Judíos y cristianos poseen escrituras santas, creen que son historias, narraciones de hechos acaecidos. Y las toman literalmente, salvo matices, porque atestiguan ser palabra y revelación de Dios. Poner en cuestión la procedencia divina de sus escrituras santas minaría su fe y sus creencias. Muchos cristianos creyentes siguen pensando que el Viejo y Nuevo Testamento cuentan la historia real de la humanidad, en especial la historia de Israel como cuna de su Dios. Con el estudio de la Biblia, el estudio de la historia, la investigación literaria, los descubrimientos arqueológicos…, en fin, con el método crítico-histórico se ha ido viendo el barro de las narraciones, sus errores y su falseamiento histórico, en definitiva que son anhelos, manipulaciones, obras humanas, palabra de hombre frágil puesta en boca de Dios al fin de dotar de base firme y eterna al poder, a la sumisión y a la persona arrodillada: el hombre arrodillado ante Dios.
El estudio serio ha ido abriendo grietas en la estructura, el conocimiento del pasado y los avances del presente han desvelado que sus verdades son mentira, su historia es invento tardío, apología y panfleto de grupo. Sus verdades reveladas son mitos viejos. Lo que antes fue verdad infalible y dogma, que costaba la cabeza al insumiso, hoy no pasa de ser para estudiosos un libro de cuentos más o menos bien escritos o sugerentes: Ni hubo huida de Egipto, ni éxodo, ni Moisés perteneció a la casa del faraón, ni María fue madre virgen, ni Jesucristo resucitó, ni lo que se lee los domingos en misa es palabra de Dios sino ilusión humana. Eso sí, queda librarnos de esa camisa de fuerza, que a lo largo de siglos nos amordaza la cultura occidental de sangre y sumisión, que quieren cultivar con ayuda de Yahvé
¿A qué viene esto?
He visto a otro sanedrín del mismo pelaje, con parecidos actores en nuestros días. Vestidos por dentro y fuera con ropajes de dictadura. Elegidos a dedo entre una humanidad veterotestamentaria. Caverna, verdugos, justicia mendaz, su argumentación provoca risa si su venganza no llevara muerte. No se fían de Sortu, dudan de sus intenciones quienes callan ante la tortura de 10.000, quienes aplauden con el silencio a sus jefes que exportan guerra y muerte, quienes no tienen tiempo para los miles de niños largamente robados a sus padres, ni tienen sentencias de condena para sus familiares y amigos antepasados, en suma, parentela que con su putsch militar ajusticiaron a miles por lealtad al poder legítimo. Nunca han visto materia de condena en la dictadura padecida, en el descalabro obrado, en los campos de concentración, en los batallones de trabajadores, en los miles que yacen 80 años después enterrados en las acequias de los caminos, pero, eso sí, estos sagaces veterotestamentarios no se fían de Sortu. Ustedes, como los libros sagrados de cristianos y judíos, buscan la sumisión, no la justicia y la libertad de las gentes. Su justicia es cuento grande, su poder provocaría risa si su venganza no significara cárcel y encerrara muerte. Y, como el cuento bíblico, buscan al vasco arrodillado.