El poder cíni­co – Anto­nio Alva­rez Solis

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Me pre­gun­to muchas veces si los dolo­ro­sos e inclu­so san­grien­tos movi­mien­tos de masas sir­ven efi­caz­men­te a la cau­sa popu­lar. Últi­ma­men­te los muer­tos habi­dos en Túnez con­tra su pre­si­den­te de la Repú­bli­ca o los caí­dos en El Cai­ro en el levan­ta­mien­to con­tra Muba­rak ¿son san­gre per­di­da o, por el con­tra­rio, cons­ti­tu­yen la lla­ve para abrir la puer­ta del futu­ro? ¿Y las víc­ti­mas habi­das duran­te estos últi­mos años en Asia o en Áfri­ca son el pre­cio por algo real­men­te impor­tan­te? Hay un dato en los estu­dios his­tó­ri­cos que se repi­te for­mal y sus­tan­cial­men­te con idén­ti­ca pre­ci­sión: el cam­bio radi­cal que pro­du­ce una nue­va fase his­tó­ri­ca en la huma­ni­dad nun­ca ha acon­te­ci­do sin un derra­ma­mien­to de san­gre en la lucha con­tra el poder y los pode­ro­sos. Las lamen­ta­cio­nes de los pode­res ante estos suce­sos crue­les ‑tachán­do­los inclu­so de accio­nes terro­ris­tas o de obe­dien­cias funes­tas- son pura fan­fa­rria, telón que echan sobre sus res­pon­sa­bi­li­da­des, que pue­den tachar­se de cri­mi­na­les. Jamás una eta­pa de libe­ra­ción social ha acon­te­ci­do median­te un hon­ra­do pac­to de suce­sión del sis­te­ma domi­nan­te. Y menos mer­ced al voto.

Pero si la acción ruda de estos movi­mien­tos de masas aca­ba por ins­cri­bir­se noble­men­te en la his­to­ria hay algo que debe aña­dir­se para expli­car pro­fun­da­men­te su emer­gen­cia vital. Estos acon­te­ci­mien­tos revo­lu­cio­na­rios pro­du­cen en las masas un con­ven­ci­mien­to real sobre la jus­ti­cia que las lle­va a salir vio­len­ta­men­te a la calle. Las masas nece­si­tan con­cien­ciar­se de la pre­ci­sión del cam­bio por tan­to tiem­po dila­ta­do median­te el pro­ta­go­nis­mo de esas accio­nes que supo­nen inde­fec­ti­ble­men­te una serie de sufri­mien­tos, inclui­da la muer­te. Es como si median­te la acción fir­ma­ran un com­pro­mi­so con su radi­cal queha­cer his­tó­ri­co, tan­tos años dila­ta­do y disuel­to en la retó­ri­ca y las mati­za­cio­nes con­cep­tua­les de los ante­rio­res amos de la situa­ción social. En la acción revo­lu­cio­na­ria las masas se jus­ti­fi­can a sí mis­mas como en un bau­tis­mo. Pero a esta per­cep­ción glo­ri­fi­can­te del radi­cal fenó­meno pro­tes­ta­ta­rio hay que aña­dir­le algu­nos fle­cos más.

El Poder y los pode­res que lo com­po­nen han ido tren­zan­do una serie de argu­men­tos a tra­vés del tiem­po en pro de la nece­si­dad de su gober­na­ción del nego­cio humano. El impac­to de estos argu­men­tos es de tal cali­bre que infi­cio­na el meca­nis­mo inte­lec­tual has­ta con­ver­tir a las víc­ti­mas en víc­ti­mas de si mis­mas al con­ven­cer­se del valor intrín­se­co de las argu­men­ta­cio­nes opre­so­ras. Se pro­du­ce una espe­cie de sín­dro­me de Esto­col­mo y el dolor se admi­te como una inevi­ta­ble deri­va­ción de lo nece­sa­rio. Lo his­tó­ri­co aca­ba con­vir­tién­do­se así en tras­cen­den­te y la gran razón de los que todo lo domi­nan con­clu­ye en una razón uni­ver­sal que obs­tru­ye el pen­sa­mien­to libre. La Razón se disuel­ve en razo­nes que con­lle­van la escla­vi­tud para muchos ciu­da­da­nos que viven en la sacra­li­za­ción, aun­que inte­rior­men­te sea rene­ga­da, de los obje­ti­vos que son dic­ta­dos des­de la cumbre.

Toda la robus­ta capa opre­so­ra que se ha for­ma­do median­te las estruc­tu­ras de domi­na­ción sola­men­te cede inte­rior­men­te y por tan­to exte­rior­men­te median­te el hecho radi­cal revo­lu­cio­na­rio, que pre­via­men­te se impo­ne ante la visión de las con­tra­dic­cio­nes que des­cu­bren, ya sin reme­dio, el fon­do hedion­do de lo que se está vivien­do. La per­cep­ción ya inevi­ta­ble de la arbi­tra­rie­dad en que vivi­mos con­du­ce con efi­ca­cia a una toma de con­cien­cia que ha de cons­ti­tuir el cora­zón de la encen­di­da pro­tes­ta. La recu­pe­ra­ción de la fuer­za de acción popu­lar debe siem­pre mucho al cinis­mo ya des­bo­ca­do de los pode­res escla­vi­zan­tes. Las nece­si­da­des que hun­den la dig­ni­dad del ciu­da­dano y que pro­du­cen su amar­gu­ra empu­jan hacia los alza­mien­tos repa­ra­do­res. En el pro­ta­go­nis­mo del alza­mien­to las masas hallan el con­ven­ci­mien­to de la jus­ti­cia que las mueve.

Es momen­to opor­tuno, creo, para repa­sar algu­nas de esas expre­sio­nes cíni­cas que están hirien­do al uomo qua­lun­que de modo pro­fun­do y doble­men­te indig­nan­te por su des­ca­ro y que le mue­ven a empu­ñar la espa­da. ¿Pue­den, por ejem­plo, los Esta­dos Uni­dos de Nor­te­amé­ri­ca y las nacio­nes occi­den­ta­les de la Unión Euro­pea con­de­nar al tirano Muba­rak y exi­gir­le un com­por­ta­mien­to «demo­crá­ti­co y una tran­si­ción rápi­da y orde­na­da» cuan­do se han apo­ya­do en el rais para pro­ta­go­ni­zar tan­tas indig­ni­da­des his­tó­ri­cas con­tra pue­blos some­ti­dos a la explo­ta­ción y el cri­men? El cinis­mo en el que incu­rre inclu­so el pre­si­den­te Oba­ma es monu­men­tal. Con­de­na la vio­len­cia y exi­ge unas elec­cio­nes libres y una demo­cra­cia inten­sa des­pués de lar­gos años en que la Admi­nis­tra­ción ame­ri­ca­na se sir­vió de Muba­rak. Esto jus­ti­fi­ca ya por si mis­mo que los egip­cios, a los que aho­ra se quie­re enga­ñar de nue­vo con una mano de pin­tu­ra moral, hayan deci­di­do pro­ta­go­ni­zar por si mis­mos la inevi­ta­ble y puri­fi­ca­do­ra acción revolucionaria.

Siga­mos, salién­do­nos ya de la cues­tión egip­cia, pero den­tro del mar­co de los actua­les movi­mien­tos popu­la­res: ¿es acep­ta­ble que Ale­ma­nia y Fran­cia tra­ten de man­te­ner la explo­ta­ción sala­rial de paí­ses espe­cial­men­te mal­tra­ta­dos des­de el poder median­te el argu­men­to de que lo jus­to es un sala­rio que depen­da de las ganan­cias empre­sa­ria­les y no del cos­te de la vida? ¿Qué tra­ba­ja­dor va a resig­nar­se a seguir sien­do una sim­ple herra­mien­ta cuan­do vive en Esta­dos que han hecho de la empre­sa como con­cep­to crea­dor una escan­da­lo­sa exhi­bi­ción de explo­ta­cio­nes ampa­ra­das en un poder auto­crá­ti­co? ¿Aca­so esto no jus­ti­fi­ca que las masas lle­nen la calle con una pro­tes­ta enér­gi­ca y jus­ti­fi­ca­ble por si mis­ma ante leyes pre­va­ri­ca­do­ras? ¿Pue­den pedir Nor­te­amé­ri­ca y sus alia­dos euro­peos que no se actúe poli­cial­men­te con­tra los mani­fes­tan­tes egip­cios cuan­do tra­tan de actos terro­ris­tas las mani­fes­ta­cio­nes de masas en su territorio?

La para­do­ja san­gran­te, la incohe­ren­cia hirien­te… ¿Pue­de un socia­lis­mo como el espa­ñol seguir en el poder cuan­do son los gran­des ban­que­ros ‑ahí están las decla­ra­cio­nes del Sr. Botín- los que ensal­zan y ben­di­cen su polí­ti­ca de empo­bre­ci­mien­to social que alcan­za extre­mos cla­mo­ro­sos de mise­ria? ¿Pue­den los gober­nan­tes o aspi­ran­tes de la dere­cha más dura pro­me­ter jus­ti­cia social y soli­ci­tar el voto ciu­da­dano cuan­do han pues­to a con­tri­bu­ción de su idea­rio toda una cul­tu­ra huma­na­men­te proterva?

Vol­va­mos a Egip­to. Hay una noti­cia que me ha reque­ri­do muy espe­cial­men­te: la unión de cris­tia­nos y musul­ma­nes para com­ba­tir la dic­ta­du­ra san­grien­ta de Muba­rack. En esa unión el pue­blo habla con el len­gua­je que le ha de ser pro­pio: el len­gua­je de la éti­ca, tan pro­pio ade­más del ámbi­to de la reli­gión correc­ta­men­te sen­ti­da. ¡Éti­ca! Por­que no se tra­ta ya de nego­ciar repa­ra­cio­nes téc­ni­cas de la eco­no­mía ni de pro­po­ner com­pro­mi­sos entre apa­ra­tos polí­ti­cos. Los mode­los eco­nó­mi­cos son múl­ti­ples de for­mas y los sis­te­mas polí­ti­cos per­te­ne­cen al ámbi­to de la ima­gi­na­ción. Deje­mos de remen­dar, por tan­to, el gran sie­te por el que se derra­ma la huma­ni­dad, como si el teji­do que se ha podri­do fue­ra úni­co como con­cep­ción razo­na­ble. Se tra­ta de la edi­fi­ca­ción de un mun­do jus­to don­de la pro­pie­dad de la rique­za y el ejer­ci­cio de la liber­tad no se repu­te de unos o de otros sino de todo el pue­blo tra­ba­ja­dor. Y esta edi­fi­ca­ción requie­re muchas expre­sio­nes radi­ca­les de apo­yo que se jus­ti­fi­can a si mis­mas. La revo­lu­ción no sólo es una herra­mien­ta sino un esta­do de con­cien­cia. Con­clu­sión de cual­quier nave­ga­ción orien­ta­da por esta car­ta: no se tra­ta de jus­ti­fi­car la san­gre sino pura­men­te de expli­car­la. Por­que si no se expli­ca esa vio­len­cia que se está mul­ti­pli­can­do uni­ver­sal­men­te en tér­mi­nos de par­to vita­li­za­dor la heri­da social que pro­du­cen estos acon­te­ci­mien­tos que­da­ría sin fun­da­men­to humano y aca­ba­ría con­vir­tién­do­se en una gangrena.

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