Mi ami­go el pede­ras­ta – Mikel Arizaleta

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Me encuen­tro esta sema­na con un Harald Mar­tens­tein pen­sa­ti­vo y de ceño frun­ci­do, y tras pedir dos cose­che­ros en la barra des­gra­na su vivencia:

“Qui­zá fui­mos ami­gos duran­te un tiem­po, qui­zá más bien unos bue­nos com­pa­ñe­ros. Yo vivía en Stutt­gart y era, entre otras cosas, repor­te­ro de juz­ga­do. Él corres­pon­sal en Stutt­gart del perió­di­co Tages­zei­tung. Por enton­ces juga­ba toda­vía papel muy impor­tan­te el encua­dre polí­ti­co de uno. Para él no tenía impor­tan­cia, era capaz de enro­llar­se con todos: un tipo alto, ensor­ti­ja­do, ama­ble, con humor, sim­pá­ti­co, de bue­na pre­sen­cia, creo que desea­do, atrac­ción y miel de muje­res. De vez en cuan­do tomá­ba­mos un vino jun­tos. Escri­bió a menu­do sobre pro­ce­sos judi­cia­les, sobre terro­ris­tas, nazis, ase­si­nos. Le intere­sa­ban cues­tio­nes de res­pon­sa­bi­li­dad y cul­pa. A veces es mera­men­te cir­cuns­tan­cial el posi­cio­nar­se del lado del autor o de la víc­ti­ma, es algo que apren­de todo repor­te­ro de juz­ga­do, a menu­do habla­mos de esto. Lue­go nos per­di­mos de vis­ta. Mar­chó como corres­pon­sal de gue­rra a los Balcanes.

Años des­pués ase­so­ré en otro perió­di­co la pági­na de niños y él de pron­to se anun­ció de nue­vo. Esta­ba en el Tige­rren­ten Club, un pro­gra­ma de niños en tele­vi­sión, y pro­pu­so que nues­tra pági­na de niños cola­bo­ra­ra con el pro­gra­ma. Lamen­ta­ba no tener hijos car­na­les, creo que había adop­ta­do dos o tres pero no recuer­do con exac­ti­tud. El tra­ba­jo con­jun­to hizo que reci­bié­ra­mos tex­tos gra­tis y los remi­tié­ra­mos al pro­gra­ma y, por con­tra, niños que leían nues­tro perió­di­co asis­tían como invi­ta­dos al Tige­ren­ten Club. No sé por qué pero aca­bó la cola­bo­ra­ción tras un tiem­po. Que recuer­de, no se dio nin­gu­na cir­cuns­tan­cia espe­cial. Meses des­pués moría de cán­cer, tenía 64 años.

La cues­tión es que hace unos días he leí­do que era un vio­la­dor de niños, un pede­ras­ta. Antes de ser perio­dis­ta dio cla­ses en el cole­gio de tris­te memo­ria de Oden­wald[i], don­de la lis­ta de víc­ti­mas es lar­ga y don­de tam­bién él alma­ce­na­ba por­no­gra­fía infan­til. En un artícu­lo sobre él se sos­pe­cha­ba que, debi­do a esta incli­na­ción, se mar­chó como repor­te­ro de gue­rra a los Bal­ca­nes, labor que, para quien le cono­cie­ra, resul­ta­ba un tan­to extra­ña. Qui­zá qui­sie­ra des­apa­re­cer o dis­tan­ciar­se. O, quién sabe, qui­zá en los Bal­ca­nes le resul­ta­ra más fácil acce­der a niños. O, por qué no, qui­zá la gue­rra le sir­vió de una espe­cie de tera­pia. Nun­ca sabremos.

Lo cier­to es que son muchos los que escri­ben sobre él en perió­di­cos y en Inter­net. Tal vez es el pri­mer pede­ras­ta a quien algu­nos perio­dis­tas cono­cían bien o muy bien. Todos le que­rían. Nadie notó nada extra­ño en él. Uno, que afir­ma ser uno de sus mejo­res ami­gos, escri­bió: “Me sen­tí enor­me­men­te enga­ña­do por el ami­go. Aho­ra me gus­ta­ría escu­pir­le a la cara mi des­pre­cio. Has­ta aho­ra col­ga­ba su foto sobre mi escri­to­rio, pero en ade­lan­te se acabó”.

A mí me pare­ce que la esen­cia de la amis­tad, o del amor, con­sis­te en no cerrar la per­sia­na en una situa­ción así. El ejem­plo más níti­do es el pro­pio hijo, que un día se con­vier­te en ase­sino y del que uno, a pesar de todo –espe­ro- no se apar­ta. Le atien­de, le asis­te, le ayu­da. El hecho nada tie­ne que ver con apro­bar o con­sen­tir su acción ni, tam­po­co, con qui­tar­le importancia.

¿Qué haría yo en su situación?

Lo cier­to es que una incli­na­ción así no se esco­ge. Más bien todo depen­de de si uno es capaz de supe­rar su ver­güen­za y tener el cora­je de des­aho­gar­se, de reve­lar y mani­fes­tar su ten­den­cia. No estoy segu­ro que yo fue­ra capaz. Pero sí digo que si yo hubie­ra sido su mejor ami­go aho­ra no des­col­ga­ría su foto, sino que me pon­dría delan­te del espe­jo y me pre­gun­ta­ría el tipo de ami­go que fui para él”.

Lo cier­to es que Harald siem­pre tie­ne algu­na pala­bra blan­ca en la lengua.

Mikel Ari­za­le­ta, 17 827 048


[i] Según un infor­me de ins­truc­ción de 2010 en el cole­gio de alto stan­ding de Oden­wald pro­fe­so­res pedó­fi­los habrían abu­sa­do sexual­men­te y de mane­ra sis­te­má­ti­ca de alum­nos y alum­nas duran­te déca­das. Se cal­cu­la que entre 1965 y 1998 al menos 132 niños y jóve­nes fue­ron víc­ti­mas de estos abusos.

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