A lo largo de la historia humana han sido la solidaridad y la colaboración lo que ha permitido a los pueblos construir mejores condiciones de vida para su existencia.
Las tesis que sostienen que los seres humanos son egoístas por naturaleza, no tiene ninguna validez científica. Son las condiciones materiales las que condicionan el surgimiento de ciertos comportamientos entre los individuos. Egoísmo, celos, envidia, individualismo, son conductas que tienen como causa fundamental la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción, los productos obtenidos como resultado del trabajo, las personas y el propio conocimiento humano.
El despiadado sistema capitalista, sobre todo en su fase imperialista, ha exacerbado las conductas más aberrantes entre las personas, deshumanizándolas cada vez más, mientras los objetos, las cosas son más importantes que los mismos humanos que las producen.
Los EE.UU., conjuntamente con sus aliados europeos y el sionismo israelí, han desatado una nueva y más agresiva campaña de militarización del planeta, que incluye guerras preventivas, terrorismo blanco y fabricación de armamentos cada vez más sofisticados. La humanidad se enfrenta ante el serio riesgo de desaparecer de la faz del planeta, hecho agravado por la destrucción del medio ambiente provocado por el irracional sistema capitalista de producción. Las dos guerras mundiales demuestran la brutalidad de los explotadores y la barbarie a la que el capitalismo ha conducido a la humanidad. Igual de brutales han sido las agresiones que los imperialistas franceses y yanquis desataron contra Argelia y Vietnam, como igual de sanguinarias son hoy las agresiones contra Afganistán e Irak, perpetradas por los Estados Unidos con la complicidad de Europa y el Estado de Israel.
Las criminales dictaduras militares del cono sur en América Latina durante la década de 1970, que gozaron del respaldo del imperialismo yanqui y las burguesías criollas, son el claro ejemplo de lo que los detentadores del poder en las sociedades capitalistas son capaces de hacer cuando los pueblos tratan de construir una sociedad distinta. Los fascistas no escatimaron ningún medio, ningún recurso para perseguir, detener, torturar, asesinar y desaparecer a las y los revolucionarios de distintos lugares de América Latina en todo el mundo. Eso se llevó a cabo a través del macabro Plan Cóndor.
Creer, por tanto, en los llamados a la “paz” y a la “unidad nacional” que los explotadores hacen a través de sus aparatos ideológicos destinados a alienar y embrutecer a las personas, como son la religión, el sistema educativo y los medios de comunicación, es una equivocación tremenda del pueblo explotado y de sus organizaciones revolucionarias.
Las burguesías, el imperialismo, más allá de las pugnas que puedan existir entre ellas para apropiarse mayormente de la riqueza de los pueblos, cuando ven peligrar su existencia, se alían para enfrentarse a sus enemigos de clase. Los explotadores consensuan entre ellos para garantizar su existencia, pero además pretenden “fabricar el consenso” entre la población a través de diversos mecanismos de alienación, para así lograr que las masas interioricen su discurso mistificador y lo hagan suyo.
La divisa revolucionaria debe ser la unidad
Los pueblos y fundamentalmente la clase trabajadora del mundo no pueden ser indiferentes ante lo que sucede en cada rincón donde un obrero, un campesino, un ama de casa, un estudiante, un jubilado es explotado, reprimido, pisoteado. Los explotadores de hoy, al igual que los de antaño, tienen como objetivo dividir a los explotados para poder vencerlos. Es preciso recordar que debido a esto, entre otras razones, el nazifascismo pudo triunfar en Alemania en el año 1933.
Frente a esta política del imperialismo, las burguesías y las oligarquías hay que levantar la bandera de la unidad revolucionaria con acciones concretas. La máxima de Bolívar “unidad, unidad, unidad”, debe ser la divisa de quienes luchan por construir una sociedad mejor, tal como lo ha sentenciado el presidente Hugo Chávez Frías.
Marx y Engels expresaron una frase contundente en el Manifiesto Comunista: “Proletarios de todos los países uníos.” Estos grandes revolucionarios comprendieron desde muy temprano la necesidad de que la clase obrera se una para derrotar a sus explotadores. No se trata solamente de una consigna política, sino de un pensamiento que encierra una profunda comprensión de la realidad histórica social. Si el sistema capitalista es un sistema de dominación y expolio de carácter mundial, solo puede ser derrotado con el concurso de toda la clase trabajadora, de los explotados a nivel mundial. La unidad no solo debe concebirse a nivel nacional, sino internacional.
León Trotsky desarrolló con más profundidad esta teoría, que se conoce con el nombre de “Revolución permanente”. Los bolcheviques, guiados bajo las enseñanzas de Lenin, siempre actuaron consecuentemente con la causa del internacionalismo proletario.
No es posible construir una sociedad distinta a la capitalista en un solo país. Se necesita ampliar los procesos, extenderlos, encender la llama de la Revolución Mundial. La coexistencia pacífica, entendida como la falta de solidaridad política entre las organizaciones revolucionarias so pretexto de evitar intromisiones en los asuntos internos de cada nación, ha conllevado al fortalecimiento de la burguesía.
La socialdemocracia y el stalinismo han sido responsables de ello, como lo evidencia el fracaso de la segunda y tercera internacional.
El Che planteó “crear dos, tres Vietnam”. Con esa frase, que hacía referencia a una situación muy particular en un momento histórico determinado, el guerrillero heroico señaló por un lado la necesidad de combatir con contundencia al imperialismo en cualquier rincón del mundo y, por otro, trabajar unidos desde todos los ámbitos para defender a cualquier pueblo que sufra los embates de los criminales yanquis y sus aliados europeos. Basta recordar las contundentes palabras del Che para denunciar a los mercenarios belgas que actuaron en el Congo, responsables del asesinato de Patricio Lumumba, así como la agresión contra Argelia por parte de los genocidas franceses.
La lucha tiene que ser en todo nivel: económico (boicot contra Israel, contra la transnacional Coca Cola, etc.), político (unidad entre organizaciones diversas para luchar contra los opresores) cultural (difusión, promoción de lo que hacen las organizaciones de la clase trabajadora).
La solidaridad tiene que ser efectiva. No puede limitarse a panfletos o consignas en periódicos. Debe haber una movilización permanente. Las organizaciones revolucionarias no pueden, de ninguna manera, usar el discurso de los opresores. Juzgar, censurar a las organizaciones revolucionarias como lo hizo José Saramago, el “comunista hormonal”, con la guerrilla colombiana es una muestra fehaciente de inconsecuencia política.
De igual manera, debe separarse la política estatal, cuando existen gobiernos populares, de la política de los movimientos, partidos y organizaciones revolucionarias en las que se sostienen esos gobiernos.
Los revolucionarios cubanos deben hacer una meditación profunda sobre este asunto para posibilitar que sus organizaciones de masas, fundamentalmente el Partido Comunista, se impliquen abierta y decididamente con la lucha de los pueblos. Ese es el legado que dejaron el Comandante Manuel Piñeiro Lozada, así como otros valerosos combatientes que entregaron su vida por la causa de la revolución en el mundo entero como fue Carlos Conrado de Jesús Alvarado Marín (Mercy) padre del combatiente de la seguridad del estado cubano, el internacionalista Percy Alvarado Godoy.
Las calles, las plazas, las paredes deben tomarse no solo para lanzar consignas o luchar por reivindicaciones puntuales de cada pueblo, sino para expresar la más amplia solidaridad con el movimiento revolucionario en el continente y el mundo entero.
Los cinco cubanos antiterroristas presos en EEUU podrán ser liberados por esas acciones, Palestina no quedará abandonada ante la vorágine del sionismo, las organizaciones guerrilleras colombianas no se verán aisladas ante las mentiras del estado fascista colombiano, Euskal Herria sentirá el apoyo incondicional para lograr su independencia y la libertad de los presos políticos. Unidos somos fuertes, divididos pereceremos.
Patria Grande, 24 de enero de 2011
La Haine