Para entender dónde nos encontramos, es necesario hacer algo de historia. En el ámbito de los medios de comunicación, se han producido algunas evoluciones e involuciones que hay que reseñar. Para exponer la primera, me voy a remitir a la prensa temprana en el Reino Unido, allá por el siglo XIX. Se trataba de una prensa tecnológicamente muy precaria, sin apenas recursos infográficos y elaborada en condiciones técnicas sencillas. No requería de grandes inversiones empresariales, se financiaba exclusivamente con los lectores y a un precio muy asequible. Debido a eso, el panorama editorial era bastante plural: los sectores burgueses adinerados tenían sus periódicos neoliberales, de derechas; y los sectores laboristas y sindicalistas, de izquierda, su propia prensa. Ambos contaban con numerosos lectores y una situación económica viable.
El desarrollo industrial provocó tremendas mejoras en los sistemas de impresión y además que las inversiones para poner en marcha una rotativa, fueran mucho mayores. Se trataba de inversiones imposibles de asumir por los sectores progresistas de izquierda cuya prensa perdió terreno frente a la de la derecha. Ese fenómeno se volvió a repetir con la globalización y las televisiones: las inversiones y gastos corrientes se hacen mayores y, una vez más, los grupos sociales más populares se ven de nuevo expulsados de la industria de los medios de comunicación.
La incorporación de la publicidad fue otra tragedia para la prensa laborista. Con los anuncios, aparecía una nueva vía de financiación que permitía rebajar el precio del ejemplar; pero la publicidad solo se dirigía a los medios con los que sintonizaba ideológicamente o cuyos accionistas estuviesen cruzados con la empresa anunciante, es decir, la prensa más neoliberal y burguesa. Los sectores sindicalistas no podían acceder a esa vía de financiación, sus periódicos salían a la luz con un precio más caro, perdían ventas mientras los otros subían sus tiradas, abarataban costes y podían asumir más inversiones. Es decir, desde la aparición de la prensa se ha dado un proceso por el que la opción progresista de izquierda se ha visto expulsado del panorama debido al mercado y al desarrollo industrial.
Veamos otro fenómeno: durante las dictaduras del siglo pasado, en especial las de América Latina, los gobiernos tenían el control y la propiedad de los medios de comunicación. Eso provocó que solo desde una prensa no estatal ‑y muchas veces clandestina- se pudiera asistir a una verdadera información libre. La desaparición de las dictaduras, los procesos de transición y el desarrollo de las políticas neoliberales de las décadas de los 80 y de los 90 desmantelaron los medios de comunicación públicos y provocaron el desarrollo de los privados que, además, rentabilizaron la imagen de libertad e independencia que se formó durante las dictaduras.
En el imaginario ciudadano se seguía asociando medios privados a libertad de expresión, y legislación e intervención estatal a medidas represivas dictatoriales. En la España franquista se decía que la mejor ley de prensa, era la que no existía (algo que entonces era lógico porque la había hecho Franco, pero yo hoy no compartiría). El tiempo ha demostrado que esa visión es errónea. Los estados ahora son democráticos y las medidas que establezcan hacia el panorama mediático son legítimas y fruto del interés público. En cambio, los medios privados son grupos económicos empresariales que no representan a nadie más que a sus accionistas y anunciantes, y que utilizan la libertad de expresión como mera coartada para no someterse al imperio de la ley de los poderes públicos y democráticos.
Todos estos elementos negativos se los han encontrado los gobiernos progresistas que han ido llegando a América Latina. Las necesidades sociales a las que se han enfrentado, han provocado que durante su primera década de gobierno no hayan abordado cambios en el panorama mediático, lo que les ha permitido comprobar que los medios de comunicación se han convertido en el primer acto y vehículo de lucha de los poderes económicos y reaccionarios contra las políticas progresistas.
Muchos de esos gobernantes adoptaron un discurso victimista y plañidero que se limitaba a denunciar y a quejarse de las viles tergiversaciones, mentiras y conspiraciones con los que los medios pugnaban por derrocar a los gobiernos legítimos. Por fin, ha llegado el momento de tomar la iniciativa: desarrollo de un fuerte sector público de medios de comunicación, creación de sistemas para la construcción de medios comunitarios y colectivos, legislaciones que impidan la utilización de los medios privados como vehículo de la desinformación y la manipulación, garantía de la ciudadanía para acceder a una información veraz y a ser protagonistas de la información. En cualquier caso, la situación es apasionante porque nos enfrentamos a numerosos retos:
1- El papel del estado es fundamental para democratizar la comunicación; pero los líderes políticos deben demostrar que son capaces de desarrollar un modelo que no será una mera correa de transmisión del gobierno o del partido gobernante. Se corre el peligro de evolucionar hacia un panorama dividido entre medios privados que combaten con impunidad mediante la mentira y la manipulación a gobiernos progresistas y medios públicos dedicados solo al “seguidismo” gubernamental. En medio estaría un ciudadano desinformado sin posibilidad de acceder a una información rigurosa y unos análisis independientes.
2- Se debe terminar con la impunidad de los medios privados para engañar y para mentir, pero sin coartar la libertad de expresión.
3- Es importante tomar medidas ante el parasitismo de muchos medios privados que, mientras defienden la economía de mercado y se presentan como independientes, reciben importantes ingresos de publicidad estatal y exenciones fiscales.
4- Deben explicar y convencer de que lo que los medios privados presentan como libertad de expresión y libertad de prensa, solo es su privilegio para seguir dominando el panorama informativo copando el espacio radioeléctrico y para intervenir políticamente bajo el paraguas de la información.
5- Es necesario promover unas políticas de información adecuadas desde las diferentes instituciones gubernamentales para que la transparencia informativa permita enfrentar, sin complejos, todas las campañas nacionales e internacionales de desinformación.
6- Se requiere la formación de profesionales de la comunicación que operen sin los vicios de los periodistas actuales, dominados por la inercia de las ideologías ocultas de las agencias de información; y con la trivialidad y la frivolidad como inspiradores de los contenidos. Se debe lograr una nueva generación de periodistas con las claves técnicas comunicativas que hoy son propiedad casi exclusiva de los emporios de comunicación privados.
7- Deben educar a la ciudadanía como consumidores críticos de medios de comunicación y, al mismo tiempo, como sujetos activos en su ámbito ciudadano para difundir y protagonizar la agenda informativa de su comunidad.
8- Es fundamental evitar las tentaciones desde todos los niveles del poder político para utilizar en provecho propio los medios públicos en lugar de supeditarlos a la veracidad y el derecho de la ciudadanía a estar informada.
9- Los medios de los países del ALBA deben recordar que cada día el mundo es más pequeño, el reto no solo es llevar la verdad a sus ciudadanos, sino también a la comunidad internacional. El dominio global de los grandes grupos de comunicación es impresionante, y es importante que el mensaje del Sur llegue también a los ciudadanos del Norte, donde no se producen los avances en la democratización de los medios.
10- Se debe definir el modelo de contenidos. Según Aram Aharonian , “de nada sirve tener medios nuevos, televisoras nuevas, si no tenemos nuevos contenidos, si seguimos copiando las formas hegemónicas. De nada sirven nuevos medios si no creemos en la necesidad de vernos con nuestros propios ojos. Porque lanzar medios nuevos para repetir el mensaje del enemigo es ser cómplice del enemigo” [1] . Esto supone abrir una discusión sobre qué formatos, técnicas y estilos deben adoptarse. Si se apuesta por un cambio revolucionario en las formas, que tenga por objetivo subvertir el estilo mercantilista dominante, pero que pueda provocar el rechazo y la incomprensión del ciudadano. O si, por el contrario, no se renuncia a ciertos estilos técnicos del modelo dominante, pero se adapta a otros principios y valores.
11- También hay que concretar qué nivel de participación ciudadana se reserva a las nuevas propuestas y cómo se combina el dilema entre la mayor democratización y participación ciudadana y una necesaria profesionalización de los contenidos. Ni el medio debe ser una mera plaza pública donde cualquiera vaya a gritar, ni se debe repetir el modelo actual de medios sordos para ciudadanos mudos.
12- Por último, hay que planificar el sistema de control social adecuado para cada sociedad. Los medios de comunicación, igual que las instituciones, no pueden dejarse sin control en manos de los “elegidos” con la ingenua esperanza de que hagan lo más acertado.
También sería un error pensar que el desarrollo y modelo pueden ser iguales para todos los países por muchas intenciones integradoras que se tengan. Elementos como el componente indígena, el desigual nivel cultural y de cualificación técnica de unos países respecto a otros o el diferente estado de desarrollo de los movimientos sociales son elementos que dotan de un perfil distinto a cada país y que deben reflejarse en el desarrollo de su modelo informativo. Lo que es indiscutible es que hoy, en América Latina y especialmente en los países del ALBA, se está construyendo el futuro de otro sistema de medios de comunicación posible. Allí se encuentra el futuro que está convirtiéndonos a los europeos en meros restos del pasado. El encuentro al cual nos convocaron la revista La Jiribilla y La Ventana, el portal informativo de Casa de las Américas, dedica especial atención a los medios digitales, por lo que quisiera dedicar a ellos algunas palabras.
Ya nadie discute que Internet ha supuesto una ventana de aire fresco al asfixiante control de la información que disfrutaban los emporios empresariales. Pero no basta con decir que Internet es libre, hay que hacer un buen trabajo. Corremos el peligro de que la saturación de Internet entierre la participación ciudadana, la veracidad, las opiniones honestas, los análisis valiosos entre escombros y paja internáutica. El capitalismo ya ha logrado invalidar grandes inventos técnicos que pudieron haber supuesto un gran avance para la información y la cultura, como la televisión, o colonizar otros, como el cine.
Los estados progresistas deben crear las condiciones. No podemos quejarnos de que expulsan de Youtube a Cubadebate; o en mi país al Partido Comunista, de Facebook, ¿qué esperaban? Es como denunciar que les impiden en los EE.UU. a los panteras negras celebrar las asambleas en el McDonald. Los gobiernos honestos de América Latina deben crear un servidor para los videos, no llorar porque el capitalismo no nos deja los suyos. Del mismo modo que no podemos denunciar que las editoriales comerciales no publican a los autores de izquierda, los gobiernos deben crear sus propias estructuras editoriales que garanticen la publicación de esos autores y, por cierto, su subsistencia.
Dicho lo anterior, y volviendo a los medios digitales. Se necesita:
-Gobiernos y estados que aporten la logística necesaria sin depender del poder capitalista: servidores, software, informáticos, sedes.
-Reconocimiento profesional para esos medios al mismo nivel que los tradicionales.
-Formación académica que contemple la especificidad de la información en formato digital.
-Realizar un periodismo elaborado, riguroso, documentado evitando convertir la red en tablones de anuncios para arengas, manifiestos, proclamas, desahogos, etcétera… No digo que eso no deba estar en la red, pero eso no es periodismo.
-Los medios digitales no pueden popularizar y democratizar el periodismo a costa de disminuir la calidad y profesionalidad.
-Acceso de los periodistas a la información oficial y a sus representantes para poder difundir la realidad.
-Se debe establecer un nuevo modelo de reconocimiento económico. Se trata del debate sobre la gratuidad. Asociamos gratuidad a democratización, derecho universal y social. Es estupenda la educación gratuita, la sanidad gratuita. Pero con la información es diferente. Debemos desconfiar de la información gratuita en una economía de mercado porque no sabemos a qué intereses obedece. Si la sociedad y los estados dejan a los profesionales y proyectos comunitarios abandonados o se condenarán a la marginación o, lo que es peor, serán cooptados por el capital mientras se presentan como proyectos sociales sin ánimo de lucro.
Como han podido comprobar son numerosos los retos, fundamental ‑en mi opinión- el compromiso de los estados y apasionante el futuro al que nos enfrentamos.