IPS/TerraViva Aunque el camino hacia la gran tienda verde era polvoriento y bastante confuso, al llegar allí fue fácil sumirse en la versión sonora de la Torre de Babel. Las voces femeninas buscaban su lugar en el Foro Social Mundial.
La tienda de campaña, oculta entre el viento y el polvo, a cierta distancia de los principales acontecimientos del Foro, se volvió la sede no oficial de las mujeres en el encuentro de la sociedad civil que finalizó este viernes en Dakar.
Llevó unos días instalarla. El espacio físico era un tema polémico, dada la cancelación de muchos de los lugares destinados a las reuniones. Fue así que las activistas lideradas por la Marcha Mundial de las Mujeres sintieron la necesidad de reclamar un sitio donde poder hablar libremente, sin tener que negociar un espacio discursivo.
Jóvenes y no tanto se hicieron presentes con frecuencia en este punto a veces caótico. Algunas mujeres gritaban fervorosamente o tocaban tambores, mientras que otras escuchaban atentamente los temas en discusión.
Bajo esta tela verde, un debate colorido y vibrante versó sobre la situación de las mujeres en la conflictiva región de Casamance, en el sur de Senegal, la violencia de género, el VIH/sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) y otros desafíos que enfrentan en las sociedades patriarcales, así como la marginación que se percibe sobre los temas femeninos en el propio Foro Social Mundial (FSM).
Aunque algunas aplaudieron el espíritu de la tienda, a otras les preocupó que se convirtiera en un símbolo de que los asuntos de las mujeres eran marginados en el contexto más amplio del Foro.
La asamblea donde se leyó una declaración fue muy criticada por considerarse que no representaba plenamente la voz de todas las mujeres.
«Me impresionó el tipo de discusión. Por primera vez África debate sobre el imperialismo y la crisis del capitalismo (y sus efectos) sobre la población», dijo Fatima Aloo, una veterana feminista de Tanzania, señalando que el FSM fue una gran plataforma para las mujeres que querían plantear cuestiones específicas.
Aloo agregó que el feminismo siempre estuvo arraigado en el continente y que ahora se hace sentir más «porque las mujeres africanas han fijado su propia agenda».
Para Amina Mama, en cambio, la mayoría de los debates del FSM sobre crear una solidaridad entre el mundo en desarrollo han «ignorado casi completamente lo que ocurre con el feminismo».
«Tuvimos personas interesantes de Egipto, con presentaciones muy interesantes, y listaron a todas las fuerzas sociales que tenían que movilizarse, menos al movimiento de mujeres», dijo la feminista nigeriana.
Mama, del Fondo Global para Mujeres, contrastó la experiencia del FSM con la del Foro Feminista Africano realizado en octubre de 2010, también en Dakar.
«Por momentos sentí que experimentaba una alteración temporal. Pienso que los movimientos sociales tienen que tomarse esto más en serio», dijo.
La zimbabwense Tendai Makanza, de la organización Alternativas al Neoliberalismo en África Austral, coincidió. «Si miro la cantidad de acontecimientos que tienen lugar en el FSM, no tengo la idea de que las cuestiones de género sean parte del debate. Es muy decepcionante», opinó.
La brasileña Julia Di Giovanni, activista de la Marcha Mundial de las Mujeres, admitió que es difícil organizar reuniones que se centren en el movimiento feminista.
«Tuvimos que trabajar muy duramente para asegurarnos de que se oyeran las voces de la sociedad civil. Trajimos mujeres de Colombia y de la República Democrática del Congo para que hablaran sobre la violencia de género y el impacto de las fuerzas armadas sobre las mujeres», relató.
El FSM brindó «un espacio seguro para que las mujeres hablaran» sobre estos temas, señaló.
La activista italiana Francesca Rossi dijo a IPS que le resultó gratificante escuchar los testimonios de mujeres africanas hablando sobre violencia de género.
Sara Longwe, una feminista de Zambia, destacó que «la violencia con base en el género todavía es vista como un problema de salud y de bienestar».
«Tenemos que hablar sobre ella desde el punto de vista del poder. Se trata de relaciones de poder. Las mujeres están hablando sobre esto y las leyes de los diferentes países no hacen frente a la violencia», dijo.
Las mujeres jóvenes presentes en el FSM dijeron haberse sentido excluidas y marginadas.
Cristina Calvo Alamillo, de la española Fundación Mujeres, declaró: «Las jóvenes no son escuchadas en el FSM. Pero también están luchando para lograrlo, o por lo menos para que se les dé el espacio para plantear sus preocupaciones».
«Las mujeres jóvenes tienen muchas ideas, pero es difícil (darlas a conocer) a causa de la presión social para casarse o tener hijos», sostuvo.
La estudiante estadounidense Colleen Brewster dijo a IPS que el FSM le resultó interesante por la variedad de debates que tuvieron lugar.
Mama resumió su experiencia: «Venir al FSM es una manera de reabastecerse, y de desafiar a los hermanos, recordarles qué está ocurriendo con las mujeres e intentar hacerlos participar».