La Casa Blanca busca ampliar su dominio militar e intenta aplicar el Plan Colombia en América Central
El secretario adjunto para la Oficina de Asuntos Narcóticos Internacionales y Aplicación de la Ley del Gobierno de Estados Unidos, William Brownfield, fue claro en su propuesta: la Casa Blanca busca aplicar un programa similar al Plan Colombia en Centroamérica.
Durante su visita la semana pasada a Guatemala, El Salvador, Honduras y Colombia, el funcionario mantuvo reuniones con los gobiernos y prometió ayudas millonarias para combatir en el itsmo lo que denominó “la ruta del narcotráfico”.
Denunciado como un plan de fuerte carácter injerencista y con resultados precarios, el Plan Colombia fue implementado en Colombia durante el gobierno de Andrés Pastrana en 1999.
En la presentación del presupuesto estadounidense para 2011 el pasado martes, el presidente Barack Obama anunció que el dinero destinado a ese programa se reducirá en un 15%, restando 64 millones de dólares.
Pero el anunció de la Casa Blanca parece contrario a las propuestas realizadas por el zar antidrogas norteamericano.
Es más, Brownfield aseveró que este posible programa será complementario a los utilizados en Colombia y México.
“Después de esta gira, y si tenemos una coincidencia de perpectivas en la región”, desde el gobierno estadounidense se espera “diseñar una nueva estructura, que podría surgir para tener más colaboración entre los países de la región mesoamericana y también los otros países del hemisferio que quieran apoyar”, sostuvo el funcionario norteamericano.
Para no dejar dudas con respecto al objetivo de Washington, Brownfield no permitió que las promesas se escaparan en el aire y anunció que su país aportará 200 millones de dólares para reforzar la lucha contra las drogas y la criminalidad en la región.
La iniciativa de un flamante Plan Centroamérica fue festejada por los gobiernos de las naciones que visitó, principalmente por el régimen hondureño.
El Ministro de Seguridad de Honduras, Oscar Alvarez, no ocultó su emoció y declaró que “hemos hecho cosas maravillosas sin mucho apoyo y haríamos más si tuviésemos el respaldo de Washington”.
Pero un Plan Colombia dirigido a Centroamerica no estaría apuntado directamente a la lucha contra el tráfico de drogas, hecho demostrado en reiteradas ocasiones.
En 2001, el sociólogo estadounidense James Petras, alertaba que el programa impuesto en territorio colombiano “es al mismo tiempo una política «nueva» y la continuación de la pasada intervención de los Estados Unidos” en el país.
El intelectual recordaba que a partir de la década del 60, el gobierno del entonces presidente John F. Kennedy “lanzó su programa de contrainsurgencia, entrenando a fuerzas especiales diseñadas para atacar” a lo que calificaron “enemigos internos”, en referencia a organizaciones guerrilleras.
Un año antes, la revista uruguaya Brecha denunciaba que el Plan Colombia permitía las fumigaciones de plantaciones de coca con el herbicida glifosfato, producido por la multinacional Monsanto, afectando a las provincias ecuatorianas fronterizas, situación que despertó varias protestas.
En 2008, el director de Políticas de Droga en el Instituto de Estudios Políticos de Washington, Sanho Tree, recordó que el Congreso norteamericano reconoció el fracaso del Plan Colombia, debido que a la cantidad de coca que se cultiva en la nación es mayor que cuando se inició el programa.
Entrevistado por Telesur, el especialista afirmó que “la producción de cocaína tampoco ha bajado, esos son los indicadores objetivos que han mostrado que este plan no es un éxito”.
Tree manifestó que tanto el Plan Colombia como el Plan Mérida en México son similares “al programa de entrenamiento de Estados Unidos en Irak”.
Esas tropas adiestradas por Washington terminaron siendo las que “estaban ejecutando las masacres en Irak”, manifestó.
Un plan financiado y dirigido por Estados Unidos en Centroamerica se transformaría en una nueva amenaza para los miembros de la Alianza para los Pueblos de Nuestra América (Alba), como es el caso de Nicaragua, y apuntaría a satanizar como terroristas a organizaciones como el Frente de Nacional de Resistencia Popular (FNRP) de Honduras.
Una iniciativa de este tipo no resulta extraña, teniendo en cuenta la consolidación de las bases militares estadounidenses en Panamá, Honduras, El Salvador y Costa Rica.
Cómo quedó evidenciado en el caso hondureño, la base de Palmerola no es utilizada para simples “ejercicios militares”, sino que fue el punto estratégico para derrocar al presidente Manuel Zelaya en junio de 2009.
Leandro Albaniz
Resumen Latinoamericano/AVN