Nos convocan para el 8 de enero en Bilbo. En solidaridad con los compañeros y compañeras que el Estado quiere invisibles. A los que tanto miedo tiene que, en su histeria, llega a prohibir sus fotografías y hasta sus nombres. No pudiendo asimilar tanto insurgente, fuerza sus propias leyes creando un código más punitivo que las leyes generales del Movimiento Nacional. Al fin y al cabo el Estado español actual fue alumbrado por el útero franquista hasta tal punto que jamás cortó el cordón umbilical que le une. Lo llamaron Transición democrática; nos lo contó aquel ser llamado Victoria Prego, la del «a por ellos» (el ellos, efectivamente queridos, éramos nosotros).
Aquellos fiscales y jueces nacional-católicos de bigotillo recortado, camisa azul y boina roja parieron (ellos o sus mujeres, tanto da) gran parte de los jueces y fiscales que hoy tienen a bien el condenarnos. El hermano de Victoria entre ellos. Tampoco resulta extraño, pues la casta de la judicatura española, salvo alguna pequeña excepción, ha sido y sigue siendo actualmente lo más retrógrado, casposo y reaccionario desde el tiempo de los jueces de Israel, aquellos que habitaron la tierra todavía húmeda por el diluvio universal. No hay más que verlos durante un juicio con esas caras de hastío que tan sólo los bostezos dan fe de que permanecen despiertos cuando el futuro condenado es interrogado por fiscales y abogados.
No son tribunales de justicia sino tribunales de venganza. Venganza aplicada sobre un enemigo indefenso en el sentido propio de la palabra indefenso. Condenados, las más de las veces, por autoinculpaciones extraídas en interrogatorios prolongados durante cinco días, sin defensa alguna. Cosa que no sólo no extraña a sus señorías sino que contenta sobremanera al no ser partidarios de las engorrosas labores investigadoras que tanto fatigan a los togados y togadas.
Nos convocan sábado 8 de enero a dar un paso en la defensa de los derechos conculcados de aquellos y aquellas que permanecen en el vientre de la bestia, del monstruo frío. De aquellos que lo tienen más difícil para defenderse. De los que soportan frío en invierno, calor en verano y el humor de los carceleros durante tantos, excesivos años sin más armas que la paciencia y la dignidad. Pero también por los derechos de sus familiares y amigos que semana a semana recorren durante interminables horas la España y la Francia para estar unos minutos en su compañía, de no ser que estén castigados. Todo ello por obra y gracia de la política de dispersión, aquella promovida por Múgica Herzog que también apoyaron los amantes de Dios y de las leyes viejas y que al parecer, al no sumarse a la convocatoria, todavía no muestran cristiano arrepentimiento. Su Señor se lo tendrá en cuenta.
Los que queremos acabar con la aplicación de políticas, leyes y tribunales de excepción para con los prisioneros y prisioneras políticos vascos o no el próximo sábado daremos el paso. Nos pasearemos en Bilbo por sus derechos, que son los nuestros.