El gran Eduardo Galeano nos recordaba que Simón Rodríguez, aquel que escribiera El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de Armas, tenía fama de loco, y así lo llamaban: El loco. Decía locuras, como éstas:
“Enseñemos a los niños a ser preguntones, para que se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos. Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra”.
Los gobiernos europeos, todos tan iguales, tan sumisos y plegados a sus amos, han cogido carrerilla en el saqueo: roban a los pobres para dárselos a los ricos. Su querer determina la libertad de las gentes y su venganza la cuantía del delito. Hoy la quema de una papelera en Bilbao puede conllevar más años de cárcel y penar que la impuesta por el tribunal de Nuremberg a grandes criminales nazis. “Angeklagter Karl Dönitz! Gemäss den Punkten der Anklageschrift, unter welchen Sie für schuldig befunden wurden, veurteilt Sie der Internationale Militärgerichtshof zu zehn Jahren Gefängnis”, el Tribunal Militar Internacional condena a Karl Dönitz a 10 años. La Audiencia Nacional de hoy, el TOP de ayer, condena a 14 años al joven Oier Urrutia por “tener en casa 4 cohetes de fiestas de carnaval”
El movimiento antirrepresivo ha llamado la atención sobre las “condenas de venganza” que pesan sobre varios jóvenes gasteiztarras y ha hecho un repaso por los juicios celebrados en el tribunal especial en los últimos meses. La desmesura la han convertido en criterio.
El intento de la cineasta Isabel Coixet, de la mano del buen escritor Manuel Rivas, de vendernos a Baltasar Garzón como juez creador de dignidad y no propagador de indignidad y estulticia puede ser timo de la estampita en tierras ajenas o propaganda patriotera en la Berlinale, pero aquí, en nuestro pueblo, donde sus detenciones nocturnas son escupitajo al derecho, asalto en la madrugada, detenciones en cazoncillos, robo y destrozo de ajuar casero y morada, incomunicación, bolsa y tortura y, a veces, violación…, aquí el juez Baltasar Garzón no pasa de ser un colaborador del terror.
Estamos acostumbrados a obedecer a la razón: no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos. En la vida hemos visto, Srª Coixet, muchas películas… y también aprendido que al que no sabe cualquiera le engaña. Y Garzón, por desgracia, entre nosotros un juez padecido.