A estas alturas del partido, sería ridículo no admitir que el presidente Obama (tan admirado por Joaquín Sabina o Luis García Montero, como despreciado por quienes ha elegido la honestidad como guía existencial) es un paleto funcional con todas las eximentes y agravantes que su condición exige. La putada es que, siendo el presidente USA un miembro de la etnia afroamericana, alguien podría tacharme de racista, aunque en mi defensa alegaría que hace años dije algo parecido de Condolezza Rice, mucho más negra del presidente, más adinerada, pero más mentirosa. No es el color la cuestión.
Barak sustituyó a George W. Bush, que a su vez representaba lo más florido de la cutrez texana, es decir, la gloria y prez del Olimpo de los asesinos horteras millonarios (algo consuetudinario en este tipo de ciudadano), con su alcoholismo e incultura galopante a cuestas, idóneas virtudes para ser trabajadas a fondo desde Wall Street, de cara a poner en marcha la destrucción de las Torres Gemelas, echar la culpa a Al Qaeda, al amigo Ben Laden y provocar de inmediato la invasión de Irak, el exterminio de buena parte de aquella avanzada sociedad, el robo del petróleo de aquella nación y el asesinato de Sadam Hussein, contando con el beneplácito de José María Aznar, Tony Blair y Silvio Berlusconi, tres de los más connotados expertos europeos en la defensa de la mentira, la manipulación y la compra de conciencias blandas, medios de comunicación facilones e intelectuales a lo Javier Marías.
Lo malo es que la jugada salió rara. Obama no mataba tan recio como su antecesor; era más blando en sus formas, que no en sus resultados (según se desprende de los documentos publicados por Wikileaks), pelín más exquisito en sus amenazas (que lo digan los cubanos), mentiroso compulsivo, pusilánime en sesión continua y perdedor nato. Cualquier otro mandatario con esos dos años de fracasos rotundos en su programa político, habría dimitido hace seis meses, o se hubiera inmolado en directo, ante las cámaras de la NBC, en la hoguera republicana.
Los más sádicos tal vez imaginasen una penitencia más bestial, como obligar al inquilino de la Casa Blanca a discutir durante dos horas, en inglés y con el presidente Zapatero, sobre el desarrollo de la energía nuclear en el coto de Doñana, con Felipe González como intérprete. Ni Los Morancos hubieran alcanzado una cota de humor tan envidiable.
Pero la actualidad manda. Los números cantan tan alto y claro que no hay españoles en la costa, pero sí chinos. A jugar se ha dicho. Resulta que el presidente chino, Hu Jintao, llegaba el pasado martes a los Estados Unidos para una visita oficial de cuatro días, después de un año marcado por fuertes tensiones entre dos poderes. «Esperamos que la visita de Estado del Presidente Hu Jintao, fortalezca el diálogo, la comunicación y la confianza mutua estratégica entre ambas naciones», afirmaban las fuentes diplomáticas de Beijing.
Como el presidente de la segunda economía mundial sabe que en pocos meses ocupará el primer lugar del hit parade global, Obama se la ha envainado, aunque asegura que esta visita es ideal para «…promover relaciones positivas y la cooperación entre China y los Estados Unidos, abriendo una nueva vía para ambas naciones en esta nueva era y llevar la cooperación a nuevos niveles”. Dicho de otra manera: “Hu, no me jodas mucho que la CIA y Sarah Palin, el Tea Party y los rusos me están haciendo Luz de Gas”,
Ambos mandatarios cenaron antes de ayer en Washington junto a unas decenas de invitados temblorosos, entre los que figuraban los culpables de que la deuda externa de los USA sea hoy de 14 billones de dólares. Minucias, pensará Belén Esteban.
El miércoles 19 Jintao viaja a Chicago donde se reune con la comunidad empresarial, es decir, con los descendientes y colegas de Al Capone, Lucky Luciano, Frank Nitti, Santo Trafficante, Benedicto XVI, José María Escrivá de Balaguer, Emilio Botín, Meyer Lamsky, y demás glorias, interesados en convencer a Hu de que el yuan está malito, que las ventas de armas a Taiwán deben continuar, que el Dalai Lama es un tipejo honrado, que el Nobel de la Paz hay que entregárselo a un delincuente, que el Internet chino nace con cadenas, que los dirigentes de Corea del Norte son satánicos y que Dios existe.
Sin embargo, los medios chinos destacan que esta visita debe conducir a la firma de una serie de contratos, incluyendo las ventas de aviones Boeing a China. “No podemos negar que hay diferencias y temas delicados entre nosotros», dijo Hu Jintao, entrevistado hace unos días por el Washington Post y el Wall Street Journal.
Y en el fondo del escenario, simulado entre todos los supuestos, flotan catorce billones de dólares que Obama no sabe cómo pagar. Hu saca el puño, mira a Barak y dice:
- Tres con las que saques.
El inquilino de la Casa Blanca palidece. Mira a su lado pidiendo ayuda.
- Blancas – musita el presidente abriendo la manoJintao ríe mientras muestra tres monedas. Obama no lleva ninguna. Jintao señala:
- Blancas ser malas para ti. Tu pagar cenas, copas, deudas y todo lo demás.
Y el próximo día 21, el mandatario chino regresará a Beijing, medio muerto de risa, sabiendo que Barak es un pésimo actor, un mediocre en un mar de pistoleros, un inútil que está solo ante el peligro y, para colmo, un tipo sin gracia, sin ideología, sin cultura y sin un duro en el bolsillo.
Pero eso sí: con miles de esquizofrénicos a su lado, dispuestos al holocausto nuclear en el momento en el que lo diga el presidente.