Al que no sabe, cual­quie­ra le enga­ña- Mikel Arizaleta

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El gran Eduar­do Galeano nos recor­da­ba que Simón Rodrí­guez, aquel que escri­bie­ra El Liber­ta­dor del Medio­día de Amé­ri­ca y sus com­pa­ñe­ros de Armas, tenía fama de loco, y así lo lla­ma­ban: El loco. Decía locu­ras, como éstas:

“Ense­ñe­mos a los niños a ser pre­gun­to­nes, para que se acos­tum­bren a obe­de­cer a la razón: no a la auto­ri­dad como los limi­ta­dos, ni a la cos­tum­bre como los estú­pi­dos. Al que no sabe, cual­quie­ra lo enga­ña. Al que no tie­ne, cual­quie­ra lo compra”.

Los gobier­nos euro­peos, todos tan igua­les, tan sumi­sos y ple­ga­dos a sus amos, han cogi­do carre­ri­lla en el saqueo: roban a los pobres para dár­se­los a los ricos. Su que­rer deter­mi­na la liber­tad de las gen­tes y su ven­gan­za la cuan­tía del deli­to. Hoy la que­ma de una pape­le­ra en Bil­bao pue­de con­lle­var más años de cár­cel y penar que la impues­ta por el tri­bu­nal de Nurem­berg a gran­des cri­mi­na­les nazis. “Ange­klag­ter Karl Dönitz! Gemäss den Punk­ten der Ankla­ges­chrift, unter wel­chen Sie für schul­dig befun­den wur­den, veur­teilt Sie der Inter­na­tio­na­le Mili­tär­ge­richtshof zu zehn Jah­ren Gefän­gnis”, el Tri­bu­nal Mili­tar Inter­na­cio­nal con­de­na a Karl Dönitz a 10 años. La Audien­cia Nacio­nal de hoy, el TOP de ayer, con­de­na a 14 años al joven Oier Urru­tia por “tener en casa 4 cohe­tes de fies­tas de carnaval”

El movi­mien­to anti­rre­pre­si­vo ha lla­ma­do la aten­ción sobre las “con­de­nas de ven­gan­za” que pesan sobre varios jóve­nes gas­teiz­ta­rras y ha hecho un repa­so por los jui­cios cele­bra­dos en el tri­bu­nal espe­cial en los últi­mos meses. La des­me­su­ra la han con­ver­ti­do en criterio.

El inten­to de la cineas­ta Isa­bel Coixet, de la mano del buen escri­tor Manuel Rivas, de ven­der­nos a Bal­ta­sar Gar­zón como juez crea­dor de dig­ni­dad y no pro­pa­ga­dor de indig­ni­dad y estul­ti­cia pue­de ser timo de la estam­pi­ta en tie­rras aje­nas o pro­pa­gan­da patrio­te­ra en la Ber­li­na­le, pero aquí, en nues­tro pue­blo, don­de sus deten­cio­nes noc­tur­nas son escu­pi­ta­jo al dere­cho, asal­to en la madru­ga­da, deten­cio­nes en cazon­ci­llos, robo y des­tro­zo de ajuar case­ro y mora­da, inco­mu­ni­ca­ción, bol­sa y tor­tu­ra y, a veces, vio­la­ción…, aquí el juez Bal­ta­sar Gar­zón no pasa de ser un cola­bo­ra­dor del terror.

Esta­mos acos­tum­bra­dos a obe­de­cer a la razón: no a la auto­ri­dad como los limi­ta­dos, ni a la cos­tum­bre como los estú­pi­dos. En la vida hemos vis­to, Srª Coixet, muchas pelí­cu­las… y tam­bién apren­di­do que al que no sabe cual­quie­ra le enga­ña. Y Gar­zón, por des­gra­cia, entre noso­tros un juez padecido.

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