Los recortes sociales llevados a cabo por el Gobierno murciano que preside el señor Valcárcel, han desencadenado una fuerte respuesta de la población que, en el mes de diciembre, llegó a marchar en manifestación espontánea hasta su domicilio particular donde arrojaron huevos y, según Valcárcel, golpearon a una hija suya. Sí fueron increpados y zarandeados algunos cargos del PP.
Pero la agresión sufrida el sábado pasado por el consejero de cultura, han disparado las alarmas. Valcárcel la relaciona con intereses partidistas y señala que los culpables están entre sus socios del PSOE; sin embargo tertulianos radiales y televisivos, comienzan a mostrarse alarmados, citan a grupos antisistemas y hablan de que en las redes sociales se están haciendo llamamientos “a la revolución”. En definitiva, temen que lo que surgió como un enfrentamiento por la poltrona, se convierta en algo más.
Todo apunta a que están inquietos ante la posibilidad de que Murcia se convierta en una especie de pequeña Túnez, y punta de lanza que propague el descontento generalizado a otras regiones del Estado; por tanto claman que Madrid actúe con mano dura ante lo sucedido. Saben que en esa Comunidad existen grupos de ciudadanos que comienzan a organizarse en plataformas para defenderse de los desmanes de banqueros, políticos y rateros de guante blanco que han esquilmado las arcas públicas.
Por esa razón el ministro de la Presidencia, el “socialista” Ramón Jáuregui, ha condenado la agresión contra el consejero diciendo que «nunca nada justifica que nadie agreda a nadie, y menos a un cargo público». Es decir, quienes no sean cargos públicos son ciudadanos de segunda y, en consecuencia, sujetos de la represión “democrática”. Más claro, agua.
En la imagen, Valcárcel junto a Esperanza Aguirre, otra que baila el mismo son que Zapatero y compañia.