CounterPunch ha tenido acceso al archivo de cables de WikiLeaks sobre el ataque de Israel a Gaza de hace dos años (Operación Plomo Fundido, 27 de diciembre de 2008 a 18 de enero de 2009). Aunque los cables hacen a menudo un refrito de las informaciones que aparecen en la prensa israelí, proporcionando escasas aportaciones sobre el ataque de Israel o la forma de planificarlo, muestran con claridad implacable que el gobierno de Estados Unidos fue poco más que criada y amanuense de la maquinaria militar israelí.
Los cables dejan claro, si es que se necesitaban más revelaciones, dónde se situaban exactamente los EEUU con respecto a los ataques, no provocados, contra los palestinos y otros vecinos árabes. Aunque la Operación Plomo Fundido tuvo lugar durante los últimos días de la administración Bush, y acabó dos días antes de que Barack Obama fuera investido, cada una de las políticas de Obama de los siguientes dos años –incluido el repudio de su gobierno del Informe Goldstone, donde se detallaban las atrocidades israelíes y los crímenes de guerra durante la Operación- ha demostrado la sorprendente continuidad del apoyo prestado a las acciones israelíes.
Los cables aportan un relato notablemente parcial del asalto. Debido a que toman a diario su información fundamentalmente de los medios israelíes, los cables llevan la cuenta de los cohetes lanzados hacia Israel desde Gaza y describen dramáticamente “las muñecas quemadas y los destruidos juguetes de los niños” en una guardería desocupada de Beer Sheba alcanzada por un cohete, pero no menciona prácticamente el intensivo bombardero aéreo y artillero contra Gaza, incluida su población civil. No hay información alguna sobre los bebés palestinos calcinados y muy poca sobre las propiedades destruidas en Gaza. Incluso los medios occidentales proporcionaron una cobertura más exacta de las víctimas palestinas de la que ahí se recoge.
Los cables de la embajada de EEUU proporcionaron alguna información sobre las víctimas palestinas, pero tal información fue mínima. En un cable enterrado entre toda la colección, aproximadamente diez días después del asalto, se citan informaciones de la prensa occidental con una única información sobre 530 palestinos asesinados. Esto se produjo en un punto en el que los cables recogían la muerte de cinco israelíes. Las bajas israelíes aparecen continuamente repetidas. Eso supone más o menos una ratio de 100 a 1 palestinos muertos frente a los muertos israelíes, pero de esto no se dice nada en los cables estadounidenses. En unos pocos casos, los funcionarios consulares estadounidenses informan de los puntos de vista de unos cuantos habitantes de Gaza, trasladando con franqueza la angustia palestina, pero incluso en esta ocasión, cuando un gazatí informa de que su ciudad está siendo salvajemente atacada por el fuego israelí, los cables valoran su información refiriéndose a “lo que él denomina como ‘indiscriminado’ fuego israelí”.
Siempre que los cables mencionan que un lugar específico en Gaza ha sido atacado o destruido, incluyendo hospitales y mezquitas, repiten las afirmaciones israelíes sin cuestionarlas; por ejemplo, el 2 de enero se informó de que la Fuerza Aérea israelí había destruido una mezquita que “según diversos informes sirve como depósito de armas y centro de comunicaciones”. La embajada informa, sin un hálito de escepticismo, de la afirmación israelí a mitad de la operación de que los operativos de Hamás estaban reconstituyendo “cierto mando y capacidades de control” en el Hospital Shifa de Ciudad de Gaza disfrazándose ellos mismos de doctores y enfermeras.
El primero de esa colección de cables revela el sesgo estadounidense al informar, varios días antes de que empezara la Operación Plomo Fundido, de que en Israel había habido presiones para que se “respondiera” a los ataques de cohetes desde Gaza, “ya que Hamás anunció el 19 de diciembre el final de la ‘tahdiya’ [el acuerdo de tregua]. Todo este esfuerzo por poner la responsabilidad de las hostilidades sobre Hamás ignoraba el hecho, que no era ningún secreto para todos los que seguían la situación en aquel momento, de que era Israel quien el 4 de noviembre había violado la tregua que estaba en vigor desde el mes de junio anterior cuando lanzó una incursión, que nadie había provocado, en el interior de Gaza matando a varios palestinos. La acción de Hamás al poner fin a la tregua semanas después fue una respuesta a la violación de Israel.
La prueba más vergonzosa de la parcialidad estadounidense –y la única instancia de análisis o asesoría política en esta colección de cables- se produjo también antes de que empezara la Operación. “Nuestra recomendación”, escribe el Embajador James Cunnigham el 22 de diciembre, “es que el gobierno de Estados Unidos empiece a culpar a Hamás de la ilegitimidad de su gobierno en Gaza, de su política de lanzamiento de cohetes, de permitir que otras facciones lancen cohetes y morteros contra objetivos israelíes y de su decisión de poner fin a la ‘tahdiya’ o período de tregua”. Cunnigham parece confundir causa y efecto: incluso aunque el gobierno de Hamás fuera ilegítimo, que no lo es –Hamás fue elegido democráticamente tres años antes‑, no es una presunción habitual que una ilegitimidad política justifique un ataque masivo militar. Y no lo es sobre todo porque, como EEUU debía saber, Hamás no provocó las hostilidades. Cunnigham sigue adelante recomendando apoyar “el derecho de Israel a la autodefensa”. Al parecer, Hamás no tiene tal derecho para defender a los gazatíes del ataque israelí.
La embajada pule su conciencia “haciendo hincapié en nuestra preocupación por el bienestar de los inocentes civiles palestinos y la disposición estadounidense para procurar ayuda humanitaria de emergencia”. Esta la única mención a los inocentes civiles palestinos en toda la colección de cables.
La hipocresía es flagrante. La parcialidad mostrada aquí por EEUU no es, obvia y absolutamente, un fenómeno nuevo. Pero aquí aparece expresada claramente, con puntos y comas: la diplomacia animando a la masacre y el genocidio (un término utilizado por no pocos judíos y otros comentaristas durante el ataque contra Gaza). Tales atrocidades están muy bien a los ojos de EEUU cuando es Israel quien las comete pero Hamás no debe ni atreverse a respirar.
Kathleen Christison fue analista de la CIA y es autora de varios libros sobre la situación palestina, entre ellos “Palestine in Pieces”, escrito junto a su difunto marido Bill Christison. Puede contactarse con ella en:
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Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández /rCR