Desde hace ya tiempo, diversas voces vienen denunciando, alto y claro, que las salvajes acciones de los terroristas chechenos, contra población civil rusa indefensa, forma parte de la estrategia conocida como choque de civilizaciones, diseñada, principalmente, por los servicios secretos de Estados Unidos e Israel, para desestabilizar a Rusia y perjudicar sus relaciones con los países árabes, especialmente con Irán.
El último atentado terrorista en el aeropuerto moscovita de Domodédovo, supuestamente cometido por independentistas chechenos, pero diseñado y ejecutado por las cloacas del Imperio, se puede enmarcar en la citada estrategia; y en la última oleada de acciones encubiertas en el Líbano, Egipto, Túnez y Sudán.
La estrategia del choque de civilizaciones, puesta en práctica por los servicios secretos imperiales contra Rusia, tiene como objetivo enfrentar a la población rusa por cuestiones religiosas, como hace tiempo llevaron a cabo de forma exitosa para fragmentar la antigua Yugoslavia. Además, Chechenia es un territorio especialmente importante para el abastecimiento energético de Rusia, al tratarse de una zona por la que pasan numerosos oleoductos, de tal forma que el caos sembrado en este territorio resulta muy perjudicial para la soberanía energética del país euroasiático. Tampoco debemos olvidar que Chechenia, de población mayoritariamente musulmana, limita con el norte de Irán, con lo que los enfrentamientos entre independentistas chechenos y el gobierno ruso resulta muy útil para propagar entre la población iraní, el mito de una Rusia enemiga del Islam, lo cual perjudica las actuales relaciones de amistad entre Rusia e Irán.
¿Por qué Rusia no denuncia los vínculos de los servicios secretos estadounidenses e israelíes con el terrorismo checheno?
A Rusia no le interesa jugar la baza de denunciar la vinculación de los servicios secretos de Estados Unidos e Israel con los actos terroristas perpetrados en su territorio (al contrario que hace Irán), porque ello supondría abrir la vía de un enfrentamiento directo con estas dos potencias nucleares, lo cual traería, en primer lugar, una ruptura total de relaciones de todo tipo (además de un recrudecimiento de la actual guerra secreta) y, en segundo lugar, obligaría a otras potencias occidentales a posicionarse de uno u otro lado, que probablemente sería el de Estados Unidos e Israel, debido a la actual coyuntura política y económica aún favorable al Imperio, con lo que Rusia perdería unos importantísimos clientes y aliados. Por si esto fuera poco, China, el principal aliado de Moscú, tampoco está interesado en abrir un enfrentamiento directo con Estados Unidos, y si Rusia dijera todo lo que sabe sobre la manipulación del terrorismo checheno por Estados Unidos, el Reino Unido e Israel, China debería posicionarse también en uno de los dos bandos.
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