Car­ta abier­ta a San­ta Claus- Luis Sepulveda

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Esti­ma­do San­ta Claus, Papá Noël, Vie­jo Pas­cue­ro, o como quie­ra lla­mar­se o ser lla­ma­do: Con­fie­so que siem­pre le he teni­do sim­pa­tía por­que; en gene­ral me gus­ta Escan­di­na­via, su tra­je rojo me resul­ta pre­mo­ni­to­rio y, por­que tras esas bar­bas siem­pre he creí­do reco­no­cer a un filó­so­fo ale­mán que cada día tie­ne más razón en lo que afir­mó en varios libros muy cita­dos pero poco leídos.

No tema por el tenor de esta car­ta, no soy el niño chi­leno que hace varios años le escribió:

”Vie­jo Cabrón, el año pasa­do te escri­bí con­tán­do­te que, pese a ir des­cal­zo y en ayu­nas a la escue­la, me había saca­do las mejo­res notas y que el úni­co rega­lo que que­ría era una bici­cle­ta, en nin­gún caso nue­va, no tenía por qué ser una moun­tain byke, o para correr el Tour de Fran­ce. Que­ría una sim­ple bici­cle­ta, sin cam­bios, para ayu­dar a mi madre en el repar­to de la ropa aje­na que lava y plan­cha en casa. Eso era todo, una puta bici­cle­ta, pero lle­gó navi­dad y reci­bí una estú­pi­da cor­ne­ta de plás­ti­co, jugue­te que he con­ser­va­do y te envío con esta car­ta para que te la metas en el culo. Deseo te de el sida, vie­jo hijo de puta”.

¿Fue­ron sus elfos los res­pon­sa­bles de tan mons­truo­so desa­gui­sa­do? Pues bien, esti­ma­do San­ta Claus, segu­ra­men­te este año reci­bi­rá nume­ro­sas peti­cio­nes de bici­cle­tas, pues el úni­co por­ve­nir que espe­ra a los chi­cos del mun­do es como men­sa­kas, sin con­tra­to labo­ral y con­de­na­dos a repar­tir paque­tes has­ta los 67 años. Sin embar­go yo no le pido una bici­cle­ta, le pido en cam­bio, un esfuer­zo peda­gó­gi­co, y que pon­ga a sus elfos y renos a escri­bir millo­nes de car­tas expli­can­do qué son y dón­de están los mercados.

Como usted bien sabe, nos han jodi­do la vida, reba­ja­do los suel­dos, esquil­ma­do las pen­sio­nes, reti­ra­do el sub­si­dio de paro y con­de­na­do a tra­ba­jar a per­pe­tui­dad para tran­qui­li­zar a los mercados.

Los mer­ca­dos tie­nen nom­bres y ros­tros de per­so­nas. Son un gru­po inte­gra­do por menos del uno por cien de la huma­ni­dad, y son al mis­mo tiem­po los due­ños del 99 por cien de la rique­za. Los mer­ca­dos son los inte­gran­tes del con­ce­jo de accio­nis­tas, y los mis­mos accio­nis­tas de, por ejem­plo, un labo­ra­to­rio que se nie­ga a renun­ciar a los royal­ties de una serie de medi­ca­men­tos que, si fue­ran gené­ri­cos, sal­va­rían millo­nes de vidas. No lo hacen por­que la vida no es ren­ta­ble, pero la muer­te sí lo es, y mucho.

Los mer­ca­dos son los accio­nis­tas de las indus­trias que enva­san zumo de naran­jas, y que espe­ra­ron has­ta que la Unión Euro­pea anun­cia­ra leyes res­tric­ti­vas para los tra­ba­ja­do­res no comu­ni­ta­rios, que serán obli­ga­dos a tra­ba­jar en Espa­ña u otro país de la Unión Euro­pea, según los regla­men­tos del tra­ba­jo y con­di­cio­nes sala­ria­les de sus país de ori­gen. Ape­nas esto ocu­rrió, en las bol­sas euro­peas se dis­pa­ra­ron los pre­cios de la pró­xi­ma cose­cha de naran­jas. Para los mer­ca­dos, para todos y cada uno de esos accio­nis­tas, la jus­ti­cia social no es ren­ta­ble, pero la escla­vi­tud sí, y mucho.

Los mer­ca­dos son los accio­nis­tas de un ban­co que, embar­ga el piso a una mujer con un hijo invá­li­do. Para todos y cada uno de esos accio­nis­tas, geren­tes y direc­to­res de depar­ta­men­tos, las razo­nes huma­ni­ta­rias no son ren­ta­bles, pero el des­po­jo, la expul­sión de la pobre­za a la mise­ria sí lo es, y mucho. Y para los esta­fa­do­res de la espe­ran­za, sean estos de dere­cha o dere­cha, pues no hay otra opción entre los defen­so­res del sis­te­ma res­pon­sa­ble de la cri­sis cau­sa­da por los mis­mos mer­ca­dos, des­po­jar de su vivien­da a esa ancia­na fue una señal para tran­qui­li­zar a los mercados.

En Ingla­te­rra la cri­mi­nal alza de las tari­fas uni­ver­si­ta­rias se hizo para tran­qui­li­zar a los mer­ca­dos. El des­con­ten­to social engen­dra­rá inevi­ta­bles accio­nes por la super­vi­ven­cia, y los mer­ca­dos pedi­rán san­gre, muer­tes, para tran­qui­li­zar su ape­ti­to insaciable.

Que sus elfos y renos expli­quen deta­lla­da­men­te que en medio de esta cri­sis eco­nó­mi­ca gene­ra­da por la vora­ci­dad espe­cu­la­ti­va de los mer­ca­dos y por la renun­cia del Esta­do a con­tro­lar los vai­ve­nes del dine­ro, nin­gún ban­co ha deja­do de ganar, nin­gu­na socie­dad mul­ti­na­cio­nal ha deja­do de ganar, y has­ta los eco­no­mis­tas más orto­do­xos de la teo­ría de mer­ca­do, con­cuer­dan en que el prin­ci­pal sín­to­ma de la cri­sis es que los ban­cos y las empre­sas mul­ti­na­cio­na­les ganan menos, pero en nin­gún caso han deja­do de ganar. Que sus elfos y renos expli­quen has­ta la sacie­dad que fue el mer­ca­do el que se opu­so a cual­quier con­trol esta­tal a las espe­cu­la­cio­nes, pero aho­ra impo­nen que el Esta­do cas­ti­gue a los ciu­da­da­nos por la mer­ma de sus ganancias.

Y por últi­mo, per­mí­ta­me pedir­le algo más: miles, millo­nes de ban­de­ras de com­ba­te, barri­ca­das fuer­tes, ado­qui­nes maci­zos, más­ca­ras anti­gás, y que la estre­lla de Belén se con­vier­ta en una serie de come­tas incan­des­cen­tes con un blan­co fijo: las Bol­sas, que ardan has­ta los cimien­tos, pues las lla­ma­ra­das de cien her­mo­sos incen­dios nos darían, aun­que tem­po­ral­men­te, una inol­vi­da­ble Noche de Paz.

Muy fra­ter­nal­men­te

lemon​de​di​plo​ma​ti​que​.cl

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