la Diputación barcelonesa, lo que sin duda sí que significaría un batacazo sin retorno.
ERC también ha sufrido un varapalo histórico, retrocediendo a finales de los ochenta en cuanto a resultados, y no ha sabido frenar la caída que se anunciaba. La gente no aceptó el segundo tripartito, tras la expulsión de Esquerra del govern y con Montilla como president (figura mal vista entre el independentismo). Al mismo tiempo, los dirigentes de ERC se han visto maniatados por un pacto de gobierno con un partido que no acababa de romper con el PSOE. A todo ello hay que sumar la graves crisis internas que han sacudido al partido en los últimos meses. Fruto de ello han sido las nuevas opciones políticas que han competido por el mismo espacio electoral. Buena parte de sus votos se han ido hacia CiU, una especie de «voto práctico» y de reafirmación soberanista, y otros a las nuevas formaciones surgidas de ERC.
El hecho que su máximo dirigente haya puesto su cargo a disposición del partido puede reflejar un intento de Puigcercós por obtener un respaldo unánime del mismo y cerrar filas de cara a afrontar las municipales sin fisuras internas. Si se rechaza su dimisión, podrá seguir con el guión, pero si es aceptada la situación de ERC podría entrar en un peligroso camino hacia el que casi nadie sabe a dónde va. El voto españolista y reaccionario ha tenido un crecimiento limitado. El PP se ha beneficiado de la distribución de escaños, pero su crecimiento en votos no es tan importante como algunos quieren presentar.
Y algo parecido ocurre con C´s, que ha demostrado ser capaz de mantener su presencia parlamentaria pero no ha logrado los cinco escaños que esperaba. El caso de la Plataforma per Catalunya muestra la existencia de una bolsa de votantes condicionados por la crisis y atraídos por el discurso racista de ese personaje. La «buena» noticia es que, en los municipios donde contaba con presencia municipal, ha perdido casi la mitad de los votos. ICV ha podido frenar la caída que han sufrido sus socios del tripartito. El contra con un núcleo estable de votantes, y su caracterización hacia el ecosocialismo le ha permitido también atraer nuevos sectores de clase media-alta y profesiones liberales.
Por su parte, Solidaritat Catalana per la Independència (SI) ha sido la gran sorpresa. Si la división del independentismo institucional ha tenido efectos negativos pata todas las formaciones (Reagrupament no ha logrado entrar en el Parlament), lo logrado por SI tiene un mérito añadido. A partir de ahora habrá que ver la evolución y la concreción de su programa, del que se ha centrado en la presentación de un proyecto de ley de Convocatoria de Referéndum de Independencia, para lo que necesitarán un grupo parlamentario propio (les falta un escaño, que tal vez les preste ERC). Habrá que observar cuál es el posicionamiento de esta formación ante asuntos del día a día en materia social, económica, así como ver si es capaz de mantener la cohesión interna, habida cuenta de las diferentes sensibilidades que existen en el mismo.
La izquierda independentista no ha tomado parte en estas elecciones, apostando por un reforzamiento de sus estructuras de cara a las próximas municipales de mayo, tal y como decidió la CUP hace varios meses. Priorizando el ámbito municipalista han decidido huir de prematuras aventuras electorales, a pesar de que esta ausencia haya podido favorecer a determinadas formaciones soberanistas que sí se han presentado.
A pesar de los obstáculos, la fuerza independentista y de izquierda sigue su reforzamiento interno, consciente de los retos que debe asumir en estos meses, como la consulta sobre la independencia que tendrá lugar en abril en Barcelona, y sobre todo seguir fortaleciendo la alternativa.
A pesar de que la independencia ha sido una realidad en efervescencia en los últimos meses en Catalunya la gente ha optado por un camino más lento y pragmático en estas elecciones. Y esa misma gente será la que deba presionar ahora a la dirección convergente para que vaya dando pasos hacia el soberanismo. Por otro lado, una refundación del espacio independentista institucional aportaría nuevas fuerzas al panorama político del país, como también lo haría un proceso similar en la izquierda independentista y rupturista.