Las redes socia­les en el capi­ta­lis­mo cog­ni­ti­vo – José Ramón I. Alba

El “tiem­po cedi­do” un con­cep­to pro­ce­den­te del capi­ta­lis­mo indus­trial y con­ta­mi­na­do para inten­tar sua­vi­zar la explo­ta­ción ha sido aho­ra rever­ti­do por el capi­ta­lis­mo cog­ni­ti­vo. Ese tiem­po cedi­do se reuti­li­za y se des­ti­na, en gran medi­da de for­ma espon­tá­nea, para la pro­duc­ción de capi­tal en for­ma de cono­ci­mien­to y su explo­ta­ción a tra­vés de las tec­no­lo­gías. En muchos casos los usua­rios (pro­su­mi­do­res) de las redes socia­les nos con­ver­ti­mos en tra­ba­ja­do­res no asa­la­ria­dos de un sis­te­ma de pro­duc­ción que exce­de a los cáno­nes for­dis­tas y tay­lo­ria­nos. El tiem­po cedi­do se con­vier­te en tiem­po de pro­duc­ción y lo hace des­de un para­dig­ma que nada tie­ne que ver con los acti­vos eco­nó­mi­cos tra­di­cio­na­les. Por ello, entre otras cosas y por mucho que se empe­ñen de modo cie­go y pro­tec­cio­nis­ta, la ges­tión eco­nó­mi­ca del cono­ci­mien­to no resi­de en la regu­la­ción mer­can­til de la pro­pie­dad inte­lec­tual, eso es lo de menos y otro asun­to, la ver­da­de­ra para­do­ja resi­de en que la explo­ta­ción de los rédi­tos de esta gene­ra­ción de cono­ci­mien­to se acu­mu­la en unas pocas manos a tra­vés de su dis­tri­bu­ción por medios y meca­nis­mos pro­pie­ta­rios con voca­ción e inte­rés de bene­fi­cio. La desala­ri­za­ción del tra­ba­jo. Tú gene­ras, tú com­par­tes y la indus­tria de la tec­no­lo­gía se bene­fi­cia. Si bien el cono­ci­mien­to se ha con­ver­ti­do en un recur­so esen­cial, su dis­tri­bu­ción sigue sien­do pro­pie­ta­ria. El sis­te­ma capi­ta­lis­ta evo­lu­cio­na en cuan­to a los medios de explo­ta­ción pero no en cuan­to a los intere­ses. Si antes el capi­tal era la fuer­za físi­ca y quie­nes menos bene­fi­cio obte­nían eran los que gene­ra­ban esa fuer­za hoy ocu­rre lo mis­mo con la fuer­za intelectual.

La explo­ta­ción del capi­ta­lis­mo cog­ni­ti­vo no se fun­da­men­ta por ello en la dico­to­mía tra­ba­ja­dor-fuer­za y la dis­tri­bu­ción de sus exce­den­tes sino en la por­ta­bi­li­dad de ese mis­mo cono­ci­mien­to. Por ello el inte­rés mani­fes­ta­do des­de cier­tas super­es­truc­tu­ras por supe­rar la bre­cha digi­tal no resi­de en la con­cien­cia altruis­ta por ofre­cer opor­tu­ni­da­des para que todo el mun­do acce­da a las tec­no­lo­gías y sus maqui­na­rias sino en el inte­rés por que ese cono­ci­mien­to pue­da cir­cu­lar amplia y abun­dan­te­men­te y por lo tan­to gene­rar bene­fi­cios. (Un ejem­plo evi­den­te lo pode­mos ver en la tele­fo­nía móvil ¿es posi­ble que se pue­dan rega­lar apa­ra­tos sin tener en cuen­ta sus cos­tes de fabri­ca­ción? Sí, tenien­do en cuen­ta que lo que gene­ra bene­fi­cio no es su ven­ta sino su uso). En la medi­da en que esos cana­les de comu­ni­ca­ción sean más o menos sus­tan­cia­les, sean de uso mayo­ri­ta­rio, ese cono­ci­mien­to pue­de cir­cu­lar y gene­rar valor exógeno, eso es, no para quie­nes lo pro­du­cen sino para quie­nes lo dis­tri­bu­yen. Otro asun­to, incues­tio­na­ble y no quie­ro decir lo con­tra­rio, es que esa tec­no­lo­gía es ver­da­de­ra­men­te nece­sa­ria y que pro­du­ce un desa­rro­llo evi­den­te. Pero se tra­ta del mis­mo para­dig­ma que movi­li­za el capi­tal indus­trial: no es que el tra­ba­jo no sea nece­sa­rio y que, por tan­to, trai­ga pro­gre­so a la comu­ni­dad, sino que ese pro­gre­so pro­vie­ne de los exce­den­tes y que sin una garan­tía de sobre­lu­cro no ten­dría el menor inte­rés para el capi­tal. Es nece­sa­rio tener cla­ro que el tra­ba­jo, físi­co o inte­lec­tual, no se ofre­ce de un modo altruista.

Con ello, nues­tro tiem­po y lugar de tra­ba­jo se han expan­di­do de modo abso­lu­to sin que ten­ga­mos nin­gún con­trol ni sobre sus ren­tas ni sobre sus efec­tos. Sir­ve como bene­fi­cio para ter­ce­ros y lo hace sin esa nece­sa­ria co-res­pon­sa­bi­li­dad que, aun­que difu­sa, irre­gu­lar y muchas veces injus­ta, exis­te en el capi­ta­lis­mo indus­trial. Si quien tenía la pro­pie­dad (tie­rra, indus­tria…) tenía el poder sobre lo ela­bo­ra­do (pro­duc­tos, mer­can­cías…) aho­ra quien tie­ne ese poder no es quien con­tro­la la pro­pie­dad (la pro­pie­dad en este caso somos noso­tros mis­mos) sino quien con­tro­la sus flu­jos. Es decir, de modo indi­rec­to y exter­na­li­za­do se obtie­ne ren­di­mien­to sin nece­si­dad algu­na de poseer el lugar de pro­duc­ción. Con dos enor­mes ven­ta­jas: el cono­ci­mien­to no se ago­ta con su con­su­mo, por una par­te, y, por otra no es nece­sa­ria inver­sión ni man­te­ni­mien­to del lugar de pro­duc­ción. Tre­men­da arti­ma­ña del capi­tal. De este modo el cono­ci­mien­to gene­ra­do des­de el tra­ba­jo espon­tá­neo (exis­te una gran dife­ren­cia entre el tra­ba­jo espon­tá­neo y el volun­ta­rio) y des­de la filo­so­fía del bien común gene­ra una plus­va­lía deri­va­da que depen­de de los meca­nis­mos de dis­tri­bu­ción y trans­mi­sión. La expro­pia­ción del cono­ci­mien­to que mucho tie­ne que ver con la expro­pia­ción de la cultura.

Vaya­mos con otro asun­to. ¿Cómo medi­mos la rela­ción valor-pro­duc­ción si, como hemos dicho, no pode­mos defi­nir un tiem­po estric­to y exac­to para la pro­duc­ción de ese cono­ci­mien­to? Mien­tras en la orga­ni­za­ción indus­trial exis­te un tiem­po de tra­ba­jo y un tiem­po de no-tra­ba­jo no tene­mos tan cla­ra esa dife­ren­cia cuan­do el pro­duc­to gene­ra­do es inte­lec­tual. Es difí­cil deli­mi­tar los tiem­pos de pro­duc­ción y no pro­duc­ción ya que en cual­quier momen­to lo pode­mos gene­rar y dis­tri­buir (tec­no­lo­gía móvil, conec­ti­vi­dad ubi­cua). La jor­na­da labo­ral no existe.

Resul­ta evi­den­te que quie­nes esta­mos inser­tos como pie­zas en el men­cio­na­do capi­ta­lis­mo cog­ni­ti­vo no lo esta­mos por per­te­ne­cer a una estruc­tu­ra labo­ral tra­di­cio­nal, es decir, no tra­ba­ja­mos (la mayor par­te de nues­tro tiem­po) para nadie en con­cre­to sino que nues­tra fuer­za de tra­ba­jo, colec­ti­va en si mis­ma, está dedi­ca­da a satis­fa­cer el enri­que­ci­mien­to inte­lec­tual glo­bal, por una par­te, median­te la dis­tri­bu­ción volun­ta­ria de nues­tros sabe­res (esta es la par­te ama­ble del asun­to), y, por otra, al enri­que­ci­mien­to mate­rial de quie­nes ponen “a nues­tra dis­po­si­ción” los cana­les y las tec­no­lo­gías. ¿Para quién tra­ba­ja­mos enton­ces y sin nece­si­dad de con­tra­to? ¿Dón­de que­da el prin­ci­pio de esca­sez sobre el que se sus­ten­ta el capi­ta­lis­mo indus­trial si el cono­ci­mien­to no es esca­so y ade­más lo mul­ti­pli­ca­mos sin nece­si­dad de con­trol logís­ti­co ni de alma­ce­na­mien­to? Si el for­dis­mo plan­tea­ba el poder des­de la pro­pie­dad aho­ra esa pro­pie­dad se cen­tra en el con­trol de los flu­jos. Devie­ne con ello un para­dig­ma extra­or­di­na­rio: cuan­to más se expan­de la pro­duc­ción de cono­ci­mien­to más se con­cen­tran los cen­tros de poder que ges­tio­nan los flu­jos de ese cono­ci­mien­to. La expro­pia­ción inte­lec­tual diferida.

Pero, sien­do cons­cien­tes de esto, démos­le otra lec­tu­ra. Al no exis­tir una pro­duc­ti­vi­dad con­tro­la­da suje­ta a leyes de mer­ca­do, fue­ra tam­bién de las lógi­cas de acu­mu­la­ción y gene­ra­do des­de un sis­te­ma supra­in­di­vi­dual colec­ti­vo, el valor de lo gene­ra­do se fun­da­men­ta en su gran capa­ci­dad de repli­ca­bi­li­dad (que nada tie­ne que ver con la repro­duc­ti­bi­li­dad ya que esa sí nece­si­ta ele­men­tos físi­cos y tan­gi­bles). En todo caso mani­fes­tar mi más abso­lu­ta incli­na­ción por la pro­duc­ción espon­tá­nea de cono­ci­mien­to así como mi fer­vien­te defen­sa de su libre dis­tri­bu­ción. De hecho cual­quie­ra que haya podi­do expe­ri­men­tar la inter­co­mu­ni­ca­ción y el inter­cam­bio inte­lec­tual en red com­pren­de­rá la inmen­sa capa­ci­dad de cre­ci­mien­to que todo ello con­lle­va. Úni­ca­men­te debe­mos ser cons­cien­tes, debe­mos tener cla­ro que por más que nos quie­ran hacer creer que ni esas redes de inter­cam­bio ni la cacarea­da supera­ción de la bre­cha digi­tal están ahí por prin­ci­pios altruis­tas. Ser cons­cien­tes y revertir.

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