La cuestión es vieja, pero sigue tan viva como siempre. Es necesario sacar provecho de las contradicciones del enemigo. Todas aquellas declaraciones públicas que procedan de sus luchas intestinas por alcanzar mayores cotas de poder, deben ser trasladadas a las personas que lo está pasando mal, de esa manera, se crea conciencia en ellas y se debilita al bloque político burgués dominante.
El movimiento anticapitalista no tiene prensa, ni radio ni televisión, salvo algunas excepciones desconocidas, por ocultas, para el ciudadano medio. Las capas populares no tienen nada de nada. Hemos visto incluso cómo los manifestantes egipcios confraternizaban con el ejército porque, instintivamente, saben de la importancia de contar con el apoyo de un frente armado que los defienda. ¿Quizás la burguesía no tiene el suyo para lo mismo?
Bajo mi punto de vista, es imperativo fortalecer las posiciones revolucionarias, que no reformistas, para canalizar las espontáneas manifestaciones de las masas. Utilicemos las contradicciones de la burguesía. Llevemos a los barrios las palabras del dirigente del PP, González Pons, (vistas y oídas por millones de personas del Estado), quien, atacando a sus socios del PSOE por intereses partidistas, declaró que “cuando el pueblo quiere, puede” y que en España, como en Egipto,«el pueblo quiere una democracia de calidad».
Más que “de calidad”, habría que decir democracia de verdad, a la que la burguesía tendrá que adaptarse o marcharse.