Es habitual que las fuerzas políticas intenten resituarse ante los nuevos escenarios políticos. No todas saben hacerlo con la misma gracia, digámoslo así y, cuando además han quedado desconcertadas por la evolución de los acontecimientos, algunas nos ofrecen el espectáculo de sus bandazos y su incapacidad para pisar tierra. En ocasiones, uno tiene la sensación de que giran sobre sí mismas, siguiendo una brújula que parece haberse vuelto loca.
Los pasos dados por la izquierda abertzale y otros agentes, tanto en Euskal Herria como a nivel internacional, han sorprendido a mucha gente y han destrozado algunas agendas. Ciertos planes y cálculos han ido, directamente, a la papelera. Otros son estudiados una y otra vez por dirigentes que se resisten a abandonarlos. Descontentos con la realidad, se obstinan en un patético esfuerzo en exigir a los hechos que se sometan a sus previsiones.
¿Cómo entender que un partido, Aralar, que ha exigido a otro, EA, que rompa todo acuerdo con la izquierda abertzale proponga a la izquierda abertzale un nuevo acuerdo? ¿Cómo explicar que el partido que sustenta al Gobierno de Madrid y su estrategia neoliberal se nos presente como elemento clave de una alianza «progresista» en Nafarroa? ¿Cómo puede ser que adquieran semejante poder mediático unos «independientes» que son menos de los que un servidor ha contado en reuniones de la izquierda abertzale en pueblos como Goizueta, de menos de 1.000 habitantes?
¿Cómo puede afirmar Patxi Zabaleta que Nabai es ahora más fuerte que nunca mientras Uxue Barkos confiesa que llegan tiempos duros para lo que queda de esta coalición? Y ¿qué hace Aralar acaparando nombres y marcas cuando es obvio que le aterra la idea de concurrir en solitario a las elecciones?
No es menos sorprendente que algunos quieran vendernos la moto de que por fin la izquierda abertzale ha reconocido sus errores estratégicos y sigue los pasos de ETApm y/o Aralar. O que Urkullu, cuya pensión no corre peligro alguno pese a haber avalado con los votos de su partido el empeoramiento de las condiciones de vida de millones de personas, afirme que la izquierda abertzale reconoce el daño causado.
La demostración de firmeza, audacia e inteligencia política de la izquierda abertzale lo ha cambiado todo. Y ha descolocado a muchos. Pero también abre un nuevo tiempo en el que las actitudes infames tendrán menos espacio. Llegan tiempos de mayor exigencia a los líderes políticos, de mayores compromisos, tiempos duros para los oportunistas.
Intenten reencontrar su lugar. Y sin duda, lo harán. Pero les va a costar un poco más. Porque ahora, cuando las excusas caen una tras otra, ya no vale criticar la Ley de Partidos mientras se planea cómo beneficiarse de una eventual imposibilidad de que la base social de la izquierda abertzale vote legalmente.
Llegan malos tiempos para los dobles juegos. El debate va a resituarse y no podrán eludir la cuestión de fondo. Ya no va a bastar con unos cuantos gestos formales cara a la galería.
Los tiempos se están agotando y los agentes deben decidir dónde posicionarse.