Ni soy jurista, ni pretendo figurar como tal. Que conste.
Pero eso no significa, que como ciudadano comprometido con un correcto funcionamiento de la democracia, ignore los principios básicos del derecho o de la jurisprudencia. Algo que sin duda todo ciudadano cabal debiera conocer.
Puede parecer que en pleno siglo XXI, hablar de ordalías o juicios de Dios y rememorar procesos inquisitoriales sea un descabellado anacronismo. Tal vez, aunque quizás no tanto…
Hombre, que los juicios dependan de un Dios en el que ya no deben creer ni los propios clérigos…pues va a ser que no… Ya se han encargado los picapleitos, intereses mediáticos o de mercado de apañarlos…
Y que tampoco me olvido de algunos jueces íntegros, que de vez en cuando ya salen por sus fueros…
Claro que tratándose de juicios políticos, sobre todo los que versan sobre la cosa vasca y todo lo que vista con txapela, ya el asunto pasa directamente al estado, es decir a las cavernas o garitos de la DGS.
De todos modos no nos hagamos ilusiones. Quizás la justicia haya modificado la escenas o si se quiere la puesta a punto medieval. Eso de la escena democrática lo exige, al menos en lo formal…
Y sin embargo uno tiene la sensación, de que sobre todo cuando se trata de conflictos políticos, hablemos p.ej. de la cuestión vasca, el espíritu y los métodos de los juicios de Dios y de los procesos inquisitoriales, siguen tan vigentes como en el s.XV.
Un breve análisis resuelve cualquier vacilación. Y sin duda la comprensión teórica del modelo inquisitorial, nos va a permitir interpretar mejor muchos de los sistemas actuales.
El derecho romano, había desarrollado unos niveles de aplicación de la justicia modélicos, sobre todo si los comparamos con algunas praxis actuales que por permitir la tortura, convierten a jueces, fiscales e inquisidores –o policías- en auténticos delincuentes.
El proceso penal ‑en el derecho romano- acusatorio (relativamente garantista) era oral y público y sobre todo probatorio, es decir, fundamentado en una “probatio”. Nada pues de indicios, sospechas etc…
El inquisitorial –bien lo sabemos los vascos‑, escrito, secreto, basado en la sospecha, “suspicio”, quedando fuera del conocimiento y escrutinio público.
El “iudex” ordinario –en el D.R.-, media entre las partes, acusado y acusador –o en su caso el fiscal del ministerio público-.
En el inquisitorial el juez coincide con el fiscal, lo que implica la coincidencia del acusador con el juez. Esto supone un contrafuero legal básico en el D.R., “Nemo iudex in sua causa”.
El fiscal-acusador-juez, es quien marca los objetivos del pleito, habitualmente con implicaciones del poder político.
En el D.R., la acusación pública era contrarrestada por “la presunción de inocencia”, castigándose el perjurio, la falsa delación, “la diffamatio” …
Los difamadores, difícilmente se iban de rositas.
¿Y en esta bendita tierra?¿Qué pasa con los gestores de montajes como Egunkaria, Udalbiltza con esos delatores, siempre impunes, como dignidad y justicia, manos blancas, la carcundia franquista y todos los bobos mediáticos?
En el proceso inquisitorial –evidentemente pienso en los de la AN‑, es el acusado quien ha de demostrar su inocencia. El principio garantista , “in dubio pro reo” es remplazado por el inquisitorial, “in dubio pro fidei”. Es decir, en caso de duda o de falta absoluta de pruebas consistentes, la sentencia será lo que se le antoje al juez acusador, que ya sabemos a quien representa…
¿Cuántos procesos impresentables, cuantos montajes con esperpéntico aparato jurídico ha escenificado la AN contra la cultura y el pensamiento vasco?
Es en este escenario, el inquisitorial, donde durante no menos de siete décadas –desde el franquismo- se ha juzgado a la disidencia vasca –armada, intelectual, cultural, o lo que cuadre-.
Que para la mayoría de los vascos –y me imagino para muchos españoles, que callan y otorgan‑, la Audiencia Nacional, heredera del siniestro TOP franquista, es una institución inquisitorial, no ofrece la más mínima duda.
Forma parte de nuestro peculiar elenco de demonios: AN, monarquía, tricornios y banderas al viento…
Los vascos nunca hemos creído en la justicia española, porque tanto ella como su estado de derecho se basan en la violencia policial-inquisitorial o en la amenaza sumarísima de los sables.
Dejar la justicia, exclusivamente y sin control, en manos de cualquier institución policial, –algo que por desgracia no es atributo exclusivo de este ínclito reino‑, de cualquier policía, incluidas las de “in partibus infidelium”, es dejar la justicia en manos de la tortura o de todos los diablos que en el mundo han sido.
La credibilidad de la ciudadanía –al menos de gran parte‑, en las actuales fuerzas del orden, incluso las municipales –¡mira que los munipas de Iruña, que andan por ahí ejerciendo de Sandiós…¡-, es nula.
¿Qué le pasa a muchos de estos “hombrecillos” con cerebro de mosquito ‑a deducir tanto por los discursos que emiten, como por su cortesía‑, que en que les colocan una porra y una pipa al cinto, se truecan en las peor de las alimañas que puede encontrarse el sencillo ciudadano de a pie?
Pero a lo que vamos. Alguien ha dicho que la tortura es una institución universal y eterna… Pues que Dios nos coja confesados…
Si así lo creyera, no abrigaría la esperanza de que se pueda erradicar…
Por cierto, que no se nos pase, que los políticos que la permiten, cuando no la fomentan, son más perversos que los directos ejecutores…
Y me refiero a políticos de cualquier signo…
No se nos olvide que esos monstruos, Ben Alí y Mubarak, pertenecían a esa nauseabunda e inmunda internacional socialista que nunca entendió que gobernar significa atender y resolver problemas. No aplastarlos con la fuerza pública –Srs. Rubalcaba, Ares, peperos and company- o resolverlos en las mazmorras.
Y esto no solo en el Magreb, Dña. Trinidad Jiménez… No nos pongamos a hablar de Euskalherria…
Hoy día, en muchos estados ¿democráticos…? –como los EEUU de Guantánamo y Abhu-Graip, o la España que tortura hasta la muerte, Arregui, Mikel Zabalza, (a veces como se ve hasta la muerte) Lasa y Zabala, Portu y Sarasola…..- los torturadores son “dignos profesionales” con excelentes sueldos del “estado de derecho”.
Y no pensemos que estos agentes que trabajan en las letrinas del estado, padecen especiales patologías síquicas. Bueno, o quizás sí, aunque esto no se haga constar…
Dicen muchos entendidos que la tortura procura deleite al torturador. ¡Pues vaya degenerados!
Lo cierto es que a través de la tortura se puede lograr cualquier confesión…
Esto es sin duda lo que deja al pairo o mejor a la deriva, todo el sistema judicial español.
Y que los instrumentos de tortura inquisitorial, agua-bañera, hierro rusiente –electrodos, destrucción absoluta de la autoestima, el desnudo y la violación etc… etc…, si cabe más sofisticados, son de rabiosa actualidad.
Y que los torturadores, con la venia del estado español, están destruyendo de por vida, la vida, valga la redundancia, de muchísimos vascos/as.
Y que la mayoría de estos torturados son inocentes y habitualmente gente de gran valía.
Y que la tortura es un horrible crimen, sobre el que algún día tendrá que rendir cuentas España.
Y que esperemos que lo hagan mejor que los victimarios del franquismo, que no sólo no se arrepintieron sino que siguieron en las mismas, como dueños del cotarro…
Ordalías, juicios de Dios procesos inquisitoriales, cruda y criminal realidad de nuestros días. Cruda realidad que se da en estados hipócritamente considerados democráticos, ante una Europa que duerme, tolera o protege a indecentes gobernantes…
En estos momentos el pueblo vasco está volcado en el intento de devolver la palabra a todos los ciudadanos…
En esta esperanzadora coyuntura se esta diseñando un entorno en que la violencia de ETA y la endémica y plurisecular del estado español, la madre de todos los conflictos, desaparezcan para siempre.
Seguro que entonces, eso espero aunque nunca se sabe, la inquisición será definitivamente un maldito recuerdo. Una mala noche en una mala posada.