Ay qué lestará pasando al probe Garzón que hace mucho tiempo que no sale/Ay qué lestará pasando al probe Garzón que hace mucho tiempo que no sale.» Esa tonadilla atormentaba machaconamente mi maltratada testa cuando, en un medio de comunicación, leo que la Isabel Coixet, paradigma de creatividad y marketing, sí hombre sí, la que se preguntaba a qué olían las cosas que no huelen en anuncios de compresas, y películas de tal profundidad y extenso relato tan sólo superadas por el trepidante ritmo que impone a la acción de sus protagonistas.
La que lleva gafas de pasta intelectual comprometida en las cosas sociales, esas que preocupan a las oenegés constituidas por intelectuales comprometidos portadores de gafas de pasta (de color negro, por lo general). Las gafas de pasta, al parecer, contienen lentes cóncavos, propios para ver a lo lejos los atropellos e injusticias que cometen exógenos poderes en exóticos países. Son gafas de miope, por lo cual, no están preparadas para la visión nítida de lo próximo, lo que les rodea. Ellos, los gafapasta, lo llaman internacionalismo visual. Son proclives más a la estética que a la ética, a no ser que sea una ética del amor propio, también denominada autoestima o práctica del onanismo. Diviértense incluso con el «terrorismo,» así son de ocurrentes.
Pues bien, a lo que iba, qué pasa con el probe de Baltasar que no sale apenas en los periódicos de la Corte. Resulta que es un probe juez acosado y perseguido por defender la memoria histórica de los asesinados por los franquistas, después de haber incomodado a Pinochet. Las gafas de la vedette de judicatura ven a lo lejos y en tiempo pretérito. Nos lo cuenta el documental «Escuchando al juez Garzón» de la Isabel Coixet y del izquierdista intelectual de «El País», Manuel Rivas.
Escucharemos al juez Garzón. Porque la escucha, cualquier psicoterapeuta lo sabe, es fundamental en el tratamiento de la enfermedad, incluso en casos de narcisismo extremo. Imagino a Isabel y Manuel en los preparativos de un nuevo documental gravado esta vez con lentes convexos, los que facilitan la visión cercana, para hipermétropes, que podría llevar por título «Escuchando a los encarcelados por un juez de un tribunal especial después de denunciar autoinculpaciones bajo tormento».
A buen seguro que, si la Isabel filmó el documental de Garzón «porque cada día me indignaba cuando leía las noticias», en cuanto se entere de que en la España democrática y progresista la tortura en los calabozos de las comisarías es una práctica frecuente facilitada por la inacción de jueces y fiscales, la indignación será de tal calibre, sus pituitarias nasales curarán su anosmia retomando sus funciones olfativas. Lo que parece que a nada huele volverá a oler mal. Asimismo, sus lentes le ayudarán a vislumbrar también la injusticia y la barbarie cercanas. Si algo olía a podrido en Dinamarca, en la España los fétidos efluvios que emanan sus ministerios de Justicia e Interior hace tiempo que resultan irrespirables para los que conservan algo de dignidad y olfato.