Entrevista con el escritor Alfonso Sastre donde habla sobre el País Vasco, América Latina y el futuro de la humanidad
Resumen Latinoamericano - Alfonso Sastre es, sin dudas, uno de los grandes pensadores que resisten con dignidad en la Europa del capital. Dramaturgo, ensayista, escritor ponderado, y por sobre todos los rótulos, un hombre comprometido con la causa de los pueblos, Sastre es madrileño de nacimiento y ahora, vasco por adopción, ya que no sólo habita en un sitio maravilloso de Euskal Herria, denominado Honadarribia, sino que defiende con pasión la idea de que es país situado a ambos lados de los Pirineos, tiene todo el derecho de alcanzar su anhelada independencia. Con Sastre, dialogamos sobre las posibilidades de la caída del capitalismo, el descompromiso de ciertos intelectuales, el avance revolucionario producido en América Latina, y las perspectivas que se abren en el País Vasco, luego del comunicado de ETA.
-Hace pocos años, en un discurso pronunciado en Argentina, Fidel Castro vaticinó que el capitalismo se derrumbaría en este siglo, incluso habló de no más de 40 años. Hoy esa estructura cruje por todos lados. ¿Cree usted que la actual crisis que vive Europa y la ostensible derechización de la política norteamericana, podrían adelantar esa caída?
-No creo que la ciencia de la historia, o lo que la historia tiene de ciencia (eso no está muy claro) esté en condiciones de hacer anticipaciones de ese tipo. Tal vez el número de las variables que intervienen en los procesos históricos. Sin embargo, siempre ocurre lo inesperado. Así ha sido ahora en Túnez, por ejemplo. En cuanto al capitalismo, ha mostrado muchas veces, la eficacia y la complejidad de sus defensores, para enfrentarse a sus crisis. Es ilusorio, pienso yo, que pueda caer. La caída de los grandes imperios, como lo fue el Romano, muestra la importancia de factores exógenos en esta posibilidad de derrumbe. Caídas empujadas, podemos decir. Entonces fue la presencia y la actividad de los Bárbaros. En nuestro caso, hoy sería el renacimiento del Socialismo en una versión actual, lo que vamos llamando el Socialismo del Siglo XXI, y al que yo prefiero denominar como Neo-socialismo. Hoy por hoy, la calidad y la cantidad de los cómplices del Capitalismo, hacen que no se pueda soñar en una caída a tan corto plazo, aunque eso también puedo ocurrir, y a lo mejor ocurre. En ese caso, Fidel, una vez más, habría tenido razón.
‑Es notorio que hay una ausencia de pensamiento crítico y una tendencia a esquivar el compromiso en grandes sectores de la intelectualidad frente a los crímenes del capitalismo. Por el contrario un núcleo digno entre los que está usted mismo, pelean por generar opinión favorable a no dejar pasar las tropelías del Imperio. ¿Cómo hacer para que vuestro aporte ocupe el espacio que merece y llegue a más y más jóvenes, que es precisamente hacia los cuales está dirigido el discurso del Imperio?
-¿Cómo hacer, cómo hacer? Es una ilustre pregunta. Igual que cuando Lenin se preguntaba ¿Qué hacer? La respuesta se encuentra en una de las letras del canto de La Internacional, o sea que vamos hacia atrás para ir hacia adelante. «Agrupémonos todos», ya que parece claro, que no nos hayamos a las puertas de una lucha final, sino acaso en sus prolegómenos. No soy ni estrictamente optimista ni estrictamente pesimista.
-Por otra parte, hay muchos intelectuales que abrevan en el discurso único o son orgánicos a gobiernos que en nombre de la democracia maltratan a sus pueblos. ¿Cómo los calificaría y cuáles serían las herramientas para impedir que su influencia no contamine a las jóvenes generaciones?
-Yo los calificaría como siervos del pesebre del poder y mentirosos. Muchos tienen la desvergüenza de proclamarse partidarios del progreso social, aunque lo que hacen los más avanzados de ellos es «obedecer al sistema con el lenguaje de la rebelión». Así los definió muy acertadamente Theodor Adorno.
-Es indudable que el miedo al diferente crece agresivamente en la sociedad europea e incluso algunos países que siempre se caracterizaron como liberales, hoy poseen gobiernos o parlamentos de extrema derecha. ¿Qué antídoto recomienda para paliar los efectos de este brote de xenofobia y racismo?
-No veo otro camino que el de proclamar la búsqueda de la verdad y que no se confunda la realidad con la verdad. La realidad es que vivimos muy malos tiempos, sobre todo en los países subdesarrollados, donde reina el espectáculo del hambre y la miseria. Esa mala realidad promueve esos movimientos migratorios, con más fuerza que en otros tiempos. Ahora pasemos al campo de la verdad. Y allí vemos que la presencia de esos diferentes en los países desarrollados, no es la causa de los males que en estos países se sufre. El capitalismo es el enemigo, y el fascismo y el racismo, la peor de las soluciones posibles. Yo diría a quienes se manifiestan hostiles hacia nuestros visitantes forzosos: abrazadlos, dad prueba de vuestro humanismo y de que estáis a favor de la verdad y de la justicia.
-Es optimista frente a la realidad de América Latina donde algunos gobiernos y sus pueblos, me refiero por ejemplo a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, desarrollan un avance del sentimiento nacionalista anti-colonial y anti-imperialista?
‑Yo me siento dentro de esa franja, donde se están haciendo esas experiencias. Y me manifiesto así, sobre la base realista de lo que ya he dicho antes, un poco marginado de un optimismo a ultranza o de un optimismo a corto plazo. En esa situación de ferviente simpatía por esos movimientos que tú acabas de mencionar, yo me pongo al amparo de la madre Cuba (ella es la Madre Patria para mí) y sigo con muchas esperanzas las expresiones de un sentimiento, que yo no llamaría nacionalista sino patriótico, en el sentido de lo que los cubanos gritaron al principio de su Revolución: Patria o Muerte, y claro está; venceremos, venceremos.
‑Como buen amigo que siempre ha sido de Cuba, ¿le parecen lógicos o le preocupan los recientes cambios producidos en la Revolución, vinculados al ámbito laboral y económico?
-Brevísimamente lo digo: me parecen esos cambios muy lógicos y necesarios, y deseo que hayan llegado a tiempo.
-Hablando de Euskal Herría. ¿Cuál es su opinión sobre el escenario que se abre tras el reciente comunicado de ETA, decretando el alto el fuego permanente? Se lo pregunto en función de que este anuncio ha despertado todo tipo de opinión, algunas muy favorables y otras cargadas de la malicia de quienes, desde el poder, parecen preferir la prolongación indefinida del conflicto.
‑En Euskal Herria, también estoy, y como no, del lado de la esperanza, y muy reconfortado por realidades elocuentes como la reciente manifestación por los presos y presas, del 8 de enero, que tú mismo has saludado con un entusiasmo y una emoción que yo comparto. Está claro que la lucha por la paz rechaza cualquier humillación, que el pueblo tuviera que sufrir para obtenerla. Estamos en un momento en que al pueblo vasco se lo está humillando continuamente, con detenciones y torturas de activistas políticos y patriotas (como ocurriera en los últimos días). Hace muchos años yo escribí una nota ‑cuando colaboraba con el diario El País. expresando mi rechazo enérgico a la palabra «pacificación». Estoy en contra de la «pacificación» de Euskadi. ¿Por qué? Porque la «pacificación» en la cuestión de la paz, no conduce precisamente a la paz. Sólo hay paz sobre un principio de libertad y de justicia. La paz nunca está en la punta de las bayonetas, y así se está demostrando aquí día a día. Ahora estamos viviendo jornadas de mucha fuerza, de mucha esperanza, donde el enemigo muestra que no está dispuesto a caminar hacia la paz. Hay una provocación permanente para que ETA rompa esa tregua que acaba de anunciar y haga un atentado. Eso sería una buena noticia para el enemigo. Para ellos no es una buena noticia, que ETA haya optado por la lucha política.
-¿Cuánto puede ayudar el aporte internacional en la resolución del conflicto?
‑Creo que ya está ayudando y mucho. Es un aporte muy necesario en un conflicto con la complejidad de éste. La intervención de una tercera palabra en estos casos se hace casi imprescindible para que se produzcan pasos hacia adelante. En este caso contamos con la colaboración de grandes personalidades que están contribuyendo para que algún día, el llamado Partido Socialista en el poder, vuelva de sus errores, deje de poner ese disco rayado que escuchamos todos los días. A pesar de que están ocurriendo muchas cosas, ellos siguen con ese disco. Tendrán que cambiar también ellos. Dentro de ese partido hay, seguramente, personas vinculadas a las glorias pasadas del mismo, y que podrían influir para que el PSOE se desentienda de la dependencia del Partido Popular, y ponerse del lado de la paz. Algo que es reclamado por una gran parte del pueblo vasco. Aquí el problema no es si hay o no un grupo armado, sino que existe un sentimiento patriótico y popular. Eso es precisamente lo que los españoles patrioteros no terminan de aceptar, poniéndose en lo que Lenin llamaba «el chauvinismo de gran potencia». Ellos son la gran potencia frente al pueblo vasco, y por lo tanto no admiten que éste pudiera autodeterminar su destino.
-¿Cómo se imagina o como le gustaría que fuera la Euskal Herria del futuro?
-El último libro que publiqué se llama precisamente «Ensayando el futuro», tratando de describir o imaginar el futuro desde el punto de vista de la imaginación dialéctica, como yo la denomino, partiendo del hecho de que soy un escritor de ficción y no un escritor político. Deberemos ponernos en un futuro, seguramente lejano (pero no necesariamente lejano, por aquella cosa de que ocurre lo inesperado muchas veces), y entonces, intuyo que en la península Ibérica habrá una Confederanza de Repúblicas Ibéricas, que incluirá obligatoriamente a Portugal. Sé que muchos compañeros portugueses participan de este sueño, sin duda realizable, lejano sí, pero posible. Eso es lo que yo pienso y quiero para el futuro.