Una explosión durante unas prácticas en desactivación de minas acabó ayer por la mañana, 24 de febrero de 2011, con la vida de cinco militares en la Academia de Ingenieros del Ejército, en el municipio de Hoyo de Manzanares (Madrid). Otros tres compañeros resultaron heridos, dos de ellos de carácter grave. La Guardia Civil y el Ejército han abierto sendas investigaciones sobre lo ocurrido, porque el origen del suceso aún no está del todo claro… Nada más conocerse la noticia, se desplazaron a la Academia de Ingenieros del Ejército la ministra de Defensa, Carmen Chacón; mandos militares y la delegada del Gobierno en Madrid, Amparo Valcarce.
Chacon describió la explosión como «de gran magnitud» dentro de un campo de maniobras. Explicó además que los militares estaban realizando el adiestramiento previo a una misión en Líbano que comenzaría el próximo mes de abril. «Se preparaban para salvar vidas y han perdido las suyas», afirmó Chacón.
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La ministra de Defensa, Carmen Chacón, es de esas que ponen la nariz allí donde otros ponen los muertos, de esas que hacen la guerra recibiendo otros los tiros, o en frase castiza del Presidente del Parlamento español, José Bono: “Mi viaje a Guinea Ecuatorial ha resultado especialmente importante para los empresarios”. ¡Ande yo caliente y ríase la gente!
Las exportaciones de material de defensa (guerra) español, que necesitan el aval y visto bueno del Gobierno, alcanzaron un récord histórico en 2009: 1346 millones de euros, lo que supuso un incremento del 44,1% respecto a 2008. España exportó a Israel durante los seis primeros meses de 2008 material bélico, para luego bombardear Gaza, por valor de 1.551.933€.
Denuncian Amnistia Internacional, Greenpace, Internon Oxfam, Fundació per la Pau…: España sigue vendiendo armas, contraviniendo el derecho internacional y con el visto bueno de su Gobierno, a países que violan los derechos humanos: Colombia, Pakistán, Israel, Marruecos…El listado de empresas de guerra es largo entre nosotros: CASA (Construcciones Aeronáuticas S.A.), Madrid; Izar Construcciones Navales S.A., Madrid; Indra S.A., Alcobendas (Madrid); General Dynamics-Santa Bárbara Sistemas, Madrid; Industria de Turbo Propulsores, Zamudio (Bizkaia); Gamesa Industrial S.A., Álaba-Araba; Explosivos Alaveses S.A., Madrid; Iveco-Pegaso S.L., Madrid; así como el de fabricación de minas antipersona y de racimo: Bressel, Explosivos Alaveses, Explosivos de Burgos, Fabricaciones Extremeñas, Unión Española de Explosivos, Expal, Instalaza… Se calcula que se causa al mes, por efecto de minas, 1400 muertes y 780 mutilaciones.
Todavía recuerdo aquellas palabras del fotógrafo Gervasio Sánchez, en mayo de 2008, pronunciadas ante ministros del Gobierno al recibir el premio Ortega y Gasset a la mejor fotografía: madre e hija lisiadas por la metralla:
“Es verdad que todos los gobiernos españoles, desde el inicio de la transición, encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabricamos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo, y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King, me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por*fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte. Muchas gracias”.
«Se preparaban para salvar vidas y han perdido las suyas», afirmó Chacón ante los cadáveres de los cinco militares reventados.
Nada me extraña aquella exclamación desde el público: “¡Que puta vergüenza de mierda de políticos hipocritas!”