Hay que soñar! Nos lo recordaba recientemente Alfonso Sastre en estas páginas reivindicando a los clásicos revolucionarios que han hecho de este grito de guerra su praxis política y génesis de sus grandes utopías.
Nuestros sueños y nuestra memoria conforman nuestro imaginario mitológico, cultural, social, político… En definitiva, en nuestras pequeñas utopías y siempre unos y otra en permanente tensión dialéctica.
Hoy, como hace 30 años, cantamos «gauean amets egin dut herria libre zegola…» y lo hacemos con las sensaciones de aquellos jaialdis reivindicativos. Seguimos soñando, que no es poco.
En la Argentina de la reciente depresión económica se leían pancartas que decían: «nuestros sueños no caben en vuestras urnas», lo que comparto en plena vorágine preelectoral. Pero tan cierta es esa máxima como que podemos conseguir que sus urnas se conviertan en protagonistas de sus propias pesadillas.
«Sonríe, vamos a luchar», era el eslogan de la campaña electoral salvadoreña, creo, y que Arnaldo Otegi, un optimista impenitente, también reivindica ante el esperanzador panorama abierto en Euskal Herria. Reír, luchar, optimismo y compromiso.
Martxa eta borroka es una consigna que cobra actualidad en un contexto donde un pesimismo endémico ha ido enquistándose en la sociedad vasca, en especial en los sectores abertzales, hasta extremos de una resignación que, como decía Balzac, constituía un «suicidio cotidiano».
Merecen la pena las reflexiones del sociólogo polaco Baumann, euroescéptico tachado de pesimista que reivindica la necesidad de superar el pesimismo de la inteligencia e invocar al optimismo de la voluntad. Por eso creo que los vascos y vascas nos encontramos ante la oportunidad histórica de desmantelar el estado (español) del malestar, que en todas sus expresiones jurídicas, políticas, económicas, represivas… va carcomiendo nuestro optimismo, y apostar decididamente por el estado (vasco) del bienestar, es decir, la esperanza.
Sísifo, que Albert Camus define como «el proletario del Olimpo», ha superado el maleficio de los dioses, entre ellos Ares, el dios de la guerra, según el cual fue condenado a arrastrar una piedra redonda hasta la cima de una cumbre durante el resto de los días de su existencia; una piedra que, una vez llegado a la cumbre, se despeñaba de nuevo volviendo a su origen de partida. Pero esta vez Sísifo ha determinado que la piedra permanezca asentada en la cima con las suficientes cuñas y parapetos para que quede inamovible. Y, cuando vuelve al valle, no lo hace contento; no tiene nada que celebrar. Vuelve con la misma serenidad con la que lo hizo el resto de los días de su condena. Sabe que cuando llegue a su morada se va a encontrar con otra piedra igual de pesada pero esta vez es la cúbica de 325 kilos con la que va a emprender una nueva andadura igual de dificultosa, pero con la confianza de que sus agudas aristas, si ésta cae, le impedirán volver a rodar. Cambio de piedra, cambio de paradigma. Nada más y nada menos, que no es poco. ¿Verdad, amigo Txema?
Sirva la metáfora de Sísifo para volver a hacer apología de la voluntad del optimismo y del compromiso frente a quienes confunden nuestra paciencia con resignación y quienes interpretan el giro estratégico de la izquierda abertzale en clave de derrota. Un giro que a mí se me antoja como todo un ejercicio de imaginación dialéctica y de creatividad, dados los importantes hitos y avatares por los que se desarrolla el denominado proceso democrático, aderezado con una importante dosis de pragmatismo político. Un pragmatismo excesivo para algunos, incluso doloroso para otros pero, en cualquier caso, tan necesario como obligado. Un paso que supone sin duda el Rubicón de la nueva estrategia y que no es otro que asumir la Ley de Partidos hasta sus últimas consecuencias.
Alea iacta est! ¡La suerte está echada! A lo hecho, pecho y el sábado ¡a Bilbo!
No cabe duda de que el peaje social y político, el tributo que está pagando la izquierda abertzale en la génesis y desarrollo de este proceso es alto, muy alto, habida cuenta sobre todo de las oleadas represivas que se han sucedido en los dos últimos años, con un especial ensañamiento con la juventud vasca comprometida.
Nos hemos armado de paciencia, directamente proporcional a la rabia, cabreo y mala ostia que se acumula a la sufrida anteriormente. Sin embargo, esta rabia y dolor contenidos debemos convertirlos en una inagotable fuente de energía liberadora y creadora, que debemos encauzar adecuadamente hasta convertirla en una corriente de agua que atraviese nuestros barrios, pueblos y ciudades; que sacie nuestra sed de independencia y riegue los huertos donde florezcan los brotes de nuestro proyecto socialista.
Amets egin, barre egin, borroka egin, sortu… Irabazi arte!