Insultos a la inteligenciaLo que ocurre en Libia es que no importan los civiles, sino el petróleo que hay bajo sus pies. Quieren que nos traguemos no sólo las ruedas de molino, sino también las aspas
Aquellos que rigen los destinos del mundo se pronuncian, a menudo, como si todos fuéramos tontos y estuviéramos dispuestos a creernos las patrañas que nos sueltan, como si fuésemos niños esperando al cuento que nos hará conciliar el sueño. Es algo que no nos coge de sorpresa. Que los políticos quieran meternos trolas como catedrales es más que frecuente, máxime en épocas preelectorales como la que vivimos. Pero hay veces que se pasan, como, por ejemplo, en estos días en que uno corre el riesgo de morir de sobredosis.
Primero empezaron con el tema del accidente nuclear de Japón. Nada que temer. La energía nuclear había demostrado, una vez mas, que es la más limpia, barata y, sobre todo segura, porque pese a la magnitud del terremoto y el posterior tsunami, la central de Fukushima se había mantenido incólume. Este era el discurso que el sistema y todas sus terminales mediáticas remachaban continuamente. Es más, en los SMS que supuestos televidentes envían a las teles más fachas, se pedían insistentemente más centrales nucleares, por favor, y se abogaba por prorrogar la vida útil de la de Garoña, hermana gemela de la japonesa siniestrada, cuyos técnicos estuvieron el verano pasado aprendiendo de los responsables de la central burgalesa, tal como recogía en sus páginas el «Diario de Burgos» de 27 de junio, haciéndose eco de que los nipones se llevaron a su país lo mejor de Garoña y dejaron en el Valle de Tobalina parte de la sabiduría nuclear japonesa (!).
Los días van pasando y cada vez es más evidente que la catástrofe nuclear está servida: el agua de Tokio contaminada, el mar y las verduras también, los trabajadores de la planta desalojados (mandan a los más viejos) y, sobre todo, la sensación de que aquello está fuera de control. Entre todos los sabios más sabios del mundo de lo nuclear, la única técnica supereficaz y moderna que se les ha ocurrido es echar agua por encima del reactor para enfriarlo. Epatante. Nos ocultan la verdad, dicen, para no generar pánico o, dicho de otra forma, la verdad, si la supiéramos, nos daría pavor, y para evitarlo, por nuestro bien, nos tratan como a imbéciles.
Sin haberse superado aún la crisis nuclear japonesa, nos meten en otra guerra, pero que, aunque lo parezca, no es tal, sino una acción humanitaria para proteger a la población civil de los ataques indiscriminados de Gadafi, del que recibían de regalo caballos de raza árabe y al que ahora llaman sátrapa.
La acción humanitaria consiste en bombardear por mar y aire todo lo que pillan, lo que sin duda está generando más perdidas en vidas humanas que las que se dice tratan de evitar. Lo que en Libia ocurre es que hay dos ejércitos enfrentados y la comunidad internacional ayuda desesperadamente a uno de ellos porque ahora les interesa que mande ése y no el otro. No importan los civiles, sino el petróleo que hay bajo sus pies. Quieren que nos traguemos no sólo las ruedas de molino, sino también las aspas. ¡Canallas!