Franz Josef Wagner es un periodista alemán, que escribe textos salpicados de adjetivos calificativos y adverbios de mala leche, y sus salvajes rebotes argumentativos han llevado a denominarle como el Goethe chabacano. Su forma de comportarse le ha granjeado crítica y enemistad. El Tageszeitung, con motivo de su 60 cumpleaños, le dedicó perlas como: es un tipo colérico, machista, impulsivo, reaccionario, histérico, cínico, caótico, insoportable… El personal padeció siendo él el redactor jefe del periódico Bild. Su estilo de trabajo, calificado de caótico, y sus métodos de dirección condujeron a que gran parte de la plantilla pidiera su relevo. En el 2009 fue condenado a pagar 10.000€ por tildar en su columna a Eva Herman, moderadora de televisión, de “vaca idiota”
Leyendo el artículo, que Harald Martenstein dedica en Zeit magazín a Josef Wagner, me acordé de Jon Juaristi. Decía Harald:
Estimado Josef Wagner, dijo usted una vez que al escribir hay que ser lobo cariñoso. O también: Cada frase es un pescado al que tienes que filitear. Y al que primero hay que quitarle las espinas y luego limpiarlo. Hay que lograr la frase pura, bruta, escueta, como poesía contemporánea.
Usted y yo comenzamos más o menos al mismo tiempo como columnistas. Pero para entonces teníamos ya el culo pelado, usted más que yo. Usted había terminado la carrera y yo no había cursado ninguna. La columna nos salvó a los dos. No fue un buen comienzo. Sus inicios de carta son mejores. Cito algunos, que me gustan.
“Querida señora, de nuevo recorriendo las tiendas de niños en la pobre Malawi, su tienda preferida de autoservicio para confecciones de niños”. “Admirado Frank-Walter Steinmeier, el domingo por la tarde parecía en casa de Ane Will una tortuga adormilada. Si alguien hubiera gritado: ¡Roma arde!, usted no se hubiera despertado”. “Admirada Loveparade, se acabó, los muertos no resucitan”. “Jose Fritzl, 73, le deseo una larga, 100 años de vida. Ni el cáncer ni el infarto de corazón deben salvarle”
Yo imparto cursos de escritura y, a veces, utilizo estas cartas suyas porque en ellas no hay una letra de más (salvo las tres o cuatro que he resaltado de estos ejemplos). Me gusta el énfasis, las imágenes fuertes, potentes, ironía es camuflaje, es de cobardes. Usted no tiene miedo a hacer el ridículo. Usted se desnuda y muestra al mundo su culo pelado, seguro que por utilizar “culo” recibiré cartas de almas sensibles. Sin arriesgarse no se consigue nada, tampoco como autor. De ahí que le escriba una oda a usted y no a otro de mis colegas, a los que también estimo. Usted no encuentra aplauso en mis círculos. Usted escribe para Bild, un periódico con el que se puede ser crítico. Pero por consideración a usted perdono a Bild algunas cosas.
A menudo difiero de su opinión. Pero quien sólo lee textos para confirmarse en su opinión lo mejor que podía era dejar de leer. Gente, que le conoce, dice que usted no siempre es una persona agradable. Mejor dicho, que usted raramente resulta agradable. Como jefe usted ha debido ser temible. Impresionante pero temible. Yo jamás hubiera podido trabajar con usted. Una vez le vi en un acto, estaban todos sentados, sobre la tribuna gente hablando, usted se encontraba al fondo de pie, vociferando a su alrededor. Creo que estaba borracho. Escribe que ha dejado de beber. Mucha suerte. ¡Y no termine como Hemingway!
Se proyectó en televisión una película sobre usted. Usted quiso mostrar a los directores su oficina, en el rascacielos Springer, pero usted no encontró el acceso a la casa y allí estuvo hasta que se le pasó la mona. Tras prolongada búsqueda y con ayuda de los cámaras por fin encontró su oficina. Su secretaria se llevó un susto de muerte al presentarse, hacía años que no iba. ¿Pero por qué escribo esto? Pensé en usted cuando hace poco murió Bernd Eichinger[i], el productor de cine. Aún en vida muchos de su ramo hablaron desdeñosamente de él. Un amante del dinero, al que nada le importa el arte, un proveedor de artículos de confección. Ante gente como usted o como Eichinger a uno le basta un segundo para imaginarse que están muertos. Luego todo se ve con mucha más nitidez.
[i] Bernd Eichinger (1949−2011) guionista, director y productor de cine, responsable de películas como “El nombre de la rosa” o “El Hundimiento”.